Cargando...

Líbano

La presión del gobierno a Hizbulá para que entregue su arsenal eleva la tensión en Líbano

Los habitantes de la capital temen que falta de acuerdo vuelva a desembocar en un choque violento

Lebanon Hezbollah ASSOCIATED PRESSAP

"Ten comida y agua suficiente en casa y no te alejes demasiado del barrio. No se sabe qué puede pasar". Es el consejo (repetido) de los vecinos del barrio en la capital libanesa a este cronista. Tras dos días de reuniones, el Consejo de Ministros libanés aprobó este jueves el plan estadounidense para el desarme -que se espera aún pacífico y pactado- de Hizbulá, la otrora poderosa milicia proiraní enraizada en la comunidad chií, un Estado dentro del Estado, más fuerte que las fuerzas armadas nacionales, que determinó durante más de tres décadas el destino del país de los cedros. La calle libanesa no oculta su preocupación. El temor en Beirut es que la falta de acuerdo acabe en un choque violento -para algunos ya inevitable- entre Hizbulá y el ejército libanés en las calles de la capital.

Severamente castigada tras más de dos meses de bombardeos israelíes y la desaparición de su histórico líder Hassan Nasrallah, la organización concebida por la República Islámica en plena guerra civil libanesa (1975-1990) en la oposición la ocupación israelí y la última de las milicias nacidas de la contienda se niega a aceptar su destino alegando que no hay para sus hombres otra razón de ser que la "resistencia" al "ente sionista".

Entretanto, como viene haciendo en los últimos días, Netanyahu, cuyo gobierno anunció ayer la invasión de Gaza, ha dejado clara su impaciencia y los ataques mortales contra miembros de la milicia y su entorno en el sur y el valle de la Becá se suceden como aviso de lo que podría pasar. De la misma manera, a través de su enviado regional, Tom Barrack, la Administración Trump lanzó hace ahora un mes un ultimátum a las autoridades libanesas para que lleven a cabo el desarme cuanto antes.

Más de ocho meses después del alto el fuego y casi siete de la elección del nuevo presidente y gabinete -dos hechos íntimamente unidos-, la mayoría de los libaneses expresa -en las calles, en las redes sociales, en los medios de comunicación- con mayor claridad y menos miedo que nunca su deseo de que Hizbulá asuma con deportividad que su tiempo ha pasado y que es hora de contribuir a un futuro mejor para este castigado país con la entrega de su armamento al Estado.

"Tienen que reconocer que Israel es más fuerte"

"Tienen que reconocer que Israel es más fuerte que ellos y que la liberación de Palestina, aunque nos importe, no es el principal problema de los libaneses, y que por culpa de ellos nos hemos visto arrastrados a una guerra y a crisis económicas permanentes; no podemos más", explica a LA RAZON Nour, empleada en una tienda de productos de telefonía en el barrio beirutí de Hamra.

Tras haberlo exigido en los últimos meses en repetidas ocasiones su nuevo presidente y antiguo jefe de las fuerzas armadas libanesas, Joseph Aoun, esta semana el Consejo de Ministros emplazó formalmente al ejército a ejecutar la tarea de la retirada del resto del arsenal de Hizbulá -se estima que la operación militar de las FDI del otoño pasado acabó con el 80% de su armamento incluyendo misiles, cohetes, drones y otro tipo de armas menores- y fijar un plazo definitivo para la terminación del proceso: el 31 de diciembre de 2025.

Desde la organización chií libanesa no se tardaba en rechazar los planes del ejecutivo y su secretario general, Naim Qassem, respondía el martes asegurando que "la resistencia está bien, fuerte y preparada para luchar por la soberanía e independencia del Líbano". Con su anuncio de que sus tropas invadirán Gaza, Netanyahu dio ayer argumentos a Hizbulá y su mundo.

En esto, como en tantas otras cosas, los libaneses se dividen. Aunque mayoritariamente la población se muestra a favor de que sea el Estado el que disponga del monopolio de las armas, para muchos el retraso en el proceso y, ya esta semana, el encargo directo del proceso de desarme a las fuerzas armadas evidencian la debilidad y cobardía de un presidente y un ejecutivo que conocen perfectamente el poder militar y social que Hizbulá aún conserva.

Soberanía o extinción

Una actitud, a juicio de esta parte de la sociedad, injustificada dada la debilidad actual de la organización. "La elección no es ya entre guerra y paz, sino entre soberanía y extinción. Este gobierno ha elegido cobardía. Y al hacerlo ha podido sellar el destino del Líbano", escribía esta semana en el digital Now Lebanon el historiador y docente de la Universidad Americana de Beirut Makram Rabah. En el mismo sentido, el economista y ex profesor de la Universidad de Oxford Nadim Shehadi aseveraba a LA RAZÓN que "el Gobierno libanés se comporta como si fuera un mediador sin poder ni iniciativa y es humillado una y otra vez. Hizbulá se está riendo de todo el mundo".

Para otros, no cabe otra manera de manejarse con Hizbulá que la cautela y saludan el paso dado por las autoridades libanesas tras años de sometimiento al poderío de la organización-apéndice de Irán en el país levantino. "La decisión del Gobierno libanés de despojar, de manera clara e inequívoca, a Hizbulá de la 'legitimidad' de portar armas y el encargo al ejército de desarrollar un plan para la retirada de esas armas es un paso valiente hacia la construcción del Estado y la restauración de la autoridad del mismo sobre la guerra y la paz", asegura a LA RAZÓN el analista político Samir Skaff.

Daily life in Sana'a amid tensions with IsraelYAHYA ARHABAgencia EFE

En suma, nadie en su sano juicio creyó nunca sencillo el adiós definitivo a las armas de una estructura militar -Nasrallah llegó a asegurar que era capaz de movilizar a cien mil hombres en cuestión de horas- concebida como avanzadilla del 'eje de la resistencia' solo unos meses después de su entrada de lleno en la que se antojaba guerra total y definitiva contra el ‘ente sionista’.

No en vano, en la retina de millones de libaneses está el largo historial de exhibiciones de fuerza de la milicia, como la que estos días se recuerda de manera especial: el 7 de mayo de 2008. Entonces, al anuncio del gobierno de desmantelar el sistema de telecomunicaciones de la organización, los hombres de Hizbulá respondieron haciéndose con el control de buena parte de la capital libanesa, lo que dio lugar a choques con el ejército que dejaron más de un centenar de muertos. El espectro de un nuevo choque con las fuerzas armadas y hasta de un enfrentamiento civil sobrevuela la atmósfera canicular de Beirut. "Sabemos que han perdido muchas armas, pero tienen aún fuerza y muchos partidarios en el país. Pronto habrá novedades", nos advierte Nour en la puerta de su negocio.