Opinión

Un error que pudo escalar la guerra

La prudencia de Polonia y la OTAN con el misil ucraniano evitó una tercera guerra mundial

El lugar del impacto del misil que cayó la semana pasada en Przewodow (Polonia)
El lugar del impacto del misil que cayó la semana pasada en Przewodow (Polonia)Darek DelmanowiczAgencia EFE

El 16 de noviembre pasado, se dio un nuevo paso en la escala del conflicto ruso-ucraniano. Un misil explotó en un pueblo polaco. Mientras el foco de atención se dirigía rápidamente hacia Moscú, que ese mismo día había lanzado una intensa operación de bombardeo sobre Ucrania, los dirigentes polacos, americanos y chinos pidieron la máxima cautela en cuanto a la responsabilidad del incidente.

En cualquier caso, el impacto letal –dos víctimas polacas– causó gran preocupación en todo el mundo, ya que Polonia es miembro de la OTAN. Si el acto hubiera sido calificado de agresión, toda la organización militar se veía afectada, en virtud del artículo 5 del tratado fundacional de la Alianza. Otro enredo internacional era que Polonia es miembro de la Unión Europea, que, aunque no tiene un ejército como tal, también tiene cláusulas que le permitían defender a sus Estados miembros.

Otro artículo del tratado de la OTAN, el artículo 4, prevé la celebración de consultas entre los aliados cuando uno de ellos considere que su «integridad territorial» o su «seguridad» están amenazadas. Fue este artículo el que los polacos habían invocado para activar, unas horas después de la explosión del misil. Durante el G-20 en Bali, se mantuvieron conversaciones con varios miembros de la OTAN para analizar la situación y asegurarse de que no se daban las condiciones del artículo 5. De hecho, el artículo 4 constituye una forma de frenar una posible situación de desbordamiento que hubiera llevado a los polacos y a sus aliados a reaccionar con el siguiente artículo, el 5, que es el espectro de que la OTAN entre en guerra, algo que nadie desea.

Aunque esta última disposición no es automática y requiere la unanimidad de los miembros de la organización atlántica, es el escalón superior en una escalada del conflicto que se extendería inevitablemente más allá de las fronteras ucranianas. De ahí, el apresuramiento de los aliados occidentales a dudar de la responsabilidad material de Rusia en el impacto con misiles en Polonia, alegando que el suceso no se calificaba de agresión.

En cuanto a la Unión Europea, no tiene ejército –¿lo tendrá alguna vez? –, pero tiene una estrategia de defensa común en caso de agresión grave. Esta estrategia, denominada Política Común de Seguridad y Defensa, se define en el artículo 42 del Tratado de la Unión Europea (TUE). Se trata de una respuesta coordinada que movilizaría una parte o la totalidad de los ejércitos de cada Estado miembro de la UE.

¿Cómo entender este incidente y la (no) reacción de la OTAN? Accidente o no, el ataque con misiles en Polonia tuvo lugar, por un lado, no muy lejos de una base ucraniana sólidamente defendida con equipos occidentales y, por otro, cerca de una importante línea de alta tensión que conecta a Ucrania con sus vecinos europeos. El incidente era otra oportunidad para que Putin recuerde a los europeos la amenaza de un duro y duradero invierno energético, y a sus aliados del otro lado del Atlántico los límites a la acción de la OTAN que impone el riesgo de una degeneración bélica regional, o incluso mundial.

Solo una vez en la historia de la OTAN se activó el artículo 5. Fue en Afganistán contra los terroristas de Ben Laden, tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Esto significa que, hasta ahora, la organización político-militar actuaba más como una disuasión contra la antigua Unión Soviética que como una verdadera fuerza operativa en el hemisferio norte.

Además, casualidad o no, el misil cayó durante el bombardeo masivo de ciudades y centros energéticos ucranianos cuando Lavrov, ministro de Exteriores ruso, había dado un portazo al G-20 tras las exigencias ucranianas consideradas inadmisibles ante la petición de Moscú de entablar negociaciones. El invierno está aquí. Las tropas rusas están agobiadas. Los ucranianos avanzan y sueñan con recuperar toda Ucrania, incluida Crimea.

Putin, criticado abiertamente por los ultranacionalistas rusos, intenta ganar tiempo para recuperar sus fuerzas y volver a atacar en primavera. Ante el «niet» de Kiev, Moscú respondió disparando un centenar de misiles con la idea de debilitar a su hermano enemigo cortándole el agua, la electricidad y las comunicaciones e intentando romper la alianza entre Occidente y los rusos en un accidente en el que los rusos dicen no tener nada que ver, una vieja retórica soviética.

El secretario general de la OTAN condenó el incidente polaco, señalando que los rusos eran los culpables de su agresión a Ucrania. Pero, al mismo tiempo, ni él ni los aliados atlánticos, ni siquiera los polacos, pidieron la aplicación del artículo 5. Se trata de un incidente que nadie– a excepción del Sr. Zelenski– quiere ver como el inicio de una reacción en cadena, al igual que el asesinato de un emperador en Sarajevo en 1914.