Represión

La represión de los ayatolás no frena a las jóvenes iraníes

Las protestas contra la obligación de llevar el velo islámico se extienden a 90 ciudades de Irán y dejan al menos 50 muertos

Rodeada de centenares de manifestantes exultantes, una joven se subió a un buzón de correos en Kerman. Siguiendo el ejemplo de muchas compatriotas, se sacó unas tijeras del bolsillo y empezó a cortarse su larga cabellera ante los vítores de los presentes. «¡Muerte al dictador!», se oía en bucle en la plaza central de la ciudad. Al fondo, ardían varios «hiyab» (pañuelo islámico) de mujeres que están protagonizando un desafío sin precedentes al régimen de los ayatolás. «Mujer, vida y libertad» es el lema que se extendió ya a más de 90 localidades de Irán, donde se quemaron también retratos del líder supremo, Ali Jamenei.

La muerte de la joven kurda de 22 años Mahsa Amini, detenida por la Policía de la moral por no vestir el pañuelo adecuadamente, ha desatado una revolución masiva. Hace ocho días que se repiten las escenas de jóvenes enfrentándose sin temor a policías antidisturbios y a los «Basij», milicias paramilitares del régimen encargadas de reprimir a la disidencia. Según la televisión iraní, el total de fallecidos por la violencia policial asciende ya a 41 víctimas, aunque grupos pro derechos humanos elevan el computo a casi 50.

La gran incógnita es si los manifestantes soportarán la brutal represión y si lograrán provocar fisuras o reformas en el rígido sistema religioso. Mientras, la furia desatada en solidaridad con Amini está sesgando la vida de más mujeres. Ghzala Chelavi (32), de Amol, cayó fulminada tras recibir un balazo en la cabeza. En Nowshar, Hananeh Kia (23) también sucumbió a los disparos. En Isfahán, Mehsa Mogoi (18) corrió la misma suerte. Minu Majidi, madre de dos hijas de Kermanshah, fue abatida. «Si el mundo no actúa, más gente morirá», denuncian activistas iraníes en la diáspora.

Jasmin Ramsey, directora del Centro por los Derechos Humanos en Irán, recordó a la NBC que «tras la Revolución Islámica, el hiyab pasó de ser una elección personal a una herramienta de represión política. Ahora, exigen la abolición de esta norma, que es una excusa para reprimir a la mujer. La rabia que estamos viendo es fruto de años y años de represión». Y prosiguió: «Los líderes mundiales que tienen relaciones con oficiales iraníes deben exigir que permitan las protestas sin violencia o arrestos arbitrarios, la presión es clave. El miedo del Gobierno es que haya una condena internacional».

El régimen, consciente de que esta oleada de ira popular tiene un carácter distinto a anteriores protestas por la crisis económica, se empeña en cortar la conexión a internet para intentar sofocar el estallido. En respuesta, Joe Biden ordenó relajar las sanciones sobre los servicios proveedores de red en Irán, para así «apoyar la libre circulación de información». En zonas del país hubo cortes casi totales de la red, así como restricciones en WhatsApp o Instagram. Desde Amnistía Internacional, denuncian el «riesgo a un mayor derramamiento de sangre por el apagón», así como la conducta de las Fuerzas de Seguridad «disparando deliberadamente fuego real contra los manifestantes».

Masih Alinejad, periodista iraní y activista en contra de la obligación de vestir el «hiyab», lanzó un furioso mensaje dirigido a diplomáticas occidentales, implorando que dejen de usar el velo durante sus visitas oficiales a Irán. «Cuando visitéis a los asesinos en mi país, no uséis el ‘hiyab’, no deis legitimidad a nuestros opresores. Durante años, os advertí de los peligros de la policía de la moral, y compartí vídeos de mujeres siendo golpeadas en las calles. Pero ignorasteis a miles de mujeres, que ahora se quitan sus velos y se encaran a armas y balas».

Las envalentonadas iraníes mandan vídeos a sus familiares antes de salir a las calles, conscientes de que podrían no regresar vivas a casa. Alinejad, que desde Nueva York recibe mensajes con testimonios de mujeres iraníes, matiza que su lucha no se centra solamente en una pequeña pieza de ropa. «Están protestando contra uno de los símbolos más visibles de la opresión. Están cuestionando a todo un régimen».

Mientras en Teherán se registraron el viernes las protestas más multitudinarias desde el inicio de las movilizaciones –con policías sobrepasados por las masas–, el presidente Ebrahim Raisi, recién llegado de la Asamblea General de la ONU en Nueva York, dijo en un discurso ante sus seguidores que los «enemigos del país están tratando de crear el caos».