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«Las mujeres valientes se han quedado en Afganistán»

En el libro “La primera estrella de la noche” Nadia Ghulam y Javier Diéguez subrayan la importancia del papel de las mujeres en la Afganistán. LA RAZÓN ha entrevistado a la primera

Nadia Ghulam
Nadia Ghulamlarazon

Se llama Nadia Ghulam. Nació en Afganistán, pero la guerra la obligó a abandonar su hogar y esa huida la llevó a Europa. Pero esta historia ya la contó en “El secreto de mi turbante”, su primer libro. Ahora, ha vuelto a su país natal con otro objetivo. Poner el foco sobre las grandes olvidadas de la guerra, las mujeres. Así se lo ha contado a LA RAZÓN: “Después de ‘El secreto de mi turbante’ la gente me decía, ‘oye, Nadia, eres una mujer valiente’ y yo pensaba ‘Yo sólo soy un pequeño ejemplo. Las mujeres valientes se han quedado allí” a lo que añadió “Por esta razón quise convertirme en su voz”.

Lo ha conseguido a través de “La primera estrella de la noche”, obra que firma junto a Javier Diéguez, historiador y gran amigo suyo. Nadia y Javier han novelado la vuelta de ésta a su país natal y su reencuentro con su familia. Algo que supone un choque personal, y no sólo por la vuelta a los valores tradicionales de una sociedad que todavía no se ha recuperado de la guerra. Nadia se tiene que enfrentar a la incomprensión de sus parientes, que no entienden por qué se empeña en no hacerse pasar por un hombre, una estratagema que utilizó durante años para poder traer un sueldo a casa. El redescubrimiento de las mujeres que poblaron su hogar se mezclará así con una búsqueda de aceptación de su propia identidad como mujer.

La historia la lleva desde Cataluña, donde vive con sus padres adoptivos, hasta Kabul, en una travesía a la que se vio abocada tras la muerte de su tía Sha Gul. Allí se quedará hasta que encuentre a su prima Mersal, hija de Sha Gul. A través del relato de los días de Nadia en su antiguo hogar, Javier y ella van presentando a las variopintas mujeres que marcaron su vida. De esta manera, describen el trágico cambio que han sufrido las vidas de sus heroínas protagonistas tras la dominación talibán y un cruento conflicto civil: “Tenía mucho que aprender de [Sha Gul], y del resto de mujeres de mi familia. Nunca más podría dar respuesta al sinfín de preguntas que me atormentaban, pero estaba decidida a que eso no volviera a suceder”, dice en uno de los primeros momentos descritos por el libro. “Debía honrar a mi tía a mi tía y comprender mejor a las mujeres de mi familia, y con ello el alma de mi propio país”.

Es un libro duro, pero que, tal y como ella ha subrayado a LA RAZÓN, “ayuda a ver cómo, a pesar de todas las dificultades, yo he podido salir adelante”. Con este texto ha pretendido contar la historia “tal y como fue, tanto antes de la guerra como después, para que la gente vea que no es que la cultura afgana sea así, que es la guerra la que cambia la vida de la gente”. También defendió cómo el conflicto armado se ha llevado por delante no sólo hogares, escuelas y bibliotecas, sino los anhelos de las mujeres afganas: “Antes de la guerra, sus ilusiones eran ir a la escuela, hacer una carrera, trabajar... Después de la guerra, éstas pasaron a ser quiero casarme porque no puedo mantenerme”.

La situación en Afganistán está muy lejos de ser solucionada. Sólo hay que ver la gran cantidad de refugiados afganos que todavía hoy arriesgan su vida para llegar a Europa, a pesar de ser un país en paz... teóricamente. Nadia rechaza describirlos como inmigrantes. Declara a LA RAZÓN: “Para mí, no hay diferencia entre un inmigrante y un refugiado. Todas las personas que salen de su país lo hacen porque no tienen oportunidad de estar, a nadie le gusta dejar su tierra voluntariamente. Los que lo quieren hacer y no tienen ningún problema en su país natal son turistas, no refugiados o inmigrantes”, añade.

Afganistán necesitará muchos años para reconstruirse, recalca a LA RAZÓN, ya que, después de todo, destruir es muy fácil, pero construir es mucho más difícil. Sin embargo, Nadia no pierde el optimismo: “Yo creo que en mi país hay mucha esperanza, que llegará paz y llegará la oportunidad de reconstruirlo, pero eso necesita tiempo y paciencia, y profesionales, no armas”.