Rodolfo Hernándezha sido la sorpresa en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia al lograr el 28% de los votos y pasar a la segunda vuelta, que disputará con el izquierdista Gustavo Petro. Hernández, al que se le compara con Donald Trump, es un empresario de 77 años nacido en el Oriente de Colombia que amasó su fortuna en el sector de la construcción. Pero a diferencia del magnate neoyorquino, el colombino procede de una familia de clase media. Su padre era sastre y él se licenció como ingeniero civil.

Hace siete años ganó las elecciones para la alcaldía de Bucaramanga contra todo pronóstico y el próximo 19 de junio puede ser presidente de Colombia. No importa que en el pasado se confesara seguidor de Hitler, que le pegara un guantazo a un concejal o sus comentarios misóginos sobre las inmigrantes venezolanas en Colombia. Él apela a la sinceridad, a un buen sentido del humor y al habla coloquial para soltar exabruptos e insultar al adversario. Con frecuencia critica a la clase política, a la que califica de delincuente. Es precisamente este lenguaje sencillo y efectivo el que atrae a muchos votantes, cansados de un élite que no termina de arreglar los grandes problemas que viene sufriendo Colombia desde hace décadas.

El paso por la política de Rodolfo Hernández estuvo marcado por muchos episodios polémicos pero acabó en 2019 su gestión con un alto índice de aprobación, gracias a sus populares transmisiones en Facebook -ahora en TikTok-, pero también a medidas de cara a la galería, como la que le llevó a donar su sueldo de regidor para ayudar a estudiantes de bajos recursos.

Amigo del ex presidente colombiano Álvaro Uribe, Hernández gobernó en lo económico con una lógica de empresario y buscando el mayor beneficio social posible, según analistas colombianos. En la actual campaña lanzó 299 propuestas centradas en la lucha contra la corrupción. En materia fiscal propone bajar el IVA del 19 al 10%, manteniendo los productos de la cesta de la compra libre de impuestos.

En lo familiar ha sufrido vicisitudes diversas. En 1994, las FARC secuestraron a su padre y tuvo que pagar un rescate de 50 millones de pesos. En 2004 la guerrilla del ELN secuestró a su hija adoptiva Juliana, pero en aquella ocasión decidió no pagar los dos millones de dólares que le pedían. 18 años después de aquel episodio, Hernández da por muerta a su hija. Pese a ello, a día de hoy se muestra dispuesto a llegar a un acuerdo con el ELN, la única guerrilla que sigue activa en Colombia y se dice un firme defensor de la paz alcanzada por el gobierno de Juan Manuel Santos.