Elecciones en Francia

Le Pen y Mélenchon compiten por disputar el Elíseo a Macron

Todos los sondeos otorgan una victoria holgada a Macron, que podría rondar el 28% de intención de voto

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En medio de una campaña electoral anómala, descafeinada y en buena parte eclipsada por la guerra en Ucrania, la batalla por llegar en segunda posición el próximo domingo en primera vuelta se ha convertido en la máxima atracción de la contienda en Francia.

Todos los sondeos otorgan una victoria holgada al presidente Macron que podría rondar el 28% de intención de voto y la pregunta a estas alturas es quién le disputará la presidencia en la segunda vuelta del 24 de abril. La demoscopia indica que será de nuevo la ultraderechista Le Pen reeditando así el duelo de 2017 pero la dinámica de campaña positiva del izquierdista Jean-Luc Mélenchon y sus continuos llamados al voto útil de izquierda todavía podrían dar la campanada el próximo domingo.

Fácil no lo tiene ya que las encuestas apuntan a un margen de 6 a 7 puntos favorables a Le Pen, pero un creciente movimiento de concentración del voto de izquierdas en la figura de Mélenchon podría ganar la partida. La táctica es fácilmente comprensible: Mélenchon confía en que en esta recta final buena parte del voto de las otras candidaturas de izquierda se vayan concentrando en la suya de La Francia Insumisa al ver que es la única opción que impediría reeditar el duelo Macron-Le Pen.

En esa constelación de pequeños porcentajes de voto del espectro de izquierdas que Mélenchon quiere atraer hacia sí está, según los sondeos, el 5% de los ecologistas de Yannick Jadot, el 4% de los comunistas o el 2% de los socialistas con Anne Hidalgo. Mélenchon, otrora tildado de radical y cómplice de mandatarios latinoamericanos como Chávez o los Castro, lleva tiempo reconvirtiendo su candidatura para hacerla más atractiva para el votante socialdemócrata o ecologista. O dicho de otro modo, haciendo lo mismo que Le Pen en la ultraderecha, desdiabolizandose para llegar al poder.

Uno y otra, con dilatada experiencia política, han entendido a la perfección que para hacer sombra al amplio espectro centrista que ocupa Macron, es necesario llegar a públicos que antes nunca hubiesen votado por ellos. Mélenchon quiere ser ahora el abanderado de la socialdemocracia de la misma forma que Le Pen habla de ecologismo y derechos del trabajador. Porque igual que Macron llegó a la presidencia difuminando la dicotomía derecha-izquierda, ahora sus rivales hacen estrategias para hacer lo mismo con sus propias etiquetas tradicionales con un fuerte punto en común entre ambos: criticar la agenda liberal reformista del presidente que deja desprotegida a la Francia olvidada.

Con este escenario electoral y el impulso que la faceta de interlocutor incansable en la guerra de Ucrania ha proporcionado a Macron, sólo hay dos factores que pueden apartar al mandatario de repetir mandato y crear la gran sorpresa de estas elecciones con la que en estos momentos ningún analista cuenta en Francia ni en la Unión Europea. Uno es el exceso de confianza y el otro la capacidad de articular un frente anti-Macron en la segunda vuelta que puedan coordinar bien Le Pen o Mélenchon haciendo resonar en París la voz de esa Francia del malestar donde el aumento de los precios del carburante es el verdadero quebradero de cabeza y no el ruido de la campaña.

Macron teme ambas cosas y quizás por ello el pasado fin de semana llamó a sus votantes en su gran mitin en La Defensa a desconfiar de los sondeos que le dan como favorito y apeló a la “movilización general” para derrotar a su principal rival hoy por hoy, Le Pen. El presidente lamentó que el discurso ultra se haya banalizado y haya dejado de asustar. “No os creáis los sondeos que dicen que es imposible, que es impensable, que la elección ya está decidida y que todo irán bien”.

La victoria de Macron en 2017 dinamitó la alternancia habitual entre los partidos tradicionales, conservadores y socialistas, y dejó un escenario con un gran centro macronista y, como alternativa, dos polos con opciones radicales. Le Pen se ha reforzado desde entonces gracias a la llamada estrategia de la desdemonización y de la normalización creciendo en los feudos de la crisis de los chalecos amarillos que puso contra las cuerdas al presidente a mitad de su mandato. En el otro lado, Mélenchon ha tenido que ir posicionándose como el líder ganador de una nebulosa de candidaturas de izquierda que hace menos de un mes no tenía ninguna opción de competir por la presidencia. Ahora tiene la difícil tarea de seducir al votante socialdemócrata urbano al que tanto miedo infundía como a parte de esa Francia olvidada que ya se rindió a Le Pen.

Pero aparte de la emoción por el segundo puesto, estas elecciones opacadas por la guerra pueden confirmar el próximo domingo un puñado de jugosos titulares políticos. Un asentado escenario político tripolar en Francia, una derecha tradicional que sigue absorbida por Macron cinco años después, un interés por el ecologismo de repente relegado a segundo plano por la crisis de Ucrania y un partido socialista que podría caer en la irrelevancia más absoluta.