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África

Acuerdo de paz entre RDC y Ruanda: ¿Fin del conflicto o nueva etapa de inestabilidad en el Congo?

El pacto se firmará este viernes en Washington

RDCongo.- RDC y Ruanda alcanzan un acuerdo de paz inicial a la espera de su firma "ministerial" la próxima semana EUROPAPRESS

En medio de un escenario de violencia crónica, desplazamientos masivos y una lucha constante por el control de los recursos congoleños, hoy se firma en Washington el esperado acuerdo de paz entre República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda. Se trata de un gesto histórico que, pese a su gran carga simbólica, aparece acompañado de escepticismo y de múltiples heridas aún abiertas en el campo de batalla. El acuerdo ha sido mediado por Estados Unidos y Qatar, y pretende poner fin a una cadena de enfrentamientos que han desangrado al este congoleño durante décadas.

Desde que ambas partes manifestaron en el pasado abril su voluntad de negociar, el proceso ha avanzado con pasos muy lentos y no siempre fructíferos. Son demasiados actores en esta tragedia y no todos se han sentado en la mesa de negociaciones. El documento firmado hoy incluye compromisos clave que la administración de Donald Trump anuncia como una victoria diplomática: respeto a la integridad territorial congoleña, el cese de hostilidades, la integración condicional de los grupos armados que operan en la zona y una hoja de que dirija las futuras relaciones económicas entre RDC y Ruanda. También se contempla la creación de un Mecanismo Conjunto de Coordinación de la Seguridad, con base en el CONOPS del 31 de octubre de 2024.

Pero la situación no ha cambiado sobre el terreno. Las últimas semanas se registraron nuevos enfrentamientos entre el M23 y milicias wazalendo cerca del aeropuerto de Bukavu, con civiles asesinados y comunidades desplazadas (una vez más). La guerra no ha dado tregua mientras se firmaban los papeles de la paz. Asimismo, continúan los arrestos y las ejecuciones realizados por el M23, que continúa, sin visos a un final, consolidado su control de los territorios conquistados en el este del Congo en los últimos meses.

El acuerdo nace sin contar con todos los actores involucrados. Grupos como los Wazalendo (milicias congoleñas aliadas del gobierno y protagonistas en el campo de batalla) han denunciado en repetidas ocasiones su exclusión del proceso. Es su opinión que este acuerdo se trata de una paz diseñada desde arriba, es decir, firmada sin consultar a quienes han sostenido la defensa del territorio. Se sienten abandonados y sus líderes han comunicado su escepticismo.

No duda de que no será una paz duradera, por no abordar las causas principales del conflicto: la pobreza extrema, la exclusión y la falta de justicia social. La historia reciente de RDC está repleta de grupos progubernamentales que, tras sentirse traicionados por Kinshasa, pasaron a la insurgencia. Ocurrió con los Mai-Mai. Podría volver a ocurrir.

EE UU cree que el acuerdo le permitirá contrarrestar la influencia china

Estados Unidos, principal impulsor del acuerdo, ve en él la posibilidad de contrarrestar la creciente influencia china en la región y de asegurarse el acceso a minerales estratégicos necesarios para la industria tecnológica y de defensa. A cambio de su mediación, en definitiva, Washington aspira a contratos en sectores clave como el litio y el cobalto. Qatar, por su parte, afianza su presencia diplomática en África, donde ya posee importantes inversiones en la aviación comercial ruandesa.

Uno de los puntos más controversiales del acuerdo es el comercio de minerales. Según fuentes diplomáticas, la firma implica que se permitiría que el procesamiento legal de las materias primas congoleñas en suelo ruandés. Para muchos congoleños, como es de imaginar, esto significa deslocalizar el valor añadido de sus recursos y perpetuar una relación de dependencia económica disfrazada de integración regional.

La MOSSAC, una coalición de líderes civiles y abogados congoleños, ha calificado el pacto como una "renuncia a la soberanía" nacional, mientras que organizaciones internacionales e incluso parlamentarios europeos cuestionan si la firma supone una legitimación del M23.

Más de cuatro millones de desplazados

El acuerdo que hoy se firma reconoce de facto los avances del M23 en el terreno y parece premiar, en cierto modo, su uso de la violencia como mecanismo de presión. Que Ruanda salga beneficiada tras apoyar a una milicia responsable de masacres, violaciones y saqueos lanza un mensaje funesto a la población congoleña: atacar a RDC puede tener recompensa.

La firma del acuerdo es un paso, pero no es la llegada. El M23 no se ha retirado de los territorios ocupados. Los grupos armados no estatales siguen operando con impunidad. Más de cuatro millones de personas permanecen desplazadas. Y el pueblo congoleño, que ha soportado durante décadas el peso de una guerra sin final, aún no ha sido escuchado. La paz, si llega, tendrá que pasar por muchas más firmas, compromisos reales y, sobre todo, por la voluntad de incluir en las conversaciones a quienes han sido excluidos hasta ahora. Porque en el Congo, la paz no se decreta a golpe de tuit en un despacho en Estados Unidos: se construye sobre el terreno.