Protestas

Los sindicatos fracasan en su intento de parar toda Francia

El seguimiento moderado da un respiro a Macron, que todavía tiene pendiente aprobar los presupuestos

La huelga de las refinerías que está provocando desabastecimiento en gasolineras y hartazgo entre los conductores sigue en pie, pero la intención de ciertos sindicatos para extender el movimiento a otros sectores sociales tuvo un impacto limitado este martes y fue muy desigual según las regiones. El llamado «efecto contagio» desde las refinerías a otros gremios era la gran preocupación del Gobierno de Emmanuel Macron, pero atendiendo a algunas cifras que dejó la jornada, Francia no se paralizó.

El transporte, buen termómetro de la situación en estos casos, sufrió perturbaciones moderadas en trenes regionales y cercanías con uno de cada dos anulado, pero el urbano como el metro parisino funcionó con casi total normalidad. Lo que no era tan moderada era la situación en las gasolineras, como viene siendo habitual desde hace diez días. Cinco de las ocho refinerías del país mantienen por el momento los paros y eso afecta al suministro del 25% de gasolineras, según los últimos datos facilitados por el Gobierno, cifra que ha ido mejorando en los últimos tres días.

Aun con ello, en la región parisina ese porcentaje casi roza el 40% y en algunas gasolineras de la capital se han cuantificado esperas de más de tres horas para poder repostar en medio de situaciones de bastante tensión entre conductores.

Tampoco en el sector de la educación la huelga fue masiva. A mediodía, el ministerio del ramo explicó que solo el 6% de los profesores la había secundado. Cifra que casi llega al 10% en la enseñanza superior. Al cierre de esta edición, aún se desconocían las cifras en otros sectores, pero la imagen de una Francia paralizada distaba mucho de la realidad. Durante la tarde, los sindicatos celebraron 150 actos por todo el territorio nacional justificando que la afluencia no fuese masiva al explicar que la huelga, que fue convocada el viernes y con tan poco margen, en muchas empresas no dio tiempo, fin de semana de por medio, de publicar el preaviso de huelga necesario.

Justificaciones al margen, lo cierto es que las demandas de aumento de salarios en un contexto de inflación guardan ciertas paradojas en Francia. La primera es que el país, con una tasa del 6,2% de inflación, está controlando mejor los aumentos de precios que el resto de socios europeos. La segunda es que esto se ha conseguido gracias, precisamente, al llamado «escudo energético» que Macron impulso hace ya varios meses, un mecanismo de topes de aumento de precios en las facturas. Y la tercera paradoja es que la chispa de las refinarías no es precisamente la de los peor pagados de la sociedad. La petrolera Total ha propuesto aumentos del 7% que varios sindicatos ya han aprobado excepto la CGT, la rama más radical, que los considera insuficientes. Se trata de un colectivo de trabajadores que cobran entre 3.000 y 4.000 euros.

Los franceses, más que empatizar con su realidad, han estado crispados por la situación generada por su huelga en las gasolineras y una buena parte ha aprobado las medidas excepcionales de intervención de depósitos y aperturas forzadas del Ejecutivo francés, que, sin embargo, ha preferido actuar con bisturí y no pasarse en la frenada con el recuerdo en la memoria del movimiento de los «chalecos amarillos», que puso a Macron contra las cuerdas en su primer quinquenio. Ahora, con un Gobierno en minoría parlamentaria y con Putin, intentado crear malestar en las opiniones públicas occidentales, las consecuencias podrían ser peores.

Ya antes de la celebración de este día de huelga, la demoscopia había señalado que una mayoría de franceses no estaba de acuerdo con ella. Un 49% estaba en contra del paro y un 38%, a favor, según un sondeo del instituto Elabe. De momento, hoy los sindicatos convocantes mantendrán una reunión para evaluar las cifras de seguimiento de la huelga y decidir si siguen adelante con los movimientos o no.

El Gobierno de Macron, por su parte, confía en una vuelta a la normalidad durante esta semana, pero sus crisis sociales pueden estar lejos de resolverse. La aprobación de presupuestos y la polémica reforma de las pensiones podrían necesitar ser aprobadas a golpe de decreto si el debate parlamentario no da frutos y esto podría encender una chispa en la calle muy superior a la de las refinarías de estos días. Es una incógnita si esta huelga es el preludio de una inflamación del conflicto social en los próximos días, o si, después de un paréntesis de casi tres años marcados por la pandemia y las políticas de gasto, los franceses recuperan la costumbre de la calle.