
África
Mali: se relaja el bloqueo de combustible en Bamako, pero la crisis sigue
Las últimas informaciones apuntan a un aumento puntual del suministro en la capital del país africano

Durante las últimas semanas, Mali ha vivido una de las crisis más graves desde que comenzó su guerra contra el terrorismo islámico en el Sahel. Su capital, Bamako, sufrió durante los meses de septiembre, octubre y de noviembre un desabastecimiento casi total de combustible, como consecuencia de un bloqueo impuesto por la principal coalición yihadista en el país, el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM). El cerco provocó apagones, colapsó el transporte, las escuelas tuvieron que cerrar durante más de dos semanas y se notó una parálisis general en los servicios esenciales.
Sin embargo, la situación se ha relajado en los últimos días. Las últimas informaciones señalan un aumento puntual del suministro en la capital y una cierta reactivación de la vida cotidiana. Este alivio, aunque palpable para una parte de la población, es frágil, y no significa en cualquier caso que la amenaza haya terminado. Una enorme inseguridad sigue afectando a las principales carreteras que conectan Bamako, y el bloqueo, lejos de desaparecer, continúa siendo la principal herramienta de presión de los insurgentes sobre el Estado maliense.
El bloqueo afecta en especial a las rutas por las que entra la mayor parte del combustible maliense. El que proviene de los puertos de Dakar (Senegal) y Abiyán (Costa de Marfil), que han sido durante décadas los grandes pulmones logísticos del país. Esta dependencia casi absoluta ha llevado a que las carreteras que conectan Kayes, Nioro du Sahel, Sikasso y Mopti sean objetivos perfectos para el JNIM. Los terroristas declararon el pasado tres de noviembre, de hecho, un bloqueo explícito sobre esas rutas, especialmente en el oeste y el centro del país, y comenzó una campaña sistemática de emboscadas, quema de cisternas, secuestros de conductores de camiones...
El resultado, como era de prever, ha sido devastador tanto para Bamako como para regiones más alejadas. Aissami Abdou, coordinador de operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF), explica a LA RAZÓN que "la zona más afectada es Bamako, pero también hay una escasez grave en otras zonas del país, como Sikasso, e incluso más al centro, por Mopti".
La atención médica se ha visto golpeada
La falta de combustible también ha tenido un impacto directo en la atención médica. Abdou señala que "los proyectos dirigidos al apoyo a mujeres en Bamako han visto sus visitas reducidas en un 15%. Las mujeres no tienen medios de transporte para acceder a nosotros". Y tiene sentido. Los taxis y moto-taxis, el principal medio de transporte urbano para estas mujeres, desaparecieron prácticamente de las calles durante las primeras semanas del bloqueo.
Y en las zonas rurales, la situación es aún más dramática. "Hemos visto un grave descenso en las áreas de maternidad, especialmente en zonas rurales, porque las mujeres dan a luz en sus casas por falta de medios de transporte", afirma el coordinador de MSF. Esto aumenta el riesgo de complicaciones obstétricas graves en un país con una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo.
Incluso las organizaciones humanitarias mejor preparadas han tenido dificultades para mantener su actividad. Abdou señala que "MSF cuenta con una reserva de combustible para situaciones como esta, pero debemos racionarlo, y ello está reduciendo nuestra movilidad y limitando nuestras acciones". Los equipos médicos han tenido que reducir salidas a terreno y priorizar sus actividades, con el evidente costo humanitario y de salud que ello implica para las comunidades locales.
La escasez, al final, afecta tanto al transporte de personal como al de medicamentos y material médico.
"La situación está teniendo un gran impacto en nuestras operaciones", resume Abdou. Y confirma que el temor a los ataques y la situación general del bloqueo afecta también a los medios logísticos que proveen a MSF del material necesario para sus operaciones. Aunque no han atacado a transportistas con material sanitario, sí que existe un temor latente, una inseguridad generalizada que hace que los camioneros endurezcan sus condiciones a la hora de coger el volante. La primera fase del bloqueo, recuerda el coordinador, fue especialmente dura: "La primera fase de la crisis fue la peor. La incertidumbre pesaba mucho. Pero creo que ahora podemos decir que la situación se ha relajado un poco".
El alivio al que se refiere Abdou se explica en gran parte por la llegada, desde Níger, de un convoy de 82 cisternas escoltadas que logró abastecer Bamako. Esta operación fue fruto de la cooperación dentro de la Alianza de Estados del Sahel (AES), compuesta por Mali, Níger y Burkina Faso, y permitió reabrir algunas gasolineras para devolver un mínimo de movilidad a la capital. Pero la recuperación es parcial, limitada. Beneficia sobre todo a Bamako y no a las regiones más aisladas, donde las rutas siguen marcadas por emboscadas y amenazas constantes. Incluso los convoyes escoltados han sufrido ataques a lo largo de los últimos meses.
Ayuda externa
Mali depende cada vez más de sus aliados. Tras la ruptura con Francia y la reducción de la cooperación occidental, la junta militar que gobierna el país ha reforzado su relación con Rusia, cuyo despliegue a través del Africa Corps (heredero del antiguo Grupo Wagner) proporciona entrenamiento, equipamiento y apoyo en operaciones militares. Pero su presencia no ha logrado revertir el aumento de la inseguridad. La AES, en cambio, sí que ha mostrado una capacidad más directa de asistencia, aunque su margen de acción sigue estando condicionado por la propia violencia que sufren los otros países que forman la asociación.
Senegal y Costa de Marfil siguen facilitando el movimiento de mercancías y combustible desde sus puertos, pero su capacidad de influencia se detiene en la frontera. Una vez dentro de Mali, la inseguridad reina y nadie la puede parar; sólo puede refrenarse y de manera ocasional.
La entrada de combustible proveniente de Níger ha permitido que Bamako reciba una bocanada de oxígeno inmediata. Las colas en algunas estaciones se han reducido, sí, ciertos servicios suspendidos han vuelto a funcionar y organizaciones como MSF reconocen que la incertidumbre inicial ha disminuido. Pero el problema estructural persiste.
El bloqueo sigue vigente. Los yihadistas mantienen su capacidad de fuego en amplias zonas del país. Las regiones más afectadas continúan aisladas y las organizaciones humanitarias deben racionar su combustible para no detener sus actividades. "La situación se ha relajado un poco", insiste Abdou, "pero sigue siendo frágil".
Esto quiere decir que la crisis se mantiene prácticamente intacta en el resto del país, donde muchas estaciones siguen vacías, mientras que el mercado negro se ha disparado. Mali respira, pero no se recupera. El cerco simplemente se ha aflojado lo suficiente para evitar un colapso inmediato. Mientras las rutas sigan siendo inestables y los grupos armados mantengan su control sobre las principales carreteras, el país seguirá viviendo bajo una sombra que puede atacar en cualquier momento.
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