Política

Brasil

Bolsonaro, un presidente disruptivo y polarizador en Brasil

Desafiará la institucionalidad brasileña y pondrá a prueba el equilibrio de poderes

La Prensa está intrigada sobre la actitud del «ultra» respecto a la libertad de expresión
La Prensa está intrigada sobre la actitud del «ultra» respecto a la libertad de expresiónlarazon

Desafiará la institucionalidad brasileña y pondrá a prueba el equilibrio de poderes.

«En lo que dependa de mí, la prensa que se comporte de esa manera indigna no tendrá recursos del Gobierno federal», fueron palabras del presidente electo del Brasil, Jair Bolsonaro, refiriéndose al prestigioso medio impreso «Folha de Sao Paulo», que además ostenta el mayor tiraje de periódicos en el país carioca. Las palabras implacables del hombre que ha roto los esquemas de la política tradicional brasilera, alimentan la intriga sobre su actitud con respecto a la libertad de expresión en esta nueva etapa del gigante y poderoso Brasil.

Bolsonaro no ha escondido en ningún momento su carácter conflictivo. El obligado consenso democrático se pondrá a prueba en la medida en que el ex militar avance hacia la consolidación de un nuevo modelo político. Por lo pronto, ha derrotado en las urnas y de manera contundente al desprestigiado y corrompido Partido de los Trabajadores (PT) a través de un discurso polarizador y disruptivo; estímulo de una grieta que ya es evidente e importante.

El discurso que comúnmente se refleja desde el populismo es la confusión e indivisibilidad entre la comunicación electoral –casi siempre construida por antagonismos– y la de un gobierno que necesariamente debe buscar la conciliación, por lo menos en los modelos democráticos. En este sentido, y al igual que lo construye tanto Donald Trump como otros líderes populistas, la legitimidad en el populismo no se construye a partir de la convivencia con el que piensa distinto, sino con la supresión política del que se opone. Bajo esta premisa, el próximo gobierno de Bolsonaro desafiará la institucionalidad brasileña y pondrá a prueba el necesario equilibrio de poderes, no solamente desde el Estado, sino también en actores fundamentales, como los medios de comunicación.

Las «fake news», tan en boga en nuestros días, se han convertido en arma poderosa de algunos medios dispuestos a enfrentar al poder y hacer lo que sea para restarles legitimidad frente a la opinión pública. No se trata de glorificar al periodismo por el solo hecho de que necesitamos una prensa libre, eso sería desproporcionado e incluso amenazaría una auténtica libertad de expresión. Pero, ciertamente, en el caso de Bolsonaro, se corre el riesgo de que la polarización y la construcción de escenarios y fronteras antagónicas, propias del modelo populista, se traduzcan en argumentos para olvidar lo que de verdad importa: combatir la pobreza, solucionar la delincuencia y mantener estable la economía del gigante suramericano.

La esperanza reposa en la conciencia colectiva, en la demanda ciudadana. A pesar de los alaridos de euforia por haber derrotado a una izquierda desdibujada y no merecedora del triunfo, solo queda ser prudente antes de clavar la bandera conquistadora de la prosperidad, el progreso y el bienestar de los brasileños. Serán ellos, finalmente, quienes deberán poner el ojo avizor para que el próximo presidente no se convierta en un superhéroe de papel, sino que responda a las promesas que en su momento promulgó. Amanecerá y veremos.