Asia
Alarma en Tokio: 18.000 hormigas de fuego procedentes de China desatan temores de posible guerra biológica
Se trata de 18.000 ejemplares de Solenopsis invicta, detectadas y exterminadas tras su llegada en un contenedor procedente de Xiamen
Un cargamento procedente de China ha desatado el caos en el corazón logístico de Tokio. En el muelle de Aomi, un contenedor llegado del puerto de Xiamen ha revelado una amenaza insidiosa: unas 18.000 hormigas de fuego, una especie invasora letal, acompañadas de miles de huevos y larvas, listas para colonizar. Este hallazgo, uno de los mayores registrados en Japón, ha encendido todas las alarmas, no solo por su impacto ecológico, sino por las crecientes sospechas de un acto deliberado de sabotaje biológico, según expertos que agitan el debate en redes.
El pasado 26 de septiembre, operarios portuarios detectaron una cuarentena de hormigas en la superficie de un contenedor descargado en Tokio. La inspección posterior, liderada por el Ministerio de Medio Ambiente, destapó una pesadilla: más de 10.000 hormigas obreras, junto a 8.000 huevos, larvas y pupas, desplazándose hacia la vegetación circundante. El volumen es colosal, sólo superado por un caso en 2022 en Fukuyama, donde decenas de miles de ejemplares fueron erradicados. Las autoridades actuaron con rapidez, fumigando y conteniendo la plaga, pero el daño potencial es innegable.
Las hormigas de fuego (Solenopsis invicta), originarias de Sudamérica, no son un enemigo menor. Su picadura, capaz de provocar un dolor ardiente, inflamaciones graves y, en casos extremos, choques anafilácticos mortales, las convierte en una amenaza sanitaria y ecológica. Desde su detección en Japón en 2017, se han registrado 165 brotes en 20 prefecturas, evidenciando la dificultad de frenar su avance. Los centros portuarios, puertas de entrada del comercio global, se han convertido en el frente de batalla, con medidas reforzadas para evitar su propagación.
Sin embargo, el incidente trasciende lo medioambiental y se adentra en un terreno geopolítico inquietante. En plataformas como X, voces como la de la doctora Li-Meng Yan han señalado este episodio como un posible "ensayo de guerra biológica" orquestado por el Partido Comunista Chino. Según Yan, el uso de contenedores como vectores, el impacto ecológico, el pánico social y la coartada de un "accidente natural" encajan en una estrategia de bioguerra de bajo coste y alta disrupción. Edward Haugland, otro analista, refuerza esta narrativa, vinculando el caso a otros incidentes con especies invasoras atribuidas a China, como ranas o la mosca linterna moteada, e incluso al hallazgo de un supuesto laboratorio de bioarmamento en California.
Aunque estas acusaciones no han sido corroboradas, la tensión es palpable. El Ministerio de Medio Ambiente y la Oficina Portuaria de Tokio han prometido "máxima vigilancia" para proteger a la población, pero el debate en redes no cesa. En un mundo donde las fronteras entre accidente y estrategia se difuminan, este episodio plantea la duda de si esta invasión es un error logístico o un movimiento calculado en el tablero global.