Catástrofes y Accidentes

Operación rescate: no perderemos la esperanza

Otros veinte españoles están desaparecidos

Soldados y servicios de emergencia trabajan entre los escombros de un edificio que se derrumbó por el terremoto en Ciudad de México
Soldados y servicios de emergencia trabajan entre los escombros de un edificio que se derrumbó por el terremoto en Ciudad de Méxicolarazon

LA RAZÓN es testigo de la titánica operación de rescate del español Jorge Gómez, atrapado entre los escombros de su oficina en Ciudad de México. La sociedad civil se moviliza para enviar ropa, alimentos y medicinas a los damnificados.

En la avenida Álvaro Obregón de la colonia Roma, en Ciudad de México, se encuentra uno de los edificios más afectados por el seísmo que azotó al país el martes y que ha dejado, de momento, 250 fallecidos. Un total de siete plantas se vinieron abajo por completo sepultando bajo toneladas de escombros a 43 personas. Entre ellas, según ha podido saber LA RAZÓN, un ciudadano español residente en la capital mexicana. Se trata de Jorge Gómez, un malagueño de 33 años que lleva viviendo en la metrópoli tres años y que trabajaba para la empresa Valora Consultores.

Entre la multitud de personas que acuden a esta zona devastada, encontramos un grupo de españoles con la mirada perdida en el edificio en ruinas. A los pocos minutos se les une una joven que sale de la zona perimetrada. Usa gafas y todavía tiene los ojos húmedos. Los ojos de quien sufre, pero mantiene la esperanza por mucho que pasen las horas sin recibir novedades. Es la novia de Jorge, vivía con su pareja en la capital mexicana y nunca habría pensado que les fuera a ocurrir algo así. No tiene fuerzas ni quiere para hacer declaraciones, pero sí confirma a LA RAZÓN que su pareja está entre los escombros. «Estamos preocupados y agotados, pero mantenemos la esperanza de que lo rescaten con vida», afirma la joven. El último contacto que tuvo con Jorge fue el miércoles por la tarde. Estaba vivo. Pero su teléfono no volvió a dar señal. «Hubo conctaco, pero desde ayer no sabemos nada», lamenta. Los compañeros de trabajo del malagueño, que afirman a este diario que en el momento del derrumbe, «Jorge era el único español en el edificio, pero también estamos preocupados por otras dos compañeras mexicanas que estaban con él».

Mientras, en otro lado de la calle se escucha un grito: «¡Darío Hernández». Es uno policía que vigila el perímetro de seguridad. Nadie responde a su llamada. Dos o tres minutos después, una joven mexicana envuelta en una manta y con cara de no haber pegado ojo en casi dos días se acerca temblando. «Sí, yo soy familiar, ¿le encontraron?». «Sólo le puedo decir que hay novedades, señora, tiene que acercarse al punto de información» responde la oficial. Al otro lado del perímetro, un campamento improvisado de carpas guarece de la lluvia a los familiares mientras esperan noticias. Cientos y cientos de voluntarios reparten alimentos, agua, mantas y mascarillas para combatir el profundo olor a gas que ambienta la calle. Una pancarta blanca amarrada a un árbol enumera y nombra a las 28 personas que han sido rescatadas bajo los escombros de este edificio. Ésta es la esperanza que les queda a los familiares de las 15 personas que continúan atrapadas.

Un halo de esperanza para los que tienen familiares bajo los escombros de este edificio la confirma un agente a este diario: «Nos hemos podido comunicar con varios de ellos a través de sus teléfonos móviles. Lo difícil es dar con ellos sin provocar derrumbes que terminen de sepultarles, pero sabemos que hay varios con vida gracias a Whatsapp». Si esta escena ya de por sí pone los pelos de punta, para comprender lo que está ocurriendo estos días en Ciudad de México, habría que multiplicarlo por los 40 edificios que se han venido abajo. Y si la experiencia de esta pareja española es ya de por sí escalofriante, multiplíquenla por los otros nueve españoles desaparecidos. Cada uno con su propia historia enterrada bajo los escombros.

La otra cara de la tragedia es un motivo de gran orgullo para la sociedad mexicana. Apenas a una calle de distancia, en la plaza Cibeles, una réplica exacta del monumento madrileño, hay instalado uno de los principales centros de distribución de ayuda humanitaria de la capital. Cientos de personas trabajan día y noche para enviar alimentos, medicinas, ropa y todo lo necesario a los distintos puntos de la ciudad. Y el 90% de los que ahí trabajan son voluntarios civiles. Uno de ellos es Marcos Alfredo González, que se encarga de custodiar los envíos «para que no se desvíen de su ruta» con su propia moto a la que ha pegado un cartel de apoyo voluntario que le autoriza a moverse libremente por la ciudad. «Venimos de muy lejos y corremos con todos los gastos de gasolina, la ciudad está hecha un desastre», lamenta. El Gobierno español en solidaridad con el pueblo mexicano ha enviado a dos contingentes de la Unidad Militar de Emergencias, una de ellas ya está en la capital y a la otra se la espera en las próximas horas.

Por su parte, la Marina mexicana negó ayer la existencia de una menor con vida identificada como Frida entre los escombros del Colegio Enrique Rébsamen, un caso convertido en uno de los símbolos mas emotivos de las tareas de rescate. La historia de la inexistente niña Frida quedó de esta manera en la confusión que se generan en este tipo de tragedias, aunque el subsecretario de Marina, Ángel Enrique Sarmiento, dijo que sí hay «indicios» de un adulto con vida entre los escombros de la escuela. El subsecretario Sarmiento declaró que las instituciones que trabajan en el lugar están «seguros de que no fue una realidad» la existencia de la menor, después de ser un caso seguido con máxima atención por los medios. Las secretarías de Educación y de Defensa, la demarcación de Tlalpan y la Marina informaron de que han «hecho un conteo con la dirección de la escuela y tenemos la seguridad de que todos los niños o fallecieron, están en los hospitales o a salvo en sus casas».