
Reportaje
Bengasi pisa el acelerador y reclama su liderazgo en la nueva Libia post-Gaddafi
Catorce años después de la caída del régimen de Gaddafi, la segunda ciudad libia experimenta una rápida renovación en la estela de los modelos de desarrollo más prósperos de la región

Las secuelas de la destrucción provocada en edificios de viviendas y otras infraestructuras en barrios como Assabri, antaño feudo de los terroristas, por años de enfrentamiento entre la filial regional del Estado Islámico y el Ejército Nacional Libio liderado por el mariscal Jalifa Haftar son aún evidentes para el observador que recorre en vehículo o a pie la ruta hacia la costa mediterránea en el norte de Bengasi.
Lejos de haber hecho tabla rasa con las construcciones en ruinas del antiguo frente de la guerra con los islamistas radicales, las autoridades de la segunda ciudad de Libia parecen haber optado por mantenerlas por ahora casi intactas como lección sobre la tragedia vivida por el país norteafricano hace no demasiado tiempo. Como un recordatorio de lo que no debe volver a ocurrir en el futuro, que es realmente este último la auténtica preocupación de las autoridades del Gobierno de Estabilidad Nacional con sede en Bengasi.
Porque Bengasi, con su área metropolitana de un millón y medio de habitantes, es una sociedad joven y con ganas que quiere mirar hacia adelante y demostrar que el porvenir de Libia será de paz y prosperidad. Y dejar claro que no hay vuelta atrás. Bengasi ha puesto el pie en el acelerador. Y hay un indisimulado orgullo de quienes están al mando de la administración, las empresas y las fuerzas armadas: están dispuestos a recibir la ayuda de gobiernos y empresas de cualquier país, pero no hay intención de esperar de brazos cruzados a nadie. Como puede ver el viandante, las innumerables obras en carreteras, avenidas, edificios y rotondas se prolongan las 24 horas al día.

[[H2:La ‘Dubái del Mediterráneo’]]
El espejo del Gobierno de Estabilidad Nacional, con sede en la ciudad, y resto de instituciones y administraciones es el de otros países de la región con economías y población
semejantes como Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí o el sultanato de Omán. El territorio libio cuenta con menos de ocho millones de habitantes y es rico en petróleo de alta calidad, y la mayor parte de los yacimientos se encuentran en la zona este del país, y también cuenta con amplias reservas de gas natural. Además, la situación de Libia es privilegiada por su proximidad a la Europa central y oriental –en un momento en que las economías del viejo continente tratan de diversificar las fuentes de suministro de hidrocarburos- en un punto estratégico del Mediterráneo. Llenar, como fuimos testigos, el depósito de combustible del coche, cuesta al cambio un euro. Sí, un euro.
La vieja Cirenaica quiere, en fin, ser el Dubái del Mediterráneo, y, aunque las autoridades locales tienen claro que el suyo será un modelo propio y que no hay que copiar a nadie, la apuesta por la diversificación económica -pensando en un futuro que pasará obligatoriamente por las energías limpias y renovables- es la misma que en los casos más exitosos de la región.
Aunque no todo está logrado en la nueva Libia post-Gaddafi. El mayor reto del extenso país norteafricano es lograr la unidad política definitiva. El país sigue dividido en dos administraciones, la del Gobierno de Unidad Nacional, con sede en Trípoli, reconocimiento de Naciones Unidas y competencia sobre apenas el 20% del territorio, y cuyo mandato expiró el año pasado, y el Gobierno de Estabilidad con sede en Bengasi y el apoyo de la Cámara de Representantes, que gobierna sobre el 80% de la superficie libia. La ciudad de Bengasi es sede de la Cámara de Representantes, el Parlamento nacional.
A comienzos de año, la Cámara de Representantes aprobó por mayoría la Ley de Reconciliación Nacional, elaborada por el Consejo Presidencial y se espera sea un paso en la dirección de la unidad de las tierras y el pueblo de Libia. El propio Consejo Presidencial pidió el pasado mes de diciembre la celebración de elecciones a lo largo de este año.
El Parlamento no es la única institución a escala nacional común, junto a él se encuentran el Banco Central y el Fondo para el Desarrollo y la Reconstrucción, al que se debe gran parte de los progresos visibles en la infraestructura de Bengasi y del resto del país, incluida la de la arrasada por la riada localidad de Derna. También la agencia nacional de noticias (LANA), cuyos profesionales de la información presumen de tener corresponsales y colaboradores en todos los rincones de este vasto país, como nos recuerda su máximo responsable Ibrahim Hadiya Al-Majbari.

El Ejército Nacional Libio, columna vertebral
Si hay, por encima de todo, un motivo de orgullo entre la población es la labor del Ejército Nacional Libio, columna vertebral del país, en la consecución de la seguridad, el orden público y la estabilidad. La visión del mundo de los libios es única e intransferible, y nada se puede entender sin el trauma de dos guerras civiles en un curso de poco más de una década: la seguridad es la base de cualquier forma o proyecto político. Sin ella no hay presente ni futuro.
“Es otro país. Yo viví como adolescente cómo mi barrio estaba tomado por el ISIS. Me acuerdo de que mi madre hizo acopio de comida cuando el enfrentamiento entre los terroristas y el ejército se recrudecía, y comíamos y bebíamos muy poco cada día porque no íbamos a poder salir de casa en muchas semanas. No quiero ni recordarlo. Gracias a Dios eso ha pasado ya”, nos explica un joven taxista, recién graduado en la universidad, al recordar lo vivido recientemente en su ciudad.
Y lo cierto es que la seguridad reina en las calles de Bengasi y la región. Con todo, las autoridades son cautas porque el problema de la actividad armada de milicias yihadistas y otros grupos armados no se ha superado por completo en un territorio de más de 1,7 millones de kilómetros cuadrados en parte vacíos.
Conscientes del trauma colectivo y del hecho de que el conflicto bélico se llevó por delante a casi dos generaciones de jóvenes, las autoridades militares se esfuerzan por entrenar a los nuevos soldados y por modernizar sus fuerzas armadas con equipamiento y tecnología de última generación.
Además de emplearse a fondo para evitar la reemergencia o entrada en suelo de milicias yihadistas -Libia comparte extensas y porosas fronteras con Sudán, Chad, Níger, Egipto, Argelia y Túnez-, las fuerzas armadas libias se emplean a fondo a la hora de desarticular las rutas de emigración irregular hacia Europa a lo largo de un extenso litoral de casi 2.000 kilómetros.
Un centro comercial del Mediterráneo oriental
Sin duda lo más llamativo a ojos del observador es la omnipresencia de locales y centros comerciales, ya sea en forma de modernos ‘malls’, como los que pueden verse, uno tras otro, en la neurálgica avenida de Venecia, o de establecimientos individuales de ropa, joya, calzado, relojes o coches -que no faltan en una ciudad bulliciosa y de tráfico caótico al caer la tarde- de lujo. Y no faltan nunca animadas cafeterías y restaurantes con gastronomía de todo el mundo donde pudimos ver sobre todo a familias al completo
Las marcas y productos españoles no faltan en las principales arterias comerciales ni en las baldas de lujosos supermercados como el francés Géant: aceite de oliva, especias, conservas o yogures pueden encontrarse junto a productos de todo el mundo. Además de zonas comerciales, pueden apreciarse nuevas promociones inmobiliarias de lujo y hoteles. El objetivo no es otro que comenzar a traer turistas en busca de un destino comercial con tintes de exotismo en la otra orilla del Mediterráneo, aunque también visitantes de otros países de la región. Mucho es aún el trabajo que resta a las autoridades locales, como muchas son las oportunidades para las empresas foráneas en un país con un enorme litoral prácticamente virgen y numerosos atractivos naturales y arqueológicos muy desconocidos para los vecinos europeos.
Apuesta por la universidad y el deporte
Uno de los máximos orgullos de las autoridades locales es la remozada y flamante Universidad de Bengasi, que sobre una extensa superficie repartida en varios campuses, presume ya de haber alcanzado los 70.000 estudiantes, la mayoría de ellos nacionales, aunque también jóvenes de un buen número de países de la región o de otros países del continente africano, como explica a este medio su rector Ezzedine Al-Darssi.
Y de la Universidad pública a la privada, como la no menos flamante Arab University for Medical Science and Technology. Su rector, Abdalla M. Jarari, está convencido de la necesidad de situar a la ciudad de Bengasi y Libia en el mapa gracias a la atracción de talento de cualquier parte del planeta: “Este lugar es hogar para una vibrante comunidad de pensadores, soñadores y actores de todos los ámbitos de la sociedad. Están unidos por una pasión real: tener un impacto positivo en el mundo”. Fuera de Bengasi, a casi 200 kilómetros de distancia, en la ciudad de Al Bayda, las instituciones libias renuevan la Universidad Islámica Al Saied Mohamed Bin Ali Al Sanussi, fundada en 1961.
Por otra parte, el nuevo Estadio Internacional, inaugurado el pasado 20 de febrero y financiado por el Fondo para el Desarrollo y la Reconstrucción, es el mejor ejemplo de la apuesta por el deporte de las autoridades locales. Con capacidad para 60.000 espectadores, y las autoridades libias esperan convertirlo en futura sede de competiciones nacionales e internacionales.
Invitación a España
El cariño y aprecio por la sociedad y cultura española es, como en otros países del norte de África, manifiesto en Libia. Así lo recuerda el ministro de Exteriores Abdul Hadi al-Hawaij: “El pueblo libio quiere mucho al pueblo español, lo respeta y tienen una mayor cercanía en cuanto a sentimientos y cultura que con otros países europeos”. El clima de afecto hacia España es el mismo en las universidades que en el ayuntamiento de Bengasi o entre los vecinos que nos cruzamos en zonas comerciales.
Pero el Gobierno con sede en Bengasi quiere más de España que el mutuo reconocimiento de la amistad y pide a las empresas de nuestro país una mayor implicación en la fase de desarrollo en ciernes en un territorio rico en recursos naturales y rebosante de proyectos. El titular de Exteriores se dirige al Gobierno presidido por Pedro Sánchez en forma de metáfora: “Libia es un avión a punto de despegar. Y España no tiene tarjeta de embarque”.
Al-Hawaij insiste en pedir a España “neutralidad” y que adopte la misma posición respecto al Ejecutivo con sede en la capital del este que otros países europeos con cada vez mayor penetración en la zona como Italia, Francia o Grecia. Desde Bengasi, en fin, esperan que la visita la semana pasada del embajador español en Libia, Javier Soria, a la Cámara de Representantes -donde fue recibido por el jefe del Comité de Asuntos Exteriores Youssef Al-Aqouri- sea el heraldo de una nueva etapa de cooperación y confianza entre ambos gobiernos.
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