Elecciones de alto voltaje

«Ecuador ha dejado de ser una excepción de América Latina como un país en paz»

Trece millones de ecuatorianos elegirán mañana a su nuevo presidente en plena espiral de violencia. LA RAZÓN reúne a un grupo de votantes en España

Guillermo Lasso activó en mayo la «muerte cruzada», un mecanismo constitucional que hizo saltar por los aires la legislatura dos años antes de lo esperado. El presidente de Ecuador evitó un juicio político que hubiera desembocado en su destitución en la Asamblea Nacional por haber tolerado un caso de corrupción. Ni siquiera quiso postularse a la reelección. Su lugar lo ocupará uno de los ocho candidatos que compiten este domingo en unas elecciones presidenciales atípicas. El país andino, atribulado por décadas de corrupción, una delicada situación económica y los elevados índices de violencia, está al borde de la extenuación.

«Es indescriptible lo que están viviendo, y nosotros desde afuera sufriendo por lo que pasa en nuestro país», lamenta Eduardo Plaza, natural de Esmeraldas. «Estamos viviendo una guerra», subraya por su parte Aida Quinatoa, de la provincia de Bolívar, del cantón Chillanes. Las cifras no van desencaminadas: entre los meses de enero y junio se han registrado 3.513 asesinatos. Sonia Ávila, nacida en el cantón Pasaje de la provincia de El Oro, atribuye la responsabilidad al legado del expresidente Rafael Correa: «Sus políticas permitieron que penetrara el narcotráfico». Cruz Zhimnay, del cantón Sígsig de la provincia de Azuay, también impugna la herencia del correísmo. «Nosotros, que estamos fuera, nos sentimos impotentes. No sabemos cómo ayudar», traslada a LA RAZÓN.

Los cuatro coinciden en dos cosas: en el diagnóstico de la crisis y en que residen desde hace más de dos décadas en España. Proceden de tradiciones políticas distintas, pero convergen en la plataforma Pueblo en Acción, que da cabida a todas las sensibilidades. Luchan por un Ecuador más democrático que salga de la espiral de violencia.

Plaza llegó a España en 1996. «Ya entonces empezaba a sentirse una aguda crisis económica porque justo el año anterior tuvimos un conflicto con el Perú», recuerda. Mantiene familiares en Ecuador, con quienes está en contacto diario. «Intercambiando noticias, opiniones sobre lo que está sucediendo». ¿Y qué está sucediendo? «Una cosa totalmente impensable. Hace unos cuantos años decíamos, y nos vanagloriábamos, de que Ecuador era una excepción, un país de paz. Sin embargo, ahora nos vemos profundamente afectados por estos grupos delincuenciales». Preguntado por los asesinatos de políticos, responde: «Lo veíamos venir. Estamos siguiendo el patrón de lo que ha pasado en Colombia o en México». Y piensa: «Para tratar el tema de la violencia en Ecuador es importante también hacer un análisis retrospectivo».

Ávila también lo cree así. Pero antes, se confiesa: «Fui militante de Alianza País en la época de Rafael Correa, cuando fue presidente del Ecuador». Los casos de corrupción le hicieron tomar distancia. Ahora se considera excorreísta: «Soy bastante crítica con toda su gestión. Tiene mucha responsabilidad de lo que estamos viviendo hoy en el Ecuador». Y dispara: «Las decisiones de incluir la ciudadanía universal, de desmantelar la base militar de Estados Unidos en Manta o de aprobar la tabla de consumo de drogas permitieron que penetrara el narcotráfico».

Quinatoa denuncia que detrás de los distintos gobiernos ha estado «la derecha criolla». Pero responsabiliza a Correa: «Él dice que le persiguen, pues yo le digo: “demuéstreme”. Otros presidentes que se han enfrentado a situaciones parecidas han permanecido en su país. Por ejemplo, el caso de Lula en Brasil. Han estado ahí, han luchado junto a su pueblo. Este señor no», comenta en alusión al «lawfare» del que dice ser objeto el expresidente, condenado por un caso de corrupción a ocho años de cárcel y 25 de inhabilitación en 2020. Está exiliado en Bélgica.

Desencanto

Quinatoa tampoco quiere saber nada de partidos políticos: «Nosotros hemos decidido no apoyar a ningún candidato, pero estamos en el espectro de la centroizquierda. Puede ser el compañero Yaku Pérez, Otto [Sonnenholzner] o la candidatura de Fernando Villavicencio». Pero votará por este último, de la misma forma que Ávila, Zhimnay y Plaza. Lo harán en reconocimiento de «la labor inmensa que vino haciendo durante muchos años y como forma de honrar su lucha». Aunque reconocen estar «un poco huérfanos».

Votarán, sin embargo, por el íntimo amigo del desaparecido Villavicencio, Christian Zurita, cuya candidatura fue aprobada «in extremis» por un Consejo Nacional Electoral (CNE) del que algunos dudan. Ávila siembra la duda del fraude. Todavía sospecha del asesinato de Villavicencio: «Todo está premeditado para desestabilizar al país, a la democracia, y de alguna forma poder llegar al poder como sea». «No digo que sea Correa, sino las bandas organizadas afines al correísmo», matiza.

Pero las elecciones presidenciales van más allá del correísmo versus anticorreísmo, la fractura que ha condicionado la política ecuatoriana durante los últimos 14 años. «Más del 50% de la población dice que la inseguridad es el principal problema», traslada a este periódico la académica y analista de comunicación política Caroline Ávila, «y el candidato que ha enarbolado esta bandera es Jan Topic».