
Defensa
Esta arma europea surgió para seguir a los pájaros, pero ahora es un infierno para los drones rusos
Nació para rastrear aves, pero la guerra ha convertido a la holandesa Robin Radar en una pieza clave contra los drones rusos, disparando un negocio que ahora se mide en cientos de radares desplegados en el frente

El conflicto en Ucrania ha sido un catalizador inesperado para Robin Radar, una empresa holandesa cuya facturación se ha disparado desde los 5,5 millones de euros en 2020 hasta los 43 millones del pasado año. Este crecimiento exponencial la ha consolidado como la segunda empresa de más rápido crecimiento en el sector aeroespacial y de defensa de Europa, obligándola a reorientar por completo su modelo de negocio hacia la detección de drones para uso militar. La demanda de estos sistemas se ha vuelto crítica ante la proliferación de nuevas tácticas, como los ataques con enjambres de munición inteligente que amenazan con colapsar las defensas tradicionales.
Sin embargo, los orígenes de la compañía poco tienen que ver con la industria militar. Robin Radar nació en 2010 como una filial del instituto de investigación holandés TNO, con el propósito inicial de validar sus innovadores radares para el seguimiento de aves. La detección de drones comenzó como una actividad secundaria que, impulsada por la nueva realidad geopolítica, ha acabado por convertirse en su principal motor económico.
De hecho, el punto de inflexión llegó con la guerra en Ucrania. El Ministerio de Defensa de los Países Bajos compró más de 150 de sus radares IRIS con la intención de donarlos a Ucrania para hacer frente a los ataques con drones rusos. Tal y como informa Defense News, en la actualidad hay más de doscientos de estos sistemas desplegados en el frente. Se trata de un dispositivo compacto, de apenas 29 kilogramos y con un tamaño similar al de un barril de cerveza, cuyo coste es inferior al millón de dólares. Este esfuerzo se enmarca en una tendencia más amplia de fortalecimiento defensivo, donde un país europeo se está convirtiendo en una fortaleza antiaérea para protegerse de futuras amenazas.
Del campo de batalla a la expansión global
Precisamente, la experiencia real en el frente ha permitido a la compañía perfeccionar su tecnología a una velocidad sin precedentes. El uso intensivo de sus equipos en Ucrania ha impulsado el desarrollo de una versión móvil del sistema IRIS y una actualización de software que ha logrado ampliar su alcance de detección de cinco a doce kilómetros. Para la clasificación de los drones, la empresa combina la tecnología micro-Doppler con avanzados sistemas de aprendizaje automático. Esta constante mejora es crucial en un sector muy competitivo, donde otras potencias desarrollan tecnologías disruptivas como el nuevo radar militar de China que busca hacer invisibles a sus soldados.
En consecuencia, la compañía se prepara para una expansión de gran calibre. Robin Radar espera alcanzar una capacidad de producción de al menos seis radares por semana para finales de 2025. Este plan de crecimiento se apoya en un notable aumento de plantilla, pasando de los 25 empleados de 2020 a una previsión de 225 para finales de este año, un proyecto respaldado por la firma de inversión holandesa Parcom, que se convirtió en su accionista mayoritario en 2024.
A pesar de este giro hacia el sector militar, la empresa no abandona sus raíces y mantiene un enfoque de doble uso. Sus sistemas de radar siguen teniendo una presencia importante en mercados civiles, como la seguridad de aeropuertos o la protección de parques eólicos contra colisiones con aves, cerrando así el círculo de su tecnología.
✕
Accede a tu cuenta para comentar