Protestas
Tercera noche consecutiva de violentos disturbios antiinmigración en Irlanda del Norte
Familias de migrantes abandonan sus casas en Ballymena por el hostigamiento de bandas que protestan contra los extranjeros tras una agresión sexual contra una chica
Irlanda del Norte se ha convertido en el epicentro de violentos disturbios antiinmigración. Por tercera noche consecutiva, los manifestantes rompieron ventanas, provocaron incendios y se enfrentaron a la policía con todo tipo de armas: desde cócteles molotov hasta hachas. Todo comenzó el lunes tras una vigilia por una adolescente presuntamente agredida sexualmente por dos chicos de 14 años en la localidad de Ballymena. Los menores habían comparado ante el tribunal ese mismo día y fueron acusados de intento de violación. Un intérprete rumano les leyó los cargos, lo que dejó claro que eran inmigrantes. Y, desde entonces, la violencia por motivos raciales, con turbas que atacan a residentes extranjeros, no han cesado.
El ayuntamiento de Mid and East Antrim señaló ayer que el centro de ocio de Larne había sido designado como zona de descanso de emergencia para personas con necesidades urgentes tras los disturbios en Ballymena, pero que las familias habían sido reubicadas de forma segura en otro lugar.
Al cierre de esta edición, las noches consecutivas de violencia habían dejado 17 policías heridos y varias viviendas, negocios y vehículos dañados. Seis personas fueron arrestadas por delitos de orden público y una fue imputada.
Antes del Acuerdo de Viernes Santo de 1998, Irlanda del Norte registraba muy poca inmigración. El sangriento conflicto entre católicos y protestantes no lo convertían en un escenario precisamente atractivo, pero tras el proceso de paz, la inmigración aumentó gradualmente. Se estima que entre 2001 y 2023 unos llegaron 293.000 migrantes internacionales, según un estudio de la Asamblea de Irlanda del Norte publicado este año. El último censo de 2021 muestra que aproximadamente el 3,4 % de la población de Irlanda del Norte pertenece a una minoría étnica, en comparación con el 18,3 % en Inglaterra y Gales y el 12,9 % en Escocia, lo que la convierte en la región menos diversa del Reino Unido.
Algunas zonas han visto un número significativo de llegadas, incluyendo partes de Belfast, y Ballymena, localidad mayoritariamente de clase trabajadora. "Los residentes locales, no solo pero en su mayoría, blancos, unionistas y protestantes de clase trabajadora, sienten que tuvieron una influencia de extranjeros, muchos de ellos no blancos, y que nadie les consultó al respecto, y que la identidad de su área local ha cambiado", explica The Guardian.
Los locales se muestran "desbordados". Si bien reconocen que "muchos de los migrantes aportan habilidades y hacen cosas buenas en cuanto a abrir negocios, y podrían ser sus amigos, aseguran que otros están causando muchos problemas y que sienten que los políticos, los representantes públicos y la policía no les están atendiendo".
Sus quejas son dobles. Primero, que algunos migrantes se están aprovechando de los servicios financiados por los contribuyentes. Segundo, que están involucrados en delitos. La percepción es que las autoridades están ignorando estos problemas.
Los enfrentamientos se asemejan a los disturbios antiinmigrantes del verano pasado que se extendieron por toda Inglaterra, tras el apuñalamiento múltiple en la localidad de Southport, en el que tres niñas de entre seis y nueve años fueron asesinadas. Los bulos en redes sociales mantenían que el autor del crimen era un ciudadano sirio, pese a tratarse de un joven de 17 años nacido en Gales en el seno de una familia de origen ruandés, lo que espoleó a los grupos xenófobos.
En Ballymena, muchos hablan de que sus comunidades se están quedando atrás, algo similar a la retórica escuchada en el Muro Rojo del norte de Inglaterra, donde se ha sufrido un declive industrial.
La situación en Irlanda del Norte, principalmente en Ballymena, es desalentadora para los inmigrantes. Hay casas tapiadas, ventanas destrozadas y varias quemadas. Algunos manifestaron a los medios locales que, tras casi dos décadas afincados allí, están barajando regresar a sus países de origen.
Otros están pegando en sus ventanas letreros que dicen 'Aquí viven filipinos' junto con la bandera británica, porque sienten que los rumanos y otras nacionalidades son el foco de la ira y las protestas.
Jon Boutcher, jefe de policía del Servicio de Policía de Irlanda del Norte (PSNI), calificó la "violencia descontrolada" de profundamente preocupante e inaceptable. "Estos actos criminales no solo ponen vidas en peligro, sino que también amenazan con socavar el proceso de justicia penal en curso que dirige el PSNI en apoyo de una víctima que merece verdad, justicia y protección. Irónicamente, y frustrantemente, esta amenaza violencia con descarrilar la misma búsqueda de justicia que pretende desafiar".
Boutcher hizo un llamamiento al fin inmediato de la delincuencia y el desorden. "Al igual que con cualquier delincuente grave en Irlanda del Norte, perseguiremos a los responsables y los llevaremos ante la justicia. Comenzaremos nuestra investigación revisando todas las pruebas recopiladas, incluyendo grabaciones de video, y se publicarán imágenes de los involucrados para identificar a los infractores. No arruinen su futuro y no sigan poniendo en peligro ni intimidando la vida de otros".
En una declaración conjunta del miércoles, ministros de todo el ejecutivo de Irlanda del Norte, que comparten el poder y que incluye al Sinn Féin, el Partido Unionista Democrático, el Partido Alianza y el Partido Unionista del Ulster, afirmaron que los implicados en los disturbios de Ballymena no tenían nada que ofrecer a la sociedad salvo "división y desorden".