África

Matar con machete para ahorrar dinero en balas

En los primeros 15 días de abril se han contabilizado hasta seis masacres en el continente africano

Un simpatizante del líder de la oposición, Raila Odinga, gesticula con un machete en una barriada en Kibera, ayer, en Nairobi
Un simpatizante del líder de la keniana, Raila Odinga, gesticula con un machete en una barriada en Kibera, en Nairobilarazon

el Congo pasan muchas cosas. Es un país muy grande. Nacen niños, viven ancianos que increpan a los motoristas que corren demasiado y también hay quienes matan a gente a machetazos. La práctica está extendida en varios países del continente pero contiene además la peculiaridad de que nunca acaba de erradicarse, aunque deje de hacerse en un país concreto. Matan a machetazos en Ruanda, dejan de matar a machetazos en Ruanda y luego se empieza a matar a machetazos en Liberia y en Sierra Leona, y sigue. Siguen matando a machetazos en República Democrática del Congo y Sudán, etc. Son las infames matanzas de las zonas rurales en conflicto.

Por qué son tan recurrentes aquí las carnicerías con machete no es una cuestión de vicio, tampoco se debería a que los subsaharianos sean más violentos que otros pueblos. Tuvo que explicárselo a este periodista el director de una escuela del estado de Plateau, Nigeria, al que los pastores fulani cortaron el estómago durante un ataque pero que logró sobrevivir (a dos de sus profesores los asesinaron a tiros durante el ataque): “cuando toca terminar con alguien, o la víctima corre cerca, siempre sacan el machete para no gastar balas”. Matar con machete en África es un recurso económico para los asesinos.

El director lo dijo como si fuera lo más lógico del mundo y verdaderamente lo es, desde cierta perspectiva, una perspectiva fría y que no perdona. Hay muchas balas en África, pero no hay tantas como para desaprovecharlas, es cierto. Aquí no rugen en el cielo los misiles de largo alcance de Rusia. La muerte en este continente todavía mantiene su lado más humano, existe un contacto físico junto con la proximidad del rostro que suplica por su vida, aquí casi no se utilizan drones (aunque en el Sahel cada vez los usan más), tampoco tienen F-18 para despegarlos cada media hora y acribillar a los puntitos de abajo. Directamente, ningún país del continente tiene un F-18.

Aquí la guerra se resume a empuñar la AK-47 y abrirte paso sin apoyo aéreo, salvo la vez del mes que pueden despegar los Tucano si los Tucano no andan averiados, sin apenas artillería, rodeados de embrujos antibalas y tipos muertos de miedo. Pero estas armas, combinadas con los lanzagranadas ocasionales y una motivación adecuada, son más que suficientes para crear destrucción en un poblado de chozas y con las ocasionales casas de cemento y tejado de chapa, sitios arruinados y construidos como a medida para el precario armamento de los grupos armados. Es innecesario utilizar un obús de 120mm para prender fuego a un granero o robarle las cabras a Abdoulaye.

Te encuentras esperando a que tu mujer termine de hacer la comida, sentado debajo del árbol de las conversaciones con algunos de tus amigos; o eres la propia esposa atizando el fuego. En cualquier caso, esta situación relajada del día a día maliense se ve interrumpida por un tableteo seguido de unos gritos que proceden de uno de los extremos del poblado, un terror invade tu cuerpo haciendo que te entren ganas de aliviar el vientre y el ruido se acerca más deprisa de lo que puedes reaccionar, ya están aquí, llevan turbantes negros, machetes y armas heredadas de los rebeldes de las décadas pasadas. No preguntan antes de destrozarlo todo. Ves a tus amigos correr, a uno de ellos le arroja al suelo un disparo: luego lo van a rematar. A tu mujer, machete. No tienes tiempo. Si corres, les tocará gastar balas.

A ti, en un día que se suponía tranquilo, machete. Y ya está. Se acaba. Si combinamos Nigeria, Sudán, República Democrática del Congo, Burkina Faso, República Centroafricana y Mali, todos los meses ocurren una o más masacres de siete o de cien personas, el número es aleatorio, a veces ocurren masacres cada semana y este mes de abril se llevan contabilizadas más de seis matanzas en el continente. Seis matanzas en dos semanas. Es terrorífico. Es como si todos los meses, cada semana en Europa, cuarenta o cien tipos armados entrasen en pueblos austriacos normales y corrientes y se pusieran a violar y a robarlo todo y amontonasen cadáveres. Es como si millones de niños de ciertas regiones europeas estuvieran en peligro permanente de que les peguen un tiro en la nuca porque su padre colaboró con el bando equivocado.

23 de abril de 2023: hombres uniformados asesinan en Ouahigouya, Burkina Faso, a más de 60 personas. 5 de junio de 2024: entre 70 y 100 católicos son asesinados por milicianos fulani en una iglesia del estado de Ondo, Nigeria. 12 de junio de 2034: milicianos de la CODECO atacan un campo de desplazados en el este de República Democrática del Congo y asesinan al menos a 40 personas, 23 de las cuales eran menores de edad.

Saltamos a las últimas semanas para aterrizar, de forma aleatoria, en el 29 de febrero de 2024: el JNIM publica imágenes donde aparecen decenas de civiles muertos, supuestamente a manos del ejército burkinés. 23 de marzo de 2024: las Fuerzas Aliadas Democráticas (ADF) que operan en el Congo asesinan a más de 45 civiles cerca de Beni. 5 de abril de 2024: al menos 10 personas mueren a manos de milicianos de la CODECO en la aldea de Djugu (RDC). 7 de abril de 2024: 15 civiles son masacrados en la provincia de Ituri en República Democrática del Congo. 12 de abril de 2024: siete cuerpos son encontrados con heridas de machete cerca de la localidad de Karambi (RDC). 13 de abril de 2024: once cristianos asesinados a manos de milicianos islamistas en el estado de Plateau, Nigeria. 14 de abril de 2024: el Estado Islámico afirma haber asesinado a 16 cristianos en el este de RDC.

Al menos 150 personas fueron asesinadas mientras celebraban la Navidad de 2023 en la localidad de Bokkos, Nigeria. Más de 800 civiles de etnia negra fueron asesinados en un único fin de semana de noviembre de 2023 en Darfur, Sudán, a manos de las milicias árabes. En Darfur, donde el genocidio perpetrado por las milicias árabes contra los sudaneses negros ronda la cifra de 500.000 víctimas en lo que llevamos de siglo XXI.

En Gaza bombardean a civiles y todo son imágenes de escombros y cuerpos mutilados; aquella aldea incendiada en Darfur por milicias árabes se limita a un hilillo de humo que se pierde en un horizonte sin cobertura. Este horror de choque que supone una masacre ejecutada con el machete en la mano, igual a la ocurrida esta semana en Plateau, es asombrosamente mudo. El mundo lee en ocasiones o escucha sobre estos horrores, y dice, ay, hoy no quiero escuchar malas noticias porque ya llevo un día fino, y apaga la radio. Y es como si nunca hubiera ocurrido.

En los últimos dos años (abril de 2022-abril de 2024) han ocurrido al menos 30 matanzas en África subsahariana, y faltan por contar, matanzas de las que un niño pudo mirar cómo le cortaban la cara por la mitad a su madre, antes de que le maten a él si no le utilizan de esclavo. Eso, si no ofrecen un machete al niño para que sea él quien coseche huérfanos la próxima vez que toque hacer el salvaje.

Es una catástrofe humanitaria repartida en media docena de países y que nos demuestra el sufrimiento inagotable de los inocentes, no importa de qué color de piel. Uno escribe artículos los jueves por la tarde donde informa sobre matanzas, pero el mundo sigue girando con una fría inclemencia similar a la filosofía del machete, ocupado en asuntos que se ven más interesantes que un hilo de humo del que no puede sacarse nada en claro, embarullado en los nombres y las culturas que rechazamos desde nuestros edificios de piedra gris. Ernest Hemingway se preguntaba por quién suenan las campanas pero fue Bukowski quien le respondió con mordaz acierto: las campanas no suenan por nadie. Esa es la realidad.