Tiroteos en Estados Unidos

El tirador de Texas amenazó a su suegra, feligresa de la iglesia

Devin P. Kelley, un ex soldado de 26 años, irrumpió en el templo baptista al que acudía la madre de su mujer, con la que mantenía una tensa relación, para acabar con su vida. El hecho de que un militar expulsado de la Fuerza Aérea por su carácter violento pudiera acceder a un arma reabre el debate sobre su control, pero para el presidente es sólo un «enfermo mental»

La Policía local sostuvo desde el primer momento que existía un vínculo entre el tirador y la iglesia
La Policía local sostuvo desde el primer momento que existía un vínculo entre el tirador y la iglesialarazon

Devin P. Kelley, un ex soldado de 26 años, irrumpió en el templo baptista al que acudía la madre de su mujer, con la que mantenía una tensa relación, para acabar con su vida. El hecho de que un militar expulsado de la Fuerza Aérea por su carácter violento pudiera acceder a un arma reabre el debate sobre su control, pero para el presidente es sólo un «enfermo mental».

Devin P. Kelley, un joven de 26 años que vivía en una finca a las afueras de San Antonio, Texas, mató el domingo a 26 personas que estaban en misa, en la Primera Iglesia Baptista de Sutherland Springs. Vestido totalmente de negro y con un chaleco antibalas, Kelley se bajó del vehículo y abrió fuego con su rifle de asalto, similar a un AR-556, contra el templo desde fuera. Después entró en la iglesia y disparó, a quemarropa, contra los 50 feligreses que se encontraban en misa de 11. Entre los muertos se hallan desde un niño de 5 años, una mujer embarazada o un anciano de 72. Asimismo, Kelley dejó una veintena de heridos, algunos seguían ayer ingresados en hospitales de la zona.

La hija del pastor de la iglesia, de 14 años, también se encuentra entre los fallecidos de esta nueva tragedia que ha conmocionado a la pequeña familia texana y a todo Estados Unidos. El tiroteo de Sutherland Springs se ha convertido en el más mortífero de la historia de Texas. Sin embargo, en lo que va de año ya son 307 los tiroteos masivos que se han producido en el país. Cada día hay más de una barbarie de este tipo, según datos de Gun Violence Archive. Sumando las víctimas del domingo, en 2017 han muerto ya 13.158 personas por arma de fuego, es decir, la población entera de ciudades como Betanzos, Jaca, Ciudad Rodrigo o San Agustín de Guadalix. El hecho de que dos vecinos texanos, también armados, fueran los que lograron frenar a Kelley de seguir quitando vidas de forma aleatoria, no hace sino dar argumentos a los incondicionales de la tenencia de armas.

Stephen Willeford disparó contra Kelley a la salida de la iglesia. Después se montó en la camioneta de Johnie Langendorff y persiguieron al tirador hasta que Kelley perdió el control de su vehículo y se salió de la carretera. Entonces, la pareja de héroes, como les han bautizado en Sutherland Springs, le quitaron su rifle y se quedaron vigilando hasta que llegó la Policía. Aún no ha quedado claro si Kelley, ex militar del Ejército del Aire, se quitó la vida o murió por los disparos de Willeford.

«A la Asociación Nacional del Rifle (NRA) siempre le gusta decir que el único remedio para un mal tipo con un arma es un buen tipo con un arma», explica Lucas A. Powe, profesor en la Facultdad de Derecho de la Universidad de Texas. «No hay ninguna evidencia para respaldar esto y gente inocente también puede morir durante el fuego cruzado», añade el experto en Derecho constitucional. En su opinión, «la Segunda Enmienda nunca –en el futuro cercano– será revocada. Después del horrible tiroteo en 2012, en una escuela de Sandy Hook, el Congreso ni siquiera debatió fortalecer la revisión de los antecedentes penales». Powe es franco: «Las muertes en masa son el precio que pagamos por la Segunda Enmienda». No obstante, para el presidente Donald Trump se trata de un problema exclusivo «de salud mental». Desde Tokio, en su gira por Asia, el mandatario señaló que, aunque era pronto «está claro que nos encontramos ante un problema de salud mental de alto nivel. Tenemos muchos problemas de salud mental en nuestro país (...). Es algo que hay abordar de manera seria».

Las autoridades descartaron que la matanza se debiera a motivos raciales, religiosos o terroristas y atribuyeron la acción del tirador a asuntos personales. La matanza «no tuvo una motivación racial y tampoco estuvo relacionado a creencias religiosas. Había una serie de problemas domésticos en su familia», afirmó el portavoz del departamento de Seguridad Pública del estado, Freeman Martin, quien confirmó que Kelley había enviado mensajes amenazantes contra suegra, feligresa de la iglesia que resultó atacada. En Sutherland Springs sólo había censadas 362, por lo que el joven ha eliminado al 7% de esta pequeña localidad. Lo cierto es que Kelley, aunque «nadie le veía capaz de algo así», tenía un problemático historial y antecedentes. Según informó «The Washington Post», sus problemas legales comienzan en 2012, cuando una corte marcial le sentenció a un año de prisión militar por agredir a su mujer y a su hijo. En las cortes de Nuevo México quedó registrada la petición de divorcio de Tessa K. Kelley. En el Ejército, tras salir de la cárcel militar, fue reducido de rango y expulsado de las Fuerzas Armadas por mala conducta en 2014. También fue acusado de un delito menor por maltrato animal en el condado de El Paso, Colorado.

En estos tiempos de confrontación y odio en las redes sociales, resulta interesante comprobar cómo Kelley comenzó a añadir a vecinos de Sutherland Springs a su Facebook, para después enfrascarse en una pelea con ellos. El tío de Kelley pidió perdón a las familias de las víctimas del tiroteo en una entrevista a la NBC. «Ni en un millón de años habría imaginado que Devin sería capaz de hacer algo de este tipo», expresó Dave Ivey. «Mi familia sufrirá por sus cobardes actos», sentenció. De acuerdo a los vecinos, Kelley estaba casado y vivía con su mujer e hijo de 2 años en la propiedad de sus padres en New Braungels, a 47 minutos en coche de Sutherland Springs. En su enorme finca, el ruido de los disparos era común. Muchos de los vecinos lo habían escuchado con aparente normalidad, pues están en el campo y se permite la caza. Mark Moravitz contó a la televisión local que solía oír tiros a menudo, a las 10 de la noche. Kelley solía cuidar la casa de su familia, que pasaba grandes temporadas viajando. «Nunca piensas que un vecino puede hacer algo así. Imagínate lo preocupante que resulta ahora haber vivido a su lado». Aunque para él, hasta el domingo, «era un chico normal».