Corona británica

El cáncer marca el primer año de Carlos III

La enfermedad ha mantenido al monarca fuera de escena durante meses, pero le ha acercado a los británicos por su transparencia

London (United Kingdom), 30/04/2024.- Britain's King Charles III waves at well-wishers and media after visiting the University College Hospital Macmillan Cancer Centre in London, Britain, 30 April 2024. This is the King's first public appointment following his cancer diagnosis. He will continue to receive treatment but his medical team have said they were pleased with his progress. (Reino Unido, Londres) EFE/EPA/TOLGA AKMEN
El rey Carlos III y la reina Camila visitan un centro oncológico en LondresTOLGA AKMENAgencia EFE

Carlos III, de 75 años, celebra su primer aniversario de Coronación. No lo hace en las circunstancias que le habría gustado. Y, sin embargo, el cáncer que padece –cuyo tipo no se ha revelado– ha permitido ver su imagen más humana, acercándole más que nunca al pueblo, y demostrando su adaptabilidad a los nuevos tiempos. En una era en la que internet desdibuja las líneas de la verdad, la marca real debe permanecer intacta. En la autenticidad reside la confianza de la Corona. Y la manera con la que el Palacio de Buckingham ha afrontado la crisis ha sido alabada por su balance, más que adecuado, entre información y privacidad.

Carlos III siempre se negó a ser un mero rey de transición. Quiere dejar su impronta. Pero, tras siete décadas de era isabelina, ha tenido, muy a su pesar, que afrontar su trono a otro ritmo. Un cáncer le ha mantenido fuera de escena durante varios meses y, aunque ahora acaba de retomar su agenda pública, los médicos, aunque optimistas, quieren minimizar los riesgos mientras dura el tratamiento.

Por lo tanto, los actos se deberán ir adaptando sobre la marcha. En definitiva, circunstancias más que excepcionales para una institución que, además del cáncer del monarca, tiene que lidiar con el de la princesa de Gales, Catalina, de 42 años, para la que no hay aún una fecha de vuelta. Pese a la diferencia generacional, el Palacio de Buckingham –residencia oficial del monarca– comprendió mejor que el Palacio de Kensington –residencia del heredero al trono y Catalina– los tiempos de la nueva era de la comunicación. Desde el principio optó por la transparencia, frente al secretismo instaurado durante largos meses con la princesa de Gales, que no hizo otra cosa que aumentar las teorías de la conspiración que tanto daño hicieron a la imagen de la Familia Real.

«Si tienes a una de las mujeres más fotografiadas del mundo, no puedes pretender que la gente esté luego tres meses sin saber nada de ella. Eso es pecar de ingenuos», aseguraba el cronista Robert Jobson, criticando la estrategia impuesta antes del vídeo del pasado mes de marzo donde la propia princesa de Gales explicaba que estaba recibiendo quimioterapia.

Consciente de las palabras que decía Isabel II –«hay que ser vistos para ser creíbles»–, Carlos III no dejó de publicar durante su baja fotografías por los canales oficiales donde se le veía desempeñando sus deberes como jefe de Estado con, entre otras, las reuniones semanales con el primer ministro. Había que evitar a toda costa la imagen de un trono vacío. Y cuando finalmente pudo retomar su agenda pública en abril, con su visita a un hospital oncológico, se dejó ver más empático que nunca, charlando con los pacientes, cogiéndoles de la mano y entendiéndoles como uno más. «Siempre es un poco impactante cuando te lo dicen, ¿no?», contó al resto de enfermos.

Por primera vez desde su subida al trono, al acto oficial no acudieron los manifestantes del movimiento republicano en señal de respeto. Pese a que el monarca no tiene los mismos índices de popularidad que Isabel II, el apoyo a la monarquía se mantiene y la mayor parte de los británicos prefiere este modelo constitucional.

El rey ha protagonizado una transición tranquila. Durante la ceremonia de Coronación en la Abadía de Westminster el 6 de mayo de 2023, hubo importantes cambios respecto a la de Isabel II en 1953. Hubo mujeres obispas, fue más multiracial y más multiconfesional para reflejar una nación multicultural como la de Reino Unido, donde los escolares hablan más de 300 idiomas.

Pero se conservaron todos los ritos. Uno de los momentos más simbólicos fue el de la unción del monarca con aceites consagrados traídos del Monte de los Olivos de Jerusalén. Al contrario que las monarquías continentales, la coronación en Reino Unido no es un asunto parlamentario, sino religioso. No se jura ante el Gobierno, sino ante Dios. Y desde que Enrique VIII rompiera en 1534 con la Iglesia de Roma para poder casarse con Ana Bolena, el jefe de Estado se convierte también en la máxima autoridad de la Iglesia Anglicana.

El paso de la era isabelina a la era carolina ha estado más marcada por la continuidad que por la transformación. Los cambios han sido más de estilo que de sustancia. Lejos de grandes reformas, Carlos III se ha centrado más bien en tender puentes dentro y fuera del país. Después de viajar a cada una de las cuatro naciones que componen Reino Unido, el rey visitó comunidades religiosas en todo Reino Unido, saludó al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en Londres y realizó una exitosa visita de estado a Alemania y Francia cerrando años de tensiones creadas por el Brexit.

Ha sido más bien la reina Camilla quien ha modernizado más cosas eliminando a las damas de honor, que suenan arcaicas, y continuado con su campaña sobre la violencia doméstica, un tema que probablemente no haya sido abordado por generaciones anteriores de la realeza. Para gran orgullo del monarca, la crisis por su enfermedad ha convertido a su mujer en inesperada protagonista. El que siempre fue el amor de su vida no sólo se ha convertido en su gran apoyo en el ámbito privado, sino que además en el ámbito público ha tomado un papel más que relevante en la institución.

Encarnando el espíritu de Windsor de «mantener la calma y seguir adelante», Camilla, de 76 años, ha llevado a cabo más de una docena de compromisos en nombre de la Firma. Gracias a ella –y al apoyo también de la princesa Ana y el Duque y la Duquesa de Edimburgo–, el monarca no ha tenido que recurrir durante su ausencia a ninguno de sus consejeros de Estado, todo un logro considerando que el príncipe Guillermo y Catalina han estado también fuera de escena.

La percepción de la monarquía misma ha cambiado desde que Isabel subió al trono, lo que hace más difícil para la Firma cumplir con su mantra de «nunca explicar, nunca quejarse», mientras los medios exigen más información sobre cuestiones como la financiación.

El rey también se enfrenta a demandas para que el personal del palacio sea más representativo del Reino Unido moderno y para que se reconozca el papel de la monarquía en la esclavitud y el imperialismo. Algunas de esas llamadas provienen de la propia familia real después de que el príncipe Harry y su esposa, Meghan, criticaran la institución en un polémico libro y documental de Netflix. Asimismo, algunos de los 14 reinos de la Commonwealth se resisten a tener un rey inglés como jefe de Estado.

Con todo, si algo ha demostrado la historia sobre la Monarquía británica es su gran capacidad de resiliencia. La crisis que vive ahora La Firma es muy distinta a la de escándalos pasados. En esta ocasión no hay divorcios, amantes, ni juicios por supuestos abusos a menores (negados siempre por el príncipe Andrés). Lo que vive ahora es una enfermedad que los ha humanizado más.