Rebelión

Cuba: más represión y exilio un año después del estallido social que puso en jaque al régimen

El gobierno de Díaz-Canel ha diezmado a la oposición, pero afronta una etapa crítica para su futuro

Miles de cubanos salieron a las calles en varias ciudades del país el 11 de julio de 2021 para pedir libertad
Miles de cubanos salieron a las calles en varias ciudades del país el 11 de julio de 2021 para pedir libertadEFEAgencia EFE

Un año después de las protestas multitudinarias del pasado 11 de julio que recorrieron toda la isla de Cuba y sacudieron los cimientos del régimen castrista, los cubanos siguen bajo el yugo de la miseria y la dictadura. El gobierno, ahora encabezado por Miguel Díaz-Canel, respondió a la contestación con una ola represiva implacable que ha llevado a centenares de personas a la cárcel y ha restado capacidad de movilización a la oposición.

Las privaciones y la falta de libertad siguen siendo la tónica dominante y las caras más visibles de la insurrección que puso los pelos de punta a la nomenclatura cubana han sucumbido a la eficacia en la represión de un estado que falla en casi todo lo demás.

Los últimos represaliados han sido el músico Maykel “Osorbo” Castillo y el artista Luis Manuel Otero Alcántara, dos de las figuras más populares del colectivo disidente conocido como Movimiento San Isidro.

“Osorbo” fue uno de los músicos que dio voz a la canciónPatria y vida”, una denuncia musical del desastroso legado de seis décadas de castrismo que se convirtió en un himno mundial por la libertad de Cuba y le llevó a ser galardonado con dos premios Grammy Latinos. Un tribunal de Marianao lo condenó recientemente a nueve años de cárcel por «atentar contrala dignidad de las altas autoridades del Estado».

Otero Alcántara, fundador del Movimiento San Isidro, lleva años sufriendo detenciones y procesos penales por utilizar sus escenificaciones artísticas para denunciar la falta de libertades en Cuba. Fue condenado a cinco años por los delitos de ultraje a los símbolos de la patria, desacato y desórdenes públicos.

Amnistía Internacional aseguró en un comunicado que «el juicio contra Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel ‘Osorbo’ Castillo es un vergonzoso ejemplo de la crisis de derechos humanos provocada por la política de represión del gobierno cubano desde hace décadas».

Osorbo y Otero Alcántara son las dos últimas víctimas de la maquinaria judicial cubana, que en el último año ha trabajado a pleno rendimiento para resolver juicios exprés contra los detenidos por participar en las protestas de julio, que han ido ingresando en los penales cubanos por decenas. Se trata en la mayoría de casos de jóvenes a los que se ha acabado procesando por delitos que van desde los desórdenes públicos hasta la sedición.

Otros acabaron tomando el camino del exilio para evitar el acoso del régimen, como el dramaturgo Yunior García, que se asiló en España después de semanas convertido en principal objetivo de los ataques del gobierno. Según Bert Hoffmann, experto en América Latina del Instituto Alemán de Estudios Globales, «el descontento ha abandonado en gran medida el país», lo que perjudica la capacidad de organización de la disidencia.

No le dejaron tiempo de marcharse a ZIdan Batista, un joven que murió abatido por la Policía en Santa Clara el pasado viernes. Según la versión oficial, Batista amenazó con un machete a los agentes, pero su familia lo niega y vídeos que han circulado en las redes sociales lo muestran tendido en el suelo, herido de muerte, mientras la policía contiene a porrazos a los vecinos que tratan de auxiliarlo.

El caso de Batista ha vuelto a poner de manifiesto la tensión racial latente en Cuba que ya quedó patente en las protestas de julio de 2021, cuando muchos de los más activos fueron jóvenes negros que viven en los barrios más marginados de La Habana y otras ciudades del país.

El presidente Miguel Díaz-Canel ha tratado de acallar el descontento con la promesa de un plan para modernizar esos barrios, pero una vez más, el régimen cubano se está mostrando mucho más eficiente en reprimir a la disidencia que en generar desarrollo.

Con una economía que continúa catatónica pese al levantamiento de las restricciones al turismo impuestas en lo peor de la pandemia, el éxodo no deja de crecer. Desde el pasado octubre han llegado a la frontera sur de Estados Unidos casi 79.000 cubanos, más que en los dos años anteriores juntos, según las cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.

Y mientras en las calles se sufre, en la cúpula del poder continúa el relevo sigiloso de la vieja generación de barbudos guerrilleros del «Gramma» por una de burócratas más jóvenes como Díaz-Canel, a la espera de ver si Raúl Castro, ya apartado de los cargos orgánicos pero todavía líder de facto del régimen, sigue cumpliendo años. Ya va por 91.

Esa partida de ajedrez entre bambalinas perdió la semana pasada a uno de sus peones más importantes con la muerte inesperada del general Luis Rodríguez López-Calleja, hombre de confianza de Raúl Castro y gestor delegado del gigantesco conglomerado empresarial de las Fuerzas Armadas.

La Cuba post castro sigue cocinándose, pero todos los indicios apuntan a que se parecerá mucho a la anterior. Lo que sí ha cambiado es la actitud Estados Unidos desde que Joe Biden sucedió a Donald Trump en la presidencia. Biden se tomó alrededor de un año para culminar su revisión de la política cubana de Washington y anunció el levantamiento de la prohibición de rutas aéreas entre Cuba y Estados Unidos y de los límites a las remesas impuestos por su predecesor.

Eso significará oxígeno en lo económico para un régimen que sabe que afronta un futuro incierto y que el descontento no ha desaparecido de sus calles, por más que por el momento no sea visible y la mayoría de concentraciones para conmemorar lo ocurrido el 11 de julio hayan sido convocadas fuera de Cuba por opositores exiliados.