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El paraguas defensivo europeo: realidad o espejismo

La llegada de Trump y su amenaza de dejar a la UE a la intemperie ha impulsado la política de seguridad, pero falta una visión estratégica.

Soldados de varios países europeos participan en unas maniobras conjuntas en Bélgica
Soldados de varios países europeos participan en unas maniobras conjuntas en Bélgicalarazon

La llegada de Trump y su amenaza de dejar a la UE a la intemperie ha impulsado la política de seguridad, pero falta una visión estratégica.

La política de defensa ha sido definida en múltiples ocasiones en los pasillos comunitarios como una «Bella Durmiente»: un debate prácticamente eterno que nunca llega a despegar debido a las reticencias de las capitales. En esta última legislatura europea a la «Bella Durmiente» le han salido tres pretendientes, tres apuestos príncipes que han comenzado a despertarle del letargo. Son por este orden: la anexión rusa de la península de Crimea en 2014; la llegada de Trump a la Casa Blanca y su amenaza de dejar a los europeos sin el tradicional manto protector estadounidense; y el Brexit, ya que Reino Unido siempre ha remado en contra de cualquier intento de integración en este flanco.

Pero, como casi siempre en la vida, los príncipes pueden salir rana. «Aunque parece que hay consenso sobre esto último, yo no les echaría la culpa a los británicos, ya que Francia y Alemania han tenido unas desavenencias muy serias», explica el director en Bruselas de la oficina del Real Instituto Elcano, Luis Simón, para quien también «en un mundo caracterizado por el desplazamiento del centro de gravedad geopolítico hacia Asia y el Indo-Pacífico, y en el que Europa pierde centralidad, perder la perspectiva británica (que es más global) no es positivo. Creo que el objetivo debería ser tener una relación lo más estrecha posible entre la UE y Reino Unido en el ámbito de la defensa».

Nadie puede negar que, en estos últimos años, la UE ha dado algunos pasos importantes. En el próximo marco financiero, la Comisión Europea ha propuesto dotar al Fondo Europeo de Defensa con 13.000 millones de euros para investigación y desarrollo con el propósito de renovar la anquilosada industria europea y también está prevista una partida de 6.500 millones de euros para poner en marcha infraestructuras que permitan el transporte de equipamiento militar. Bruselas repite una y otra vez que no es un problema de gastar más, sino de gastar mejor.

Los datos parecen inapelables. Según el Ejecutivo comunitario, las duplicidades suponen unas pérdidas de 20.000 millones de euros anuales. Los Veintiocho construyen 17 tipos de tanque frente a uno de EE UU, 20 modelos de avión frente 6 de los americanos y 178 tipos de armas en comparación a los 30 de la industria estadounidense. Además, 25 de los 28 estados (todos a excepción de Reino Unido, Dinamarca y Malta) han establecido la llamada cooperación estructurada permanente (PESCO) para desarrollar proyectos comunes de capacidades (32 en macha). Los primero frutos podrían no tardar demasiado en llegar: Francia y Alemania acordaron en el año 2017 una alianza para desarrollar el futuro sistema de combate aéreo que jubile a los modelo Eurofighter y Rafalle. y España decidió adherirse a esta iniciativa en el mes de febrero.

Para Simon «no está todavía claro hacia dónde va a llegar esto, ya que el empuje en el ámbito de la defensa está sobre todo explicado por intereses industriales y económicos, y no queda claro hasta que punto está anclado en una visión estratégica común». Según este investigador, sigue habiendo profundas discrepancias en el eje fraco-alemán, ya que mientras para Berlín el uso de la fuerza militar tiene un carácter defensivo y de «recurso último», para París es un engranaje más dentro de su política exterior. También son diferentes las prioridades: mientras para Alemania lo más importante es el flanco Este, Francia prefiere centrarse en África y Oriente Medio.

No es el único peligro en el horizonte. Aquí nos encontramos con el segundo príncipe-rana. EE UU ha pedido una y otra veza a los aliados de la OTAN –bajo amenaza– que incrementen el gasto en defensa hasta alcanzar el 2% del PIB en 2024, pero el empuje industrial europeo comienza a inquietar a la Casa Blanca. Hasta el punto de que las autoridades estadounidenses han enviado una carta a la UE en la que le afean la poca participación de las empresas estadounidenses en el nuevo fondo y los proyectos de la PESCO. Para Washington, con estos intentos de autosuficiencia, «no solo se podría dañar la constructiva relación entre la OTAN y la UE, sino que podría revivir las enfrentadas discusiones que dominaban hace 15 años nuestros contactos sobre las iniciativas europeas de defensa». Bruselas ha reaccionado de forma tranquila, pero contundente. Recuerda que EE UU es mucho más proteccionista en contratos públicos.