Elecciones en EE UU
Un debate sin precedentes pone a Biden al borde del precipicio electoral
Las conversaciones sobre si es demasiado tarde para un cambio de líder o aún hay esperanza se intensifican en las filas demócratas
Las alarmas han saltado como nunca antes en el partido demócrata. La actuación de Joe Biden, de 81 años, en el primer debate presidencial el jueves por la noche ha confirmado las sospechas que muchos de sus colegas tenían desde hace tiempo, es poco probable que el octogenario resista un segundo mandato. Nada más terminar el encuentro televisado, la vicepresidenta Kamala Harris admitía que su jefe tuvo un «comienzo lento, pero al final fue fuerte», y les pidió a los estadounidenses que se centraran en sus logros. No parece que vaya a ser suficiente. Biden llegó al debate con las encuestas electorales muy ajustadas y con un equipo que tenía la esperanza de darle la vuelta a las cifras mostrando a un candidato ágil y fuerte, pero el resultado fue un fracaso. «Si Joe Biden pierde las elecciones de noviembre, la historia recordará que bastaron 10 minutos para destruir su presidencia», titula la cadena CNN, «el desempeño inestable y vacilante del presidente Biden», reza The New York Times, «Biden tropieza», asegura The Washington Post. La prensa estadounidense se hace eco de lo que entre bambalinas y desde el anonimato mostraron muchos legisladores demócratas, preocupación.
El presidente estadounidense había aceptado voluntariamente el reto de enfrentarse cara a cara con Donald Trump, de 78 años, en un debate que llegaba mucho antes de lo que toca, porque ninguno de los dos candidatos ha sido todavía nombrado oficialmente. Los 90 minutos de encuentro se hicieron eternos para muchos espectadores que sufrían empatizando con un hombre, visiblemente mayor, que balbuceaba y en ocasiones perdía el hilo de su propio discurso. Al mandatario le costó articular pensamientos y hubo momentos en los que su pronunciación hacía complicado entenderle. Hubo frases inacabadas con un profundo silencio injustificado y respuestas incoherentes que presagiaban una noche complicada.
Nada más terminar el debate en Atlanta, el equipo de campaña de Biden lanzó un comunicado informando de que su líder estaba resfriado. Era imperativo justificar su débil puesta en escena, pero el daño ya estaba hecho y la actuación inconexa y vacilante que el país acababa de presenciar iba a traer consecuencias. De momento, una ola de pánico se extiende como la pólvora en el Partido Demócrata, y muchos discuten en estos momentos si deberían seguir apoyando a su actual líder o por el contrario hay que plantearse un cambio de candidato. La pregunta es quién. Ese es el principal problema que tienen los demócratas, la falta de un sustituto fuerte. Muchas veían esperanza en la ex primera dama Michelle Obama, pero ella siempre ha dejado claro que no tiene intención de entrar en el juego político. Lo mismo le ocurre al gobernador de California, Gavin Newsom, que también que se ha barajado para dar paso a un liderazgo más joven. Pocos esfuerzos ha hecho la Casa Blanca por promover a la vicepresidenta Kamala Harris como una opción que, llegados a una situación extrema, quizá sea su única salvación.
El enérgico discurso que Biden ofreció en marzo durante el Estado de la Nación y que había conseguido recuperar la confianza del electorado, se ha borrado de un plumazo. «Es doloroso», dijo el contertulio de CNN, Van Jones, «es un buen hombre, ama a su país, lo está haciendo lo mejor que puede. Pero esta noche tuvo la oportunidad de restaurar la confianza del país y de la base, y no lo consiguió». Todavía es demasiado pronto para conocer el impacto del debate en los votantes y cómo afectará a sus decisiones el próximo 5 de noviembre, pero lo que está claro es que el jueves por la noche comenzó una crisis que tendrá que resolverse lo antes posible porque el equipo de Trump ya está aprovechando la coyuntura. Los republicanos hablan de una noche triunfante en la que Biden perdió muchas oportunidades de contraatacar a su rival, que una vez más se centró en repetir mentiras con tanta fuerza que parecieran verdades.
Los espectadores vieron a un candidato republicano bastante agudo que ganó en la puesta en escena, pero perdió cuando los presentadores tuvieron que repetirle algunas preguntas varias veces porque le costaba contestar. «Aceptará usted los resultados de estas elecciones?», le preguntó hasta en tres ocasiones la periodista, «si es justa y legal, sí». El exmandatario incluso se mostró más prudente de lo habitual en cuestión de insultos y ataques personales. Solo hubo un momento de ofensiva directa cuando aseguró que no entendía lo que había dicho Biden: «No sé lo acaba de decir y creo que ni él mismo lo sabe».
Una apreciación de la que fueron testigo millones de estadounidense que siguieron en directo el debate, entre ellos grandes y fuertes donantes del Partido Demócrata que ahora muestran preocupación sobre si realmente están invirtiendo su dinero en una causa fuerte con posibilidades de ganar. Así lo dijo el millonario Mark Buell después del debate: «¿Tenemos tiempo para poner a alguien más allí?». Quedan dos meses para la Convención Nacional Demócrata en la que nombrarán oficialmente a su candidato. Las conversaciones sobre si es demasiado tarde para un cambio de líder o aún hay esperanza se han intensificado.
No es fácil un cambio de rumbo a estas alturas, porque en estados como Ohio, por ejemplo, los candidatos tienen que estar registrados para que su nombre aparezca en la papeleta antes de que llegue agosto. Si el partido demócrata quiere poner otra opción encima de la mesa, tiene que hacerlo cuanto antes. En caso de que Biden decida retirarse de la contienda, una decisión así, sin precedente alguno en la era moderna, podría acabar dividiendo al partido. No es el primer ni último candidato con un mal debate, podría recuperase en el segundo si Trump le da la oportunidad de que se celebre. Ha ocurrió ya antes, Ronald Reagan y Barack Obama fracasaron en sus primeros debates y en los segundos consiguieron ganar un segundo mandato, aunque es cierto que en ninguno de los dos casos estaban en entredicho sus capacidades mentales y físicas. El próximo debate está previsto para el 10 de septiembre. En ese momento, ambos candidatos ya habrán sido nombrados oficialmente en unas convenciones que tendrán lugar en el mes de julio (republicana) y agosto (demócrata).
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