Vladimir Putin viajó este lunes a Minsk para reunirse con el líder bielorruso, Alexander Lukashenko, mientras crece el temor en Kyiv de que Moscú esté presionando a uno de sus aliados más cercanos para que se incorpore a una nueva contraofensiva terrestre contra Ucrania. Es la primera visita oficial de Putin desde 2019, según informó el Kremlin el objetivo del encuentro es discutir con su homólogo la situación político-militar de ambas naciones.

La vecina Bielorrusia ha servido como hogar para las tropas rusas y el equipo militar desde principios de año. En enero el Gobierno de Minsk anunció que 30.000 tropas rusas se habían trasladado al país, el mayor despliegue de Moscú en territorio bielorruso desde el final de la Guerra Fría. Otro contingente fue trasladado a Bielorrusia en octubre para realizar ejercicios tácticos de batallón conjuntos, informó la agencia de noticias rusa Interfax, citando al Ministerio de Defensa ruso.

Desde el inicio de la invasión, Bielorrusia proporcionó a las fuerzas del Kremlin una plataforma para enviar miles de tropas terrestres rusas a Ucrania, mientras que aviones de guerra rusos también han utilizado sus bases aéreas. Durante la mañana del lunes el Ejército bielorruso anunció la finalización de los ejercicios militares rápidos, que Lukashenko había ordenado para verificar la “preparación para el combate” de sus fuerzas.

Las última encuesta conocidas del Belarusian Analytical Workroom (BAW) de Andrei Vardamatski, un conocido sociólogo bielorruso ahora exiliado en Polonia, asegura que tan solo el 11% de la población está a favor de una participación directa de Bielorrusia en Ucrania. Aunque la entrada en el conflicto podría significar un riesgo político para Lukashenko y llamar a protestas en las calles hasta convertirse en un problema social, el líder bierlorruso ya ha demostrado en el pasado tener cero tolerancia a la oposición de su “statu quo”. Desde febrero, grupos de empleados ferroviarios han organizado sabotajes a las líneas de trenes para impedir el tránsito de tropas rusas y equipo militar a Ucrania. Después de esto Lukashenko cambió la legislación para que este tipo de actos estén sujetos a la pena de muerte. Los cortes siguen ocurriendo a la vez que voluntarios bielorrusos se han alistado al Ejército ucraniano y ya luchan en distintas unidades. Muchos de estos voluntarios creen que una victoria ucraniana abrirá el camino a una Bielorrusia libre y que un triunfo de Moscú condenaría a su país.

Después de la celebración de las elecciones presidenciales el 9 de agosto de 2020, las calles de todo el país se llenaron de manifestantes que no aceptaban el resultado de unos comicios que dieron como ganador a Lukashenko. La comunidad internacional considera estas votaciones como fraudulentas. La fuerte represión en las calles llevaron al régimen de Lukashenko al aislamiento internacional y dejaron a Bielorrusia en una posición de país vasallo del Kremlin. La financiación del Kremlin al gobierno de Lukashenko es parte de una inversión para mantener dentro de su esfera de influencia a un Estado estratégico para la continuación de la guerra en Ucrania.

Esta asociación presenta también un desafío importante para la Alianza como garante de la seguridad en la región; Bielorrusia comparte frontera con Polonia, Letonia y Lituania, tres miembros de la OTAN. Durante el último año Lukashenko ha invitado a las tropas rusas a las puertas de estos países. Mientras las tropas rusas permanezcan en suelo bielorruso, Putin tendrá los medios para amenazar a Kyiv y a la OTAN, desde cerca.

Las autoridades ucranianas temen que esta reunión podría acelerar una estrategia de ataque al país desde el norte, Kiev está a 225 kilómetros de la frontera con Bielorrusia. Se cree que Bielorrusia tiene arsenales de armas de la era soviética que podrían ser útiles para Moscú, mientras que Lukashenko necesita ayuda con la economía en crisis de su país.

Desde Bielorrusia podría repetirse una estrategia de ataque para tomar Kyiv, parecida a la llevada a cabo al inicio de la invasión, y a la OTAN con un punto clave: el corredor de Suwałki. Este punto clave en territorio OTAN de 70 kilómetros a lo largo de la frontera polaco-lituana, conecta Bielorrusia con el enclave ruso de Kaliningrado y a los países bálticos con el resto de la OTAN en Europa. Si las fuerzas rusas se hicieran con el control de este corredor desde cualquiera de los dos lados, no solo tendrían una ruta rápida hacia Polonia o Lituania, también podrían aislar a los miembros bálticos de la OTAN del resto de la alianza.

En vísperas de la visita del líder ruso, Lukashenko recalcó que la “soberanía e independencia” de su país no estaba en discusión, mientras los expertos internacionales creen que el viaje de Putin sirve para empujar a Bielorrusia a la guerra de Ucrania. “Nos estamos preparando para todos los escenarios posibles de defensa” declaró Volodimir Zelenski tras una reunión el domingo del alto mando militar ucraniano. “Proteger nuestra frontera, tanto con Rusia como con Bielorrusia, es nuestra prioridad constante” aseguró.

Funcionarios ucranianos han advertido los últimos meses sobre la posibilidad de que Bielorrusia, uno de los aliados más cercanos de Rusia, podría unirse a las fuerzas rusas y servir nuevamente como plataforma de lanzamiento para un nuevo ataque para formar un segundo frente en la guerra de meses. El equipo de Zelenski se prepara para posibles ataques mientras se enfrenta a una lluvia de bombardeos con drones. Después de que el suministro de calefacción fuera parcialmente restaurado en la capital ucraniana, Kiev sufrió varias explosiones en las afueras de la ciudad, también fueron objeto de bombardeo ruso las regiones de Dnipropetrovsk, Sumi y Jersón. No se reportaron víctimas mortales, pero sí daños a al menos una planta de energía en Kyiv. Moscú ha atacado la infraestructura energética ucraniana desde octubre como parte de una estrategia para tratar de dejar al país sin calefacción ni luz durante el invierno extremadamente frío.