Elecciones

Taiwán desafía a China al elegir a un nuevo presidente que Pekín califica como un «provocador separatista»

William Lai Ching-te derrota con el 40,1% de los votos a dos candidatos más proclives a emprender un acercamiento con Pekín

En un hito político sin precedentes, el Partido Democrático Progresista de Taiwán logró el sábado una destacada victoria en las elecciones presidenciales, tras una ajustada carrera a tres bandas, conquistando así un inaudito tercer mandato consecutivo desde que se introdujeron los comicios democráticos presidenciales en 1996. La determinación de una mayoría electoral brilló en medio de las amenazas y tensiones procedentes de China, demostrando que no se doblegarán ante la intimidación. En un ambiente cargado de apuestas geopolíticas, millones de ciudadanos acudieron para enviar un mensaje inequívoco: están dispuestos a proteger y defender su democracia frente a cualquier adversidad. En este nuevo capítulo, con la sombra del régimen comunista acechando, el Gobierno debutante deberá trazar una estrategia astuta y forjar alianzas sólidas a nivel internacional para salvaguardar su soberanía y garantizar la paz en la región.

El actual vicepresidente del PDP, WilliamLai Ching-te, derrotó con el 40,1% de los votos a dos candidatos partidarios de estrechar los lazos con Pekín, lo que apunta a que, para la mayoría, la antipatía hacia China pesa más que el creciente descontento por la economía y otras cuestiones internas. Pero, a pesar de la conquista de tres mandatos, los expertos señalan que no logró expandir su apoyo más allá de su base tradicional de seguidores. Los partidos de la oposición obtuvieron el 59,8% de los votos, lo que refleja un creciente cansancio hacia el partido gobernante y plantea nuevos desafíos. Además, es probable que se enfrente a la división en el parlamento de 113 escaños, lo que dificultará el avance de su agenda política.

En su discurso de victoria, un carismático Lai reconoció que su partido había perdido la mayoría en la legislatura y aseguró que estudiaría las políticas de sus oponentes para incorporarlas a las suyas. «El pueblo espera un gobierno eficaz y un sistema de contrapesos y salvaguardias sólido. Comprendemos y respetamos plenamente estas opiniones», declaró. Asimismo, reiteró su intención de mantener el statu quo con China y preservar la paz en Taiwán. «Utilizaremos los intercambios para sustituir a las obstrucciones, el diálogo para sustituir a la confrontación y proseguiremos con confianza los intercambios y la cooperación con China», afirmó.

Este médico de profesión, de 64 años, asumirá su cargo en un momento especialmente tenso, dado que la soberanía de la isla autogobernada se ha convertido en un punto álgido en el deterioro de las relaciones entre las dos superpotencias, Estados unidos y China, lo que hace temer un posible conflicto militar que podría extenderse rápidamente a toda la región Asia-Pacífico. Esto ha hecho que mantener la paz en el estrecho de Taiwán sea una tarea complicada para la próxima administración de Taipéi.

El liderazgo de Lai, al que China califica de «instigador de la guerra», ha permitido al partido gobernante capitalizar el apoyo popular, gracias a su enfoque progresista y su firme compromiso con los valores democráticos. Con una campaña enérgica y una plataforma centrada en el desarrollo económico, la justicia social y la estabilidad regional, han logrado ganarse la confianza del electorado. Sin embargo, esta victoria no ha sido conquistada sin superar obstáculos, pues China, que reclama la soberanía sobre Taiwán, ha intensificado sus esfuerzos para presionar y socavar el proceso electoral en la «isla rebelde».

El sufragio se celebró en medio de un aumento de las tensiones en la región, de rápido deterioro de las perspectivas geoeconómicas y de creciente intimidación militar por parte del Ejército Popular de Liberación (EPL). Así concluyen ocho años de liderazgo de la actual presidenta, Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresista (PDP), limitada a dos mandatos de cuatro años. Comienza, por tanto, una nueva era, en la que el nuevo líder se enfrentará a un entorno exterior cada vez más complejo, una cúpula china beligerante y unas inminentes elecciones presidenciales estadounidenses que podrían suponer la reelección de Donald Trump.

Asimismo, la importancia de Taiwán en la actual rivalidad entre Estados Unidos y China se ha puesto de manifiesto en los movimientos militares y la retórica de las dos primeras potencias mundiales a pocos días de estas controvertidas presidenciales. Esta semana, cuatro globos espía chinos cruzaron la línea mediana que separa la isla autónoma de China, mientras diez aviones y cuatro buques de guerra patrullaban el estrecho.

La postura de Pekín hacia Lai es inequívoca: desde hace tiempo lo considera un «secesionista irremediable» que, en complicidad con «fuerzas externas» –es decir, Estados Unidos–, buscará promover la plena independencia tras su elección. Al igual que su predecesora, Lai se ha negado a respaldar el principio de «una sola China», un criterio fundamental para Pekín a la hora de categorizar a los políticos como aliados o adversarios.

No obstante, en un intento de mostrar su buena voluntad hacia Pekín, Lai declaró que Xi Jinping es el líder mundial con el que más le gustaría cenar. Además, rebajó el tono de un eslogan de su campaña, de «resistir a China y proteger a Taiwán» a «proteger pacíficamente a Taiwán». Como observó Nathan Batto, politólogo afincado en Taiwán, «las élites políticas que apoyan la independencia han llegado en gran medida a la misma conclusión que la población del país. En lugar de desafiar quijotescamente el statu quo, la mayoría han decidido que cualquier diferencia entre su posición ideal y el statu quo es menor, y que no merece la pena luchar por ella».

La elección de Hsiao Bi-khim como compañero de fórmula también puede interpretarse como un esfuerzo por asegurar a la Casa Blanca que gestionará con responsabilidad las relaciones entre ambos lados del estrecho. La experiencia de Hsiao, que fue representante de Taiwán en Estados Unidos entre 2020 y 2023, le ha permitido trabajar tanto con la administración Trump como con la de Biden.

En opinión del PDP, la vía más eficaz para garantizar la paz a ambos lados del estrecho es mejorar las defensas taiwanesas. En consonancia con esta idea, la administración de Tsai aumentó en los últimos siete años el presupuesto de defensa del 2% al 2,5% del PIB, ha ampliado el servicio militar obligatorio de cuatro meses a un año, ha iniciado reformas del sistema de reservas, ha dado prioridad a la adquisición de capacidades asimétricas como misiles, y ha impulsado el desarrollo de capacidades autóctonas como submarinos, aviones no tripulados y minas. La renovada presidencia implicará un aumento de los fondos militares, el compromiso de mantener el servicio militar obligatorio, el impulso hacia capacidades asimétricas y el desarrollo de la industria nacional de defensa.

Por su parte, Washington mantiene una política conocida como de «ambigüedad estratégica». Reconoce que China reclama la isla de 23 millones de habitantes, pero no la respalda. Tampoco reconoce a Taiwán como país, pero sí mantiene comunicaciones gubernamentales con Taipéi y le vende armamento de defensa. Los funcionarios estadounidenses se niegan a declarar explícitamente si ofrecerían ayuda militar en caso de conflicto, tanto para disuadir al gigante asiático de una posible invasión como para que Taiwán declare formalmente su independencia.

Pero en los últimos años, Pekín ha acusado a Estados Unidos de alejarse de esa política y de envalentonar discretamente a la isla para que persiga la temida independencia. Cabe recordar que, cuando la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taipéi en agosto de 2022, el Gobierno chino respondió con fiereza lanzando ejercicios militares sin precedentes en torno a Taiwán y suspendiendo las importaciones de algunos productos alimenticios. Posteriormente, esa presión militar y económica ha continuado con más patrullas navales y aéreas y la suspensión de aranceles preferenciales sobre el comercio de Taiwán el mes pasado.

A medida que las tensiones crecen, se ha observado un incremento significativo en el despliegue de buques de guerra, globos sospechosos y aviones alrededor de la isla, lo que aumenta la posibilidad de un choque involuntario que podría tener consecuencias desastrosas. Analistas señalan que se espera que Pekín muestre su descontento por la elección de Lai a través de exhibiciones adicionales de poderío militar y económico.