OTAN

La guerra sale más cara

España está a la cola del gasto de Defensa entre los países de la OTAN, pero cumplir con el compromiso del 2% del PIB supondría invertir 14.000 millones de euros en siete años

La guerra sale más cara
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España está a la cola del gasto de Defensa entre los países de la OTAN, pero cumplir con el compromiso del 2% del PIB supondría invertir 14.000 millones de euros en siete años.

Vaya por delante que lo que verdaderamente sale caro es tener que librar una guerra. Ahí es cuando los costes se disparan, y si no que se lo pregunten a Bashar al Asad o al propio Donald Trump. Es decir, que siempre será más económico disponer de unos medios de defensa proporcionados y en perfecto estado de revista, que tener que salir al mercado cuando el enemigo de turno ya está a las puertas.

Ahora bien, no conviene dejarse medir por el promedio de gasto de Estados Unidos, que es lo que pretende su actual presidente con su insistencia en que los países que forman parte de la OTAN lleguen hasta el 2 por ciento de su PIB en gasto militar, porcentaje que, en estos momentos, sólo cumplen el Reino Unido, metido en las guerras de Oriente Próximo; Estonia, que tiene a los rusos muy próximos, tanto en la memoria como geográficamente; Polonia, por lo mismo, y Grecia, cuyos militares tienen los dos ojos puestos en su viejo enemigo turco. Compararse con la desmesura del gasto militar estadounidense es absurdo, entre otras cuestiones, porque los intereses extranjeros de Washington no tienen por qué coincidir con los de la OTAN y, también, porque la Secretaría de Defensa esconde en sus presupuestos partidas que deberían asignarse a otros departamentos –Sanidad, Educación, I+D, Fomento, Exteriores– a las que hay que sumar los programas de armamento fracasados, que son muchos, o aquellos cuyos gastos se han disparado por encima de toda lógica. Hablamos de sistemas como el buque de defensa costera o los cañones láser aerotransportados, grandes fiascos, mientras lo que de verdad hacía falta era reponer los vehículos blindados más comúnes.

Para un país como España, que es de los que menos invierten en Defensa, lo que no deja de ser un error, llegar al 2 por ciento del PIB, supondría una inversión de 14.000 millones de euros en los próximos siete años. No parece que esté la cosas para esos dispendios. Ahora bien, sí hace falta invertir más para completar los programas que se consideran imprescindibles: los nuevos submarinos S-80, que son el arma estratégica disuasoria por excelencia; los sistemas de comunicación por satélite, aviones no tripulados, modernizar la flota de helicópteros del Ejército de Tierra y, por supuesto, pensar en la sustitución en la próxima década de los cazas F-18 y Harrier.