Líbano

Los 50 años de la guerra del Líbano

Se cumplen 50 años del inicio de la sangrienta contienda

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Presidente libanés reivindica al Estado como único defensor en el aniversario de la guerraAntonio Navarro

En el Líbano las efemérides de la tragedia y el trauma se suceden y acumulan. Abruman y se pierde la cuenta. Una guerra como la civil libanesa (1975-1990) dan para demasiadas fechas luctuosas. Una contienda sectaria, multinacional y multifrente es toda ella una efeméride de quince años en sí misma. Luego ha habido en esta desgraciada franja costera del Mediterráneo oriental otras guerras entre Israel y Hizbulá, la milicia proiraní que acabó siendo más poderosa y legendaria que los ejércitos de la región, ocupaciones israelíes y sirias y hasta una explosión de dimensiones nucleares en el puerto de Beirut.

Ello explica quizá que el recuerdo del 13 de abril de 1975, del que se cumple medio siglo, vaya a pasar desapercibido para la mayoría de los libaneses de hoy, obligados por salud mental a no reincidir en los traumas pasado para poder seguir adelante. No se espera un gran acto oficial ni discursos grandilocuentes. Pero no es una efeméride cualquiera: los historiadores coinciden en afirmar que lo sucedido en la mañana de aquel domingo de hace medio siglo en Ayn el Remmaneh, fortín maronita del sur de Beirut, fueron el desencadenante de uno de los más largos, complejos y cruentos conflictos bélicos de la historia.

Una guerra de quince años

Sobre lo ocurrido aquel domingo ya se ha contado casi todo, aunque cada libanés tiene su matiz, su versión propia de los hechos. «Por la mañana, hombres de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desfilan en coche por delante de una iglesia en Ayn el Remmaneh. Escándalo, pero regreso a la calma. Vuelven armados y lanzan disparos al aire en dirección al atrio de la iglesia. Cuatro muertos y una cólera ciega. Justamente el género de cólera capaz de desencadenar una guerra de quince años sin resuello», escribía este jueves la columnista Fifi Abou Dib en portada del diario libanés L’Orient-Le Jour.

Uno de los muertos era uno de los guardaespaldas del fundador de las Falanges libanesas y líder maronita Pierre Gemayel, que en ese momento se encontraba en el interior de la iglesia greco-católica de Nuestra Señora de la Salud en la celebración de un bautizo que servía, a su vez, de inauguración del modesto lugar de culto (sito en los bajos de un edificio de viviendas). La tensión en Beirut era máxima desde hacía semanas.

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LíbanoAntonio Navarro

Horas más tarde, a la una del mediodía, un autobús lleno de palestinos simpatizantes de la OLP decidía pasar por la misma calle de Ayn el Remmaneh de vuelta de un acto de la organización camino del campamento de Tel al Zataar cuando pasar por el barrio de mayoría cristiana no era la ruta habitual. «¿Por qué precisamente por allí? ¿Qué diablo inspiró al conductor (…) para atravesar ese barrio cristiano?», se preguntaba el articulista del citado cotidiano francófono. La misma pregunta que alguna vez se ha hecho cada libanés. Al pasar por delante de la iglesia, un grupo de milicianos falangistas abriría fuego contra el vehículo donde viajaban los fedayín acabando con la vida de 27 de ellos. A partir de ese momento todo es historia. La peor de las historias.

Echar la vista atrás es obligación del cronista siempre al quite y a la caza de efemérides, números redondos. Para los beirutíes y libaneses en general la obligación es más bien la contraria. Cincuenta años después, como no puede ser de otra manera en la ciudad que renace y renace cada vez más cansada de jugar el mismo papel de ave fénix, la vida sigue en Ayn el Remmaneh, donde unas pancartas colgadas de un lado a otro de las calles principales recuerdan los «cincuenta años de resistencia libanesa» como único recordatorio -y sin hacer mención explícita a la guerra- de lo sucedido.

"Trata el tema con cuidado"

Otrora un barrio de rica vida cultural y comercial, Ayn el Remmaneh es hoy metáfora de la decadencia de Beirut y el Líbano. Lindante con el Dahiyeh, suburbio de mayoría chiita donde Hizbulá impone su ley desde hace décadas, Ayn el Remmaneh es hoy un modesto distrito de ritmos aparentemente tranquilos y, como entonces, indisimulado orgullo cristiano.

La simbología de las Fuerzas Libanesas, el principal partido de base maronita en el Parlamento, y cristiana en forma de cruces, efigies de la virgen María, San Chárbel y San Marún es omnipresente. El párroco de la nueva iglesia de Nuestra Señora de la Salud nos enseña el interior, un esqueleto de muros y techos de cemento, de lo que algún día será el templo.

«Hace falta mucho dinero », nos explica. «Trata el tema con cuidado», es el consejo y la súplica de los amigos libaneses tras el paseo por Ayn el Remmaneh y la idea de escribir unas líneas sobre la efeméride. Hace ya mucho, medio siglo, de aquel domingo de abril de 1975, pero las heridas, aquellas, siguen siendo las de hoy en este malhadado rincón del mundo cuyas gentes solo quieren poder vivir en paz.