Estados Unidos

Sin armas ni un plan elaborado: así se cometió el crimen que ha puesto en jaque al FBI

La chapuza de una cárcel de Nueva Orleans, con personal escaso y cámaras rotas, permitió una fuga de película que ha tardado cinco meses en resolverse con la captura del último y más peligroso prófugo

Agente del FBI
Agente del FBIArchivoArchivo

Un tercio de las cámaras de seguridad inutilizables, cerraduras defectuosas y una alarmante falta de personal. Este fue el cóctel de negligencias que permitió una de las fugas carcelarias más sonadas de los últimos tiempos en Estados Unidos. El suceso no fue fruto de un plan maestro, sino la consecuencia directa de un sistema penitenciario en Luisiana que, como se demostró, hacía aguas por todas partes y que ha puesto en un serio entredicho a sus responsables.

En este contexto de abandono, a diez reclusos les bastó con abrir pacientemente un boquete detrás de un inodoro para alcanzar la libertad. La incompetencia llegó a tal extremo que el personal del centro penitenciario de Nueva Orleans no se percató de la ausencia de los presos hasta siete horas después de que se produjera la evasión, durante el recuento rutinario de la mañana. Una demora que resultó crucial para que los fugados pudieran poner tierra de por medio.

De hecho, una vez activada la alerta, se desplegó un formidable dispositivo que implicó a agencias locales, estatales y federales. El esfuerzo coordinado dio sus frutos relativamente pronto, logrando la detención de nueve de los diez fugitivos en las seis semanas posteriores a los hechos. Sin embargo, la investigación posterior reveló un panorama desolador que incluía una vigilancia a todas luces insuficiente para un centro de estas características.

La caza del último y más peligroso fugitivo

Por otro lado, la operación se centró entonces en dar con el paradero del único hombre que quedaba en la calle: Derrick Groves, de 28 años. Su captura se convirtió en una prioridad absoluta para el FBI, que llegó a ofrecer una recompensa de 50.000 dólares por cualquier información que condujera a su arresto. No era para menos, pues Groves cumplía una condena de cadena perpetua por asesinato y era considerado el más peligroso de todo el grupo.

Finalmente, la persecución, que se extendió durante casi cinco meses, concluyó con su detención en Atlanta, a unos 700 kilómetros de la prisión de la que se había fugado. El desenlace de esta historia, sin embargo, no afecta solo a los evadidos. Además de los nuevos cargos que afrontan, que podrían sumar entre dos y cinco años a sus condenas, otras dieciséis personas han sido acusadas formalmente de colaborar en la fuga, ya fuera proporcionando cobijo o los medios necesarios para mantenerse ocultos.