
En misión de paz
La presión de la Administración Trump deja en el aire el futuro de la misión de la ONU en el Líbano
El Consejo de Seguridad abordará este lunes si limitar las funciones de la fuerza o incluso si poner fin a la misión de paz

Máxima incertidumbre para el futuro de la Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) en un momento en el que apenas faltan dos semanas del fin del actual mandato.
Hoy lunes, está previsto que el Consejo de Seguridad de la ONU, que mantendrá consultas a puerta cerrada con el secretario general adjunto para Oriente Medio, Asia y Pacífico, Mohammad Khaled Khiari, aborde la posibilidad de que se extienda por un año más la misión de la fuerza para el mantenimiento de la paz, la modificación de sus atribuciones o incluso su desaparición.
El 28 de agosto de 2024, y en una situación de seguridad sensiblemente diferente a la actual -se avecinaba un cruce intenso de fuego durante más de dos meses a un lado y otro de la Línea Azul fronteriza-, el Consejo de Seguridad aprobaba por unanimidad la prórroga por un año mediante la resolución 2749 de una fuerza que vio la luz en 1978.
Con un Consejo de Seguridad dividido, en contra de su continuidad en su forma actual se encontraría la Administración Trump, que -como ya puso de manifiesto durante el primero de sus mandatos- la cree incapacitada para garantizar el cumplimiento de la tregua alcanzada entre Israel y la República Islámica de Irán el pasado 27 de noviembre. Presionado por Tel Aviv, Washington podría vetar, por tanto, la prórroga de su mandato -en abril pasado, la Administración propuso terminar con todas las misiones para el mantenimiento de la paz de la ONU- o impulsar una reforma con el objetivo de dotarla de más atribuciones, como las de la incautación e inspección de armamento o la práctica de detenciones, una concepción que tendrá enfrente a Francia o Rusia y a las autoridades libanesas. «La FINUL debe ser más que un mero observador; ha de ser un elemento disuasorio. Si no es capaz de impedir que Hizbulá viole el alto el fuego, no tiene que estar allí para nada», aseguraba recientemente una fuente cercana a la Administración estadounidense citada por MTV, que es uno de los principales digitales libaneses.
Virtualmente derrotada y retirada de la zona sur del Líbano tras las semanas de duros bombardeos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) contra sus feudos durante el pasado otoño, Hizbulá no constituye en estos momentos una amenaza en la zona, aunque continúa resistiéndose a la entrega de su arsenal al Estado libanés como le exige el nuevo gobierno del país de los cedros.
Así las cosas, un frágil equilibrio se ha instalado en la región situada entre el río Litani y la Línea Azul después del alto el fuego en vigor. No en vano, las Fuerzas de Defensa de Israel han seguido desde entonces bombardeando con regularidad objetivos personales y logísticos de la milicia en el sur y este del país, donde Hizbulá concentraba la mayor parte de su arsenal, sin que la milicia proiraní haya sido capaz de responder.
Inspirado en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad (12 de agosto de 2006), el acuerdo de alto el fuego entre Israel e Hizbulá contempla la retirada del ejército israelí de territorio libanés, algo que no se ha producido, pues las Fuerzas de Defensa de Israel siguen presentes en cinco posiciones y en dos zonas tampón.
Por su parte, el acuerdo estipula la retirada, a su vez, de las fuerzas de la organización chií libanesa por encima de la línea marcada por el Litani -con la prohibición de atacar Israel- y el despliegue de las tropas libanesas en el sur.
El arsenal de Hizbulá
La discusión sobre el futuro de la misión de Naciones Unidas -que cuenta con unos 10.000 soldados de medio centenar de países, entre ellos y de manera destacada España-, coincide con un momento de creciente tensión entre las autoridades libanesas e Hizbulá por la cuestión del proceso de desarme de la rama militar de la organización chií que podría acabar convenciendo al Consejo de Seguridad de la necesidad de ponerse de acuerdo para prolongar el mandato de la a Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano . «La no renovación o una reducción drástica de los medios de la FINUL crearía un vacío de seguridad al sur del Litani, que ofrecería a Hizbulá un espacio de acción mayor, aumentaría el riesgo de incidentes en la frontera y debilitaría la credibilidad de la ONU», se concluía en un reportaje realizado por el diario libanés L’Orient-Le Jour la pasada semana.
Presionado por el ultimátum de la Administración Trump y la amenaza de una nueva ofensiva militar por parte de Israel, Beirut ha exigido en las últimas semanas a Hizbulá que no demore más el proceso de entrega del resto de su armamento (los especialistas creen que la organización ha perdido por lo menos el 80% de su arsenal, pero retiene la capacidad de movilizar a decenas de miles de hombres).
Con todo, y a pesar de la dureza del tono empleado por el gobierno libanés contra el secretario general de Hizbulá, Naim Qassem, que esta semana desafiaba a Beirut asegurando que no habrá entrega de armas y amenazando con el fantasma de una nueva guerra civil, la decisión final sobre el desarme dependerá de una eventual negociación entre Estados Unidos y el patrocinador principal de la milicia, que no es otro que la República Islámica de Irán.
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