Trumpistas indignados
Hasta 200 dólares se han pagado por guardar un buen sitio frente a la Corte de la acusación de Trump
Manifestantes a favor y en contra de Trump han llegado a las manos junto al tribunal de Manhattan. La polarización invade las calles de Nueva York
A golpe de cacerola los incondicionales seguidores de Donald Trump lo esperaban desde primera hora en los alrededores de la Corte Penal de Manhattan. Una protesta que arrancaba a primera hora de la mañana (10:30 am) liderada por la polémica congresista Marjorie Taylor Green, que ha viajado hasta Nueva York para defender a su compañero republicano. Representante por Georgia, siente devoción por Trump. Otra figura controvertida del partido, George Santos, también estuvo allí para apoyar al expresidente. Nueva York es un bastión demócrata, así que contar con este apoyo, a pesar de que no sean las masas a las que está acostumbrado Trump, es todo un récord.
Las principales calles alrededor de la corte penal habían estado cerradas desde primera hora y era difícil incluso para los periodistas acceder. Por si acaso, desde el viernes, el acceso a la planta 15 del edificio público donde se ha desarrollado todo el proceso estaba cerrada.
El expresidente salió de la Torre Trump, y tras un trayecto de unos diez minutos en vehículos blindados y rodeado por el Servicio Secreto que no se separa de él desde que llegó al aeropuerto de La Guardia el lunes alrededor de las 4:00 de la tarde hora local, Trump accedió a la corte. El expresidente pasó la noche anterior al su «gran día» en su apartamento de la Torre Trump, símbolo de su imperio financiero, pero también de su carrera a la Casa Blanca. Desde allí arrancó su carrera política a la presidencia en 2016 y desde allí salió ayer para dirigirse a un encuentro en los juzgados que le volverán a poner en los libros de la historia de este país.
La expectación mediática es máxima. Más de 150 medios de comunicación de todo el mundo se agolpaban a las puertas de la Corte Penal en el bajo Manhattan, donde Trump escuchó sus cargos, ya arrestado. La primera acusación criminal contra un exmandatario es una noticia que nadie quiere perderse, y más si se trata de una figura pública como Donald Trump, que, por lo general, suele ir acompañado de espectáculo. De eso tampoco ha faltado, hemos visto manifestantes a favor y en contra de Trump que han llegado a las manos junto a la corte. Una mujer con una gorra con el lema del expresidente –Make America Great Again– ha caído al suelo precisamente sobre una pancarta en la que podía leerse: «Trump miente todo el tiempo».
Varias personas amanecían hoy haciendo fila frente a la Corte Penal. Plantados allí, desde la tarde anterior, no tenían intención de moverse un milímetro. Equipados con tiendas de campaña, sacos de dormir, sillas y termos con mucho, mucho café y agua caliente. Son los conocidos «professionals line sitters» (que en español sería algo así como cuidadores de sitio profesionales). Su trabajo es hacer filas durante horas para otros. Hay que tener vocación para estar tantas horas guardando el sitio, pensarán algunos, pero el trabajo está remunerado, puede rondar los 200-300 dólares por hora. En este caso los profesionales del sector guardan sitio para los periodistas más reputados del país. La entrada de los reporteros estuvo permitida, pero el juez Juan Manuel Merchan no permitió que las cámaras retransmitieras el histórico acontecimiento. Nada de «teléfonos móviles, ordenadores portátiles o cualquier dispositivo electrónico» en la sala del tribunal. Sin embargo, a cinco fotógrafos se les permitió «tomar fotos fijas durante varios minutos», y se pueden usar cámaras en los pasillos del juzgado, dictaminó Merchan.
Toda una victoria para el equipo de Trump que había presentado una moción solicitando al juez que prohibiera las cámaras para no «crear una atmósfera de circo» en la sala.
Lo que se está viviendo en el bajo Manhattan fue posiblemente lo que Trump deseaba despertar entre sus discípulos cuando lanzó por las redes sociales que en un arrebato de nervios que su «detención era inminente». Lo cierto es que había trumpistas de todos los rincones del país, con unos estilismos y una pasión por el magnate a la que no acostumbran en Nueva York. Sus fieles más acérrimos se han tomado la acusación como una declaración de guerra y quieren defender al magnate de lo que consideran una «caza de brujas» contra el exmandatario republicano.
Pero hay quien piensa que el neoyorquino no da puntada sin hilo, y exagerara o no, consiguió lo que buscaba, tres semanas de publicidad gratuita que han impulsado su campaña para las próximas elecciones presidenciales de 2024. Su equipo asegura que en las primeras 24 horas después de la acusación del expresidente recaudaron más de 4 millones de dólares y desde entonces suman 1 millón de dólares diario.
Nadie de momento ha conseguido confirmar esa información, pero el anuncio apoya la idea que Trump dijo antes de que todo empezara, «esto me va a ayudar en mi candidatura». Solo Trump podría sacar rédito de una acusación penal, y no es lo único que ha conseguido. En un momento en que el país está tremendamente polarizado, Trump ha logrado crear al menos dos claros grupos, a favor o en contra de él. Pero lo más interesante es que ha reunido bajo un mismo paraguas de nuevo, el suyo propio, al Partido Republicano. O por lo menos esa ha sido la imagen que han dado al público, saliendo en bloque a defender al que claramente sigue siendo su líder.
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