Aniversario
8-M: celebrar y lamentar 80 años después del final de la Segunda Guerra Mundial
Así fueron los últimos días de la contienda que cambió un continente que revive de nuevo sus fantasmas
Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 dejando una derrota segura y un gobierno vacilante. Los ocho días siguientes fueron decisivos para el final del infierno de la Segunda Guerra Mundial. Por la parte oriental, el ejército soviético arrasaba Alemania y a su población con asesinatos, robos y violaciones. Los aliados occidentales avanzaban a toda prisa para conquistar Berlín antes que los comunistas, lo que no consiguieron. Mientras, el almirante Karl Dönitz, designado por el «Führer» como su sucesor, formó el llamado gobierno de Flensburgo para gestionar el fin del Tercer Reich.
Dönitz era un militar muy laureado. Había combatido en la Primera Guerra Mundial en la Marina Imperial. Estuvo en el servicio de submarinos hasta que fue capturado por los británicos en 1918. Con el fin del Tratado de Versalles, Alemania restableció su flota de sumergibles, y Dönitz se convirtió en unos de sus promotores. Desarrolló tácticas como la «manada de lobos», en la que un grupo de submarinos atacaba a los convoyes aliados como si fueran ovejas. Sus éxitos le hicieron Gran Almirante en 1943. El contraataque aliado en el mar hizo que Dönitz fuera perdiendo capacidad de maniobra, y fue acumulando derrotas. Nunca se afilió al partido nazi, y tuvo choques con Himmler y las SS, pero el «Führer» confiaba en él. La noticia del nombramiento le llegó por telegrama: «En sustitución del ex mariscal Göring, es usted, señor almirante, a quien se designa. Poderes escritos en camino. Haga el favor de tomar desde este momento todas las medidas que exige la situación actual». Muchos años después, en 1960, contó a la prensa que no sabía por qué le había elegido el dictador, y que quizás fue porque le respetaba como militar. Dönitz, con 54 años de edad, aceptó el 30 de abril de 1945 el cargo tras el suicidio de Hitler con la intención de organizar lo que consideraba una rendición honrosa de Alemania.
El nuevo presidente, Dönitz, se dedicó a elaborar el plan de capitulación digna y a organizar la retirada de la población civil, fuertemente diezmada en todos los frentes. Estableció la sede de su gobierno en la ciudad portuaria de Flensburgo, en Schleswig-Holstein, muy cerca de la frontera con Dinamarca. Sus ministros se reunían en un buque mercante. Pensó que Alemania debía evitar la capitulación total y sin condiciones. Para eso intentó una paz parcial con EE UU y Reino Unido, con la intención de convertirse en su aliado contra la URSS. Dönitz quiso que la guerra continuase rompiendo la unión circunstancial que habían compuesto los enemigos de Alemania. Lo hizo a través
de varios intermediarios a Ike Eisenhower, en ese momento
comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa. El objetivo de Dönitz, según declaró después, fue salvar a la población alemana del Este de la crueldad soviética. Incluso llegó a ofrecer que su
gobierno procesara a los jerarcas nazis por sus crímenes. La
respuesta de Eisenhower fue clara: rendición total en todos los frentes.
Eisenhower, de ascendencia alemana, era para entonces el héroe de África, Italia y Normandía. Había expulsado a los nazis del continente africano con la Operación Torch, y de ahí saltó a Sicilia en 1943 con gran éxito. Tras la caída del régimen fascista, Eisenhower fue encargado del desembarco en Normandía con la Operación Overlord, el 6 de junio de 1944, que fue clave para la guerra. Cuando a primeros de mayo de 1945 recibió el ofrecimiento de Dönitz lo rechazó tajantemente. Ordenó que un miembro del gobierno alemán acudiera a Reims a firmar la rendición incondicional de Alemania ante los aliados. Así ocurrió. El 7 de mayo de 1945, el general alemán Alfred Jodl firmó la capitulación en el cuartel general de Eisenhower. El enviado de Dönitz intentó hasta el último momento la rendición parcial, pero no fue escuchado. Jodl firmó el documento que establecía el cese de hostilidades a partir de las 23:01 horas del 8 de mayo de 1945. Aquello no gustó al mariscal soviético Georgy Zhukov.
Zhukov había sido un oficial del ejército zarista hasta que pasó al bando bolchevique en la guerra civil rusa iniciada en 1917. Fiel a Stalin, pronto se convirtió en uno de sus pocos hombres de confianza. Lideró la victoria en la batalla de Jaljin Gol contra Japón en 1939, lo que le valió ser nombrado Jefe del Estado Mayor General dos años después. Su presencia fue imprescindible dadas las escasas actitudes estratégicas de Stalin. Consiguió detener a los alemanes a las puertas de Moscú, y protagonizó la «Guerra Patriótica» para recuperar el territorio y derrotar a los nazis en Stalingrado, Kursk y en la ofensiva del Vístula-Óder. Stalin le encargó entonces la toma de Berlín, que era una victoria propagandística. De hecho, la famosa foto del soldado colocando la bandera roja en el tejado berlinés fue tomada varias veces.
La URSS exigió a Dönitz que Alemania se rindiera también a los soviéticos. El mariscal Zhukov preparó la ceremonia de la rendición en Berlín. Lo importante era el efecto político de aquello. Dönitz envió al mariscal de campo Wilhelm Keitel, que firmó en nombre del Alto Mando de la «Wehrmacht», el ejército alemán. Keitel despreciaba a los comunistas, y se presentó al acto con monóculo. Comenzaron a discutir sobre el protocolo, que el derrotado consideraba humillante. La firma estaba programada para las 22 horas, pero no se hizo hasta las 23:43, ante la atenta mirada de los enviados norteamericano, francés y británico, y entró en vigor a las 23:01 del 8 de mayo.
En Rusia se denomina Día de la Victoria, aunque se celebra el 9 de mayo por la diferencia horaria, con un desfile militar en la Plaza Roja de Moscú donde se muestran los trofeos de guerra. También pasa el «Regimiento Inmortal», que es una procesión civil con retratos de los caídos en la guerra. En Estados Unidos y Reino Unido, es denominado el Día de la Victoria en Europa, y se conmemora el 8 de mayo. Truman, nuevo presidente de EE UU, ya que Roosevelt falleció el 12 de abril, se dirigió a la nación por radio para anunciar el fin de la guerra en Europa, no así en el Pacífico. Lo mismo hizo Churchill, que tras hablar por radio, apareció en el balcón de Whitehall para saludar a la multitud enfervorecida. En Francia, es la «Journée de la Victoire», que incluye desfiles militares, y ceremonias de ofrenda floral en el Arco del Triunfo. Hay mucho que celebrar, y también que lamentar. El número de muertos en Europa por la guerra no se sabe a ciencia cierta. Se habla de que murieron hasta 40 millones de civiles y 20 millones de militares, especialmente rusos, alemanes y polacos. La guerra continuó en el Pacífico hasta el mes de septiembre de 1945, cuando Japón se rindió.