Elecciones en Suecia

“Magda”, el eficaz bulldozer de los socialdemócratas suecos para volver a ganar

La primera ministra endurece su discurso frente a la inmigración y la delincuencia para contrarrestar el auge de la ultraderecha

La primera ministra sueca, Magdalena Andersson, sostiene en brazos a un niño en Borlänge
La primera ministra sueca, Magdalena Andersson, sostiene en brazos a un niño en BorlängePontus LundahlAgencia EFE

El Folkets Park de Malmö, el parque público más antiguo del mundo, acoge un acto electoral de Magdalena Andersson, la primera ministra sueca y líder de los socialdemócratas desde noviembre, cuando Stefan Löfven decidió pasar el testigo a su entonces ministra de Finanzas tras siete años en el poder.

Es sábado y el tiempo estival anima a disfrutar de una cerveza o un perrito caliente que los voluntarios de las Juventudes Socialdemócratas (SSU) venden en las carpas montadas a pocos metros del escenario. Allí Eva y Andrés hablan de política a la espera de que “Magda”, como la conocen en el partido, suba al estrado. Andrés, un salvadoreño que abandonó su país hace doce años en busca de una vida mejor en Suecia, no oculta su admiración por la candidata por “cómo gestionó la economía en los momentos difíciles del coronavirus”. Eva, en cambio, una griega que lleva 41 años viviendo en Suecia, se muestra más escéptica: “Los políticos prometen mucho en campaña, pero luego no lo cumplen. La escuchas [a Andersson] y todo suena muy bien, pero no me fío”. Ambos son ejemplo de la multiculturalidad de Malmö, donde conviven habitantes procedentes de 180 países.

Los aplausos nos interrumpen, la primera ministra, vestida con un vestido azul marino y zapatillas deportivas, sube al atril para iniciar su discurso. Durante 25 minutos arranca los aplausos de los asistentes con frases contundentes para desgranar sus ideas principales: mano dura contra la violencia de las bandas y la segregación en los barrios de las ciudades suecas.

“No queremos tener barrios chinos en Suecia, no queremos tener Somalitowns o Little Italys”, advierte Andersson. “Nuestro punto de partida es una sociedad donde las personas con diferentes antecedentes, experiencias e ingresos viven juntas y se encuentran. Así es como crearemos una sociedad cohesionada”, subraya la líder del SAP.

Siguiendo los pasos emprendidos por sus colegas danesas, los socialdemócratas suecos han endurecido su discurso sobre la inmigración en un intento de arrebatar a la extrema derecha su principal bandera electoral. Al fin y al cabo, la derecha xenófoba crece sin parar a costa de votantes de la clase trabajadora que tradicionalmente votaba a los socialdemócratas, el partido que construyó el Estado del Bienestar desde los años treinta del siglo pasado.

La llegada de más de 165.000 solicitantes de asilo en las crisis de refugiados de 2015 ya obligó al Gobierno de Löfven a acabar con la histórica política de acogida sueca en 2016. En la última década, Suecia, un país de 10,4 millones de habitantes, ha recibido 500.000 inmigrantes.

Según explica a LA RAZÓN Niklas Bolin, profesor de Ciencias Políticas en la Mid Sweden University, «que los socialdemócratas se hayan vuelto más duros puede entenderse tanto como una respuesta a la gran afluencia de inmigrantes y la presión que esto ha ejercido sobre la sociedad como una forma de neutralizar el problema acercándose a los moderados [conservadores] y los Demócratas Suecos [ultraderecha]».

Precisamente, sorprende que los socialdemócratas, tras ocho años en el poder, encabecen los sondeos ante las elecciones de este domingo pese a que los temas que dominan la campaña, la inmigración y la criminalidad, suelen favorecer a la derecha.

Los últimos sondeos auguran un resultado tan ajustado como en las elecciones de 2018, cuando hicieron falta 129 días para formar Gobierno. La izquierda sumaría un 49,7% de votos y 175 diputados frente al 49,4% y 174 escaños de la derecha. Un escenario de inestabilidad que ha sabido manejar Andersson al frente de un Gobierno minoritario que contaba con solo 100 de los 349 diputados del “Riksdag” (Parlamento).

En la oposición, sin embargo, lo más preocupante es que la ultraderecha puede dar por primera vez el «sorpasso» a los conservadores y ser la segunda fuerza más votada del país nórdico. Estos, junto a los cristiano demócratas han superado pasadas reticencias y se muestran dispuestos a gobernar con el apoyo de los ultras, a los que toda la clase política había establecido un cordón sanitario tras su irrupción en el «Riksdag» en 2010.

Nora Theorin, investigadora asociada del Departamento de Políticas de la Universidad de Gotemburgo, atribuye la ventaja socialdemócrata a «que la confianza en el Gobierno se ha visto impulsada durante las crisis externas que Suecia ha experimentado últimamente: la pandemia de coronavirus y la guerra en Ucrania y a que Andersson es sustancialmente más popular que Ulf Kristersson [el líder conservador].

Su capacidad para convencer al país y al partido del ingreso en la OTAN tras dos siglos de no alineamiento militar aumentó su confianza entre los suecos. Como resultado, un 55% de los suecos confía en Andersson, frente a un 32% que lo hace en Kristersson.

“Mucha gente confía en ella como primera ministra, incluso entre aquellos que no votan por los socialdemócratas”, resume Jan Teorell, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Estocolmo.

Tras el discurso de Andersson, sube al escenario un cantante local que hace las delicias del público cantando acompañado de su guitarra viejas canciones folk suecas.

Frente a un público dominado por personas de mediana edad y jubilados, contrasta la presencia de los jóvenes de las SSU que anima a la primera ministra con pancartas a favor de acabar con los beneficios privados en las escuelas financiadas con dinero público, otra de las promesas electorales de los socialdemócratas.

Entre ellos se encuentra Tony Nilsson, que se afilió a las Juventudes Socialdemócratas a los 15 años. A sus 27 preside la sección LGTBIQ de las SSU y forma parte del consejo municipal de Kristianstad, la ciudad de 36.000 habitantes donde reside.

Cree que los jóvenes esperan que Andersson “avance en la lucha contra el cambio climático, favorezca el empleo y ayude a que la escuela funcione para que ningún joven termine en la delincuencia”.