Economía

China y la UE abogan por recomponer unas relaciones comerciales "en un punto crítico"

La reunión entre Ursula Von der Leyen y Xi Jinping en Pekín termina con el compromiso de ambas partes de "reequilibrar" su relación económica ante la embestida de Trump

China engalanó la 25ª cumbre con la Unión Europea para festejar medio siglo de nexos diplomáticos, pero la pompa del evento no pudo disimular las fricciones que sacuden la relación. Las diferencias políticas y los desajustes económicos, arraigados y complejos, dejaron claro que una sola cita no bastará para enderezar el rumbo.

Ursula von der Leyen, flanqueada por Antonio Costa, desembarcó en Pekín con un mensaje afilado: la balanza está desnivelada y hay que enderezarla ya. En un cara a cara con Xi Jinping, la presidenta de la Comisión Europea no se anduvo con rodeos. "Nuestra cooperación ha crecido, pero también los desequilibrios. Estamos en una encrucijada", lanzó, poniendo el dedo en la llaga del abultado superávit comercial chino y su apoyo a media voz a Rusia en Ucrania.

El anfitrión, por su parte, pintó un panorama de "tormentas globales" y llamó a Bruselas a tomar decisiones para mantener el equilibrio en un mundo que se tambalea. Propuso fortalecer la alianza para inyectar calma en el caos internacional, un guiño optimista que no disipó las incompatibilidades.

El programa incluyó reuniones maratonianas, un almuerzo de trabajo y un banquete con el número dos chino, pero los europeos no esquivaron los temas que queman. Desde las restricciones de Pekín a minerales críticos hasta las sanciones de la UE a bancos asiáticos por sus flirteos con Moscú, que China tildó de "provocación" en la víspera. No era para menos: Bruselas ve con lupa cómo productos chinos a precio de saldo inundan sus mercados, mientras la obsesión de Pekín por la autosuficiencia cierra la puerta a los fabricantes europeos.

Los números cantan. En 2024, China exportó a la UE 560.000 millones de dólares, un 30% más que a EE UU, mientras las exportaciones europeas al gigante asiático se desplomaron un 6%, hasta 230.000 millones. La brecha, que se disparó en el primer semestre, tiene a Europa contra las cuerdas. A esto se suma la crisis de las tierras raras, el talón de Aquiles de industrias como la automotriz o los semiconductores. "Una relación que no suma para todos no tiene futuro", sentenció Von der Leyen.

Una vez más, el conflicto en Ucrania añadió más leña al fuego. El presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, apremió a su contraparte a presionar a Moscú para frenar su ofensiva, pero Pekín, que nunca ha condenado la invasión y enfrenta acusaciones de enviar bienes de doble uso a sus amigos, mantuvo su postura ambigua.

Un socio más fiable que EE UU

China, en su papel de seductor global, lleva meses cortejando al Viejo Continente. Se presenta como un socio más fiable que los Estados Unidos de Trump y como polo de estabilidad en un mundo sumido en la agitación. "Cuanto más grave y compleja es la situación internacional, más debemos intensificar la comunicación, reforzar la confianza mutua y profundizar la cooperación", declaró Xi a sus invitados en el Palacio del Pueblo. Por ello, propuso tres líneas de acción: primero, consolidar la asociación mediante elrespeto mutuo, reconociendo las diferencias históricas y culturales sin que estas obstaculicen las relaciones.

Asimismo, promover la apertura y gestionar diferencias para mantener un equilibrio dinámico en la cooperación económica, evitando barreras comerciales; y tercero, practicar el multilateralismo, apoyando un orden internacional justo y la resolución pacífica de conflictos, además de colaborar en desafíos globales como el cambio climático y la inteligencia artificial.

El mandatario instó a sus invitados a respetar el sistema y los intereses chinos, mantener mercados abiertos y apoyar la integración europea, con el objetivo de construir un futuro más estable y próspero para sus vínculos en los próximos 50 años. Apuntó a que como "pesos pesados" en el ring global deben mantener el rumbo sin resbalar.

Así pues, el retorno de Trump al poder, la escalada del conflicto en Ucrania como guerra de proyección global y la inestabilidad crónica en Oriente Medio confirieron a esta cumbre una relevancia que trasciende el marco bilateral, posicionándose como un barómetro de la gobernanza económica mundial y la estabilidad del sistema multilateral.

Las prácticas comerciales chinas, como los subsidios estatales y las barreras de acceso al mercado, chocan con las medidas proteccionistas de la UE, mientras disputas geopolíticas, desde sanciones hasta preocupaciones por la influencia china en sectores estratégicos, agravan el panorama. Además, en vísperas de la reunión, Bruselas incluyó a dos bancos chinos en sus últimas sanciones contra Rusia, lo que llevó a Pekín a expresar su "fuerte descontento y decidida oposición" ante una medida que calificó de "atroz".

Crece la desconfianza entre China y la UE

El tono del foro estuvo marcado por declaraciones previas que evidenciaron la creciente desconfianza mutua. En la cumbre del G7, Ursula von der Leyen respaldó abiertamente la postura de Trump, acusando a Pekín de socavar los derechos de propiedad intelectual y desplegar subvenciones masivas para consolidar su dominio en las cadenas de suministro globales. Esta crítica, que resuena con las políticas proteccionistas de Washington, refleja la creciente preocupación europea por la dependencia económica de actores percibidos estratégicamente opacos.

Por su parte, Kaja Kallas, adoptó un tono aún más incisivo. En su discurso en el Diálogo de Shangri-La, uno de los principales foros de defensa en Asia-Pacífico, vinculó a actores chinos con operaciones híbridas dirigidas contra infraestructuras críticas europeas, desde redes energéticas hasta sistemas de telecomunicaciones. Además, abogó por "una dosis de realismo" para templar las expectativas de un acercamiento significativo en la cumbre, subrayando la necesidad de priorizar la resiliencia europea frente a amenazas asimétricas.

Los desencuentros han crecido en los últimos meses, acumulando desavenencias que reflejan un deterioro significativo en los lazos. A principios de este mes, Pekín intensificó las hostilidades al prohibir las compras públicas de productos sanitarios procedentes de la UE, una medida vista como una represalia directa contra las restricciones impuestas por Bruselas a los equipos médicos chinos. Este episodio se suma a la disputa en curso desatada el año pasado, cuando Bruselas aplicó aranceles a los vehículos eléctricos (VE) fabricados en China, a lo que Pekín respondió con gravámenes sobre licores europeos, afectando especialmente a sectores como el francés y el español.

El telón de fondo es muy delicado. La convergencia estratégica entre China y Rusia ha enfriado las relaciones con la UE, desplazando el enfoque hacia una lógica de seguridad que privilegia la desconfianza sobre la cooperación. Este viraje ha erosionado las bases de un diálogo económico que antaño prometía profundizar la interdependencia.

La negativa de Xi a asistir personalmente en Bruselas evidencia su preferencia por un enfoque fragmentado, priorizando acuerdos bilaterales con Estados miembros sobre un diálogo cohesivo con la UE. Esta estrategia, agudizada tras unas elecciones europeas que Pekín percibe como un giro hacia el proteccionismo y la confrontación, limita severamente el margen para avances en temas neurálgicos como el acceso a mercados, la reciprocidad comercial o la alineación en políticas climáticas, según expertos.

Con su peso como segunda economía mundial y dominio en sectores críticos como la tecnología y las tierras raras, China ejerce una influencia que Bruselas no puede ignorar. Ahora la UE enfrenta un dilema: persistir en un modelo de integración económica con un socio de valores divergentes o reforzar su soberanía industrial a riesgo de escalar tensiones comerciales.