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Cinco claves para la segunda vuelta de las presidenciales francesas

La extrema derecha nunca ha estado tan cerca de llegar al poder en Francia

Emmanuel Macron celebra con sus simpatizantes la victoria electoral en la primera vuelta
Emmanuel Macron celebra con sus simpatizantes la victoria electoral en la primera vueltaYOAN VALATAgencia EFE

Los resultados de la primera vuelta han confirmado lo que se esperaba, una reedición del duelo entre el liberal y europeísta Emmanuel Macron y la nacional populista Marine Le Pen. Sin embargo, este lunes vuelven a barajarse las cartas en la batalla de Francia. Arranca una nueva campaña y la estrategia de los dos candidatos decidirá quién conquistará finalmente el Elíseo el 24 de abril. Estas son algunas de las claves de esta segunda vuelta.

1. Una ultraderecha crecida

Marine Le Pen ha demostrado que eran del todo prematuros todo los augurios que la daban por muerte políticamente tras tres intentos por hacerse con la presidencia de Francia. Ya le pasó a su padre, Jean Marie Le Pen en 2002, cuando provocó un terremoto político en el Hexágono al pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales cuando nadie lo esperaba gracias a la desmovilización de la izquierda y el hartazgo con Jacques Chirac.

A su hija, que se hizo con las riendas del Frente Nacional (FN) en 2011, también le subestimaron, incluso entre sus propias filas, que se fugaron en los últimos meses en brazos de la estrella ascendente de la ultraderecha gala, el polemista y escritor Éric Zemmour. El tertuliano televisivo que llama a reconquistar Francia frente a una inmigración que reemplazará a a la población autóctona por musulmanes, lanzó una OPA hostil contra Le Pen que las urnas han terminando desbaratando. El “efecto Zemmour” ha terminado desinflándose por su radicalismo y sus elogios a la Rusia de Vladimir Putin. El candidato “outsider” suma en primera vuelta el 7% y queda relegado a cuarta posición. En cambio, Le Pen cosecha el mejor resultado que la utraderecha haya tenido en una primera vuelta presidencial.

Los esfuerzos por lo que se conoce en Francia como “desdiabolizar” al partido ultra ha tenido éxito. En estos cinco años, Le Pen ha renunciado a salir de la UE, el temido“Frexit” que le hizo perder las elecciones frente a Macron en 2017, y ha cambiado incluso el nombre del viejo partido antisemita y fascista fundado por su padre en los primeros setenta por el de Reagrupación Nacional (RN).

2. Macron no es invencible

La estrategia del “yo o el caos” y el voto del miedo a la extrema derecha ya no parecen hacer mella en parte del electorado francés, que en un 30% voto sin reparos a opciones abiertamente de ultraderecha (Le Pen y Zemmour). Tras una insulsa campaña de cara a la primera vuelta en la que Emmanuel Macron ha tratado de no mojarse hasta que las encuestas le colocaron codo con codo su rival, el presidente francés va a tener que bajar a la arena política para ganarse un segundo mandato en el Palacio del Eliseo. Los éxitos económicos (desempleo más bajo desde 2008 y veloz recuperación económica tras la pandemia de coronavirus) no serán suficientes para unas clases populares que sufren en carne propia cómo no llegan a final del mes por culpa del impuesto de los pobres, la inflación. Un electorado, en suma, que Le Pen ha sabido seducir durante los últimos meses.

3. Cara a cara el 20 de abril

La lamentable actuación de Le Pen en el debate televisivo de hace cinco años en el que Macron la puso contra las cuerdas al sacar a la luz su incapacidad para gobernar Francia no puede repetirse si la líder de RN quiere llegar esta vez al poder. Su principal baza será el presentarse como la defensora de los franceses acuciados por la pérdida de poder adquisitivo frente a un presidente que representa a las élites, a los más poderosos. Sin embargo, Macron tiene la ventaja de que, al contrario de su rival, dispone del conocimiento que otorga estar en el poder y sabe a la perfección cómo dirigirse a las cámaras, nunca evita un debate dialéctico. La audiencia que reúna el debate del 20 de abril, cuatro días antes de la cita con las urnas, también mostrará el interés de los franceses ante las elecciones.

4. Un frente republicano más débil

En las presidenciales de 2002 y 2017, pero también en citas electorales menores como regionales o locales, el conocido como “frente republicano” ha funcionado a la perfección para cerrar las puertas del poder a la extrema derecha. Lo malo es que la debilidad de los partidos tradicionales (socialistas y conservadores), que sumaron un insignificante 7% en la primera vuelta, y la atomización de la izquierda (verdes y comunistas) reducen el nicho de votos que permitirían a Macron obtener una mayoría confortable. Sin embargo, el 66% con el que llegó al Elíseo en 2017 parece ahora una utopía imposible de alcanzar ni por los más optimistas. Los sondeos previos anunciaban que Macron podría vencer esta vez a Le Pen por el 52% frente al 48%. Un margen demasiado estrecho para que el equipo de campaña del presidente pueda dormir tranquilo.

Por si fuera poco, Le Pen ya parte con un 30% de apoyos seguros, el 23% propio y el 7% de Zemmour, que ya ha pedido el voto para la mujer que ha despreciado durante meses.

Pero la líder ultra también aspira a pescar entre el electorado antisistema del izquierdista Jean Luc Mélenchon, que con un 20% fue el tercero más votado este domingo. Si bien el líder de Francia Insumisa (FI) ha pedido no dar ni un solo voto a la extrema derecha, no ha pedido votar directamente por Macron, por lo que muchos optarán por la abstención o apoyar a Le Pen para castigar al que ven como el representante de las élites económicas.

Como pusieron de manifiesto las primarias en Los Republicanos (LR) el pasado diciembre, los conservadores franceses se hallan divididos entre aquellos aquellos partidarios de colaborar con un Macron, con el que no les diferencia tanto (sus dos primeros ministros proceden de sus filas), o los que quieren girar a la derecha para competir con Le Pen en las urnas. La candidata presidencial, Valérie Pécresse, pidió anoche mismo votar al presidente de la República el 24 de abril, pero su rival en las primarias, el derechista Éric Cioti, ha asegurado que no elegirá la papeleta de Macron.

5. La clave de la participación

A falta de datos definitivos, las estimaciones apuntan a que la participación electoral se situó en torno al 72,7%, la más baja en una primera vuelta presidencial moderna desde el récord de 2002 (71,6 %), cuando Le Pen padre dio la campanada. Sin embargo, la abstención no fue tan elevada como predecían algunas encuestas, que hablaban de un 30%. La movilización de los votantes de ambos candidatos, por tanto, será clave en la segunda vuelta, sobre todo en el campo macronista, que hasta hace unas semanas confiaba en una amplia victoria de su candidato.