Brexit

Starmer se posiciona como primer ministro a la espera con la promesa de cambiar el acuerdo del Brexit

El líder laborista se reúne con Macron en el Elíseo en la última etapa de su gira internacional

El presidente francés Emmanuel Macron recibe al laborista Keir Starmer en el Elíseo
El presidente francés Emmanuel Macron recibe al laborista Keir Starmer en el ElíseoLaurent BlevennecElíseo

El líder laborista Keir Starmer se ha reunido este martes con Emmanuel Macron en París como parte de su última etapa de una gira internacional que le ha llevado los últimos días por La Haya y Montreal. En condiciones normales, los viajes de un responsable de la oposición en Westminster no suelen despertar tanto interés. Pero todo cambia cuando se trata de un «primer ministro a la espera» que además pretende renegociar el acuerdo del Brexit.

Aunque es cierto que las encuestas pueden fallar, en el Reino Unido desde hace tiempo todas le dan una ventaja de hasta veinte puntos de cara a las elecciones previstas para el próximo año ante los conservadores de Rishi Sunak que, tras más de trece años en el poder, van camino de poner fin a una era.

Desde que en 2020 se convirtió en el líder de la oposición laborista, el moderado de Starmer –que antes de político fue respetado fiscal– siempre intentó evitar abrir de nuevo la caja de pandora del Brexit consciente de todo lo que tenía que perder. La mayor parte de los votantes laboristas abogaron por la permanencia en la UE. Pero el llamado Muro Rojo de los distritos clave del norte de Inglaterra se vio seducido por el discurso euroescéptico de Boris Johnson y su voto acabó dando la mayoría a los conservadores en las pasadas generales de 2019.

Con todo, las encuestas revelan ahora que un 55% del total de votantes británicos abogaría hoy por la permanencia en el club comunitario, frente a un escaso 31% que seguiría apoyando la salida. Por lo tanto, Starmer ha prometido alcanzar un pacto mejor que el que en su día cerró el polémico Boris Johnson en 2020.

La realidad es que el Acuerdo Comercial y de Cooperación sellado por Londres y Bruselas establece una cláusula de renovación cada cinco años. Y lo que querría el laborista es acercar posturas con la UE, eso sí, negándose en todo momento a intentar entrar de nuevo en el mercado único o la unión aduanera.

Aunque no se han revelado los detalles, su plan pasaría por recuperar cierta libertad de movimiento para los jóvenes, dar mayor flexibilidad a la hora de permitir desplazamientos laborales de corta duración o cerrar un nuevo pacto en materia de seguridad.

El propio primer ministro Rishi Sunak, para la furia del sector de sus filas más euroescéptico, ya ha dado pasos en este sentido. Este mismo mes anunció la reincorporación del Reino Unido al programa científico Horizonte de la UE y a principios de año resolvió la polémica respecto a los nuevos controles aduaneros que hay que aplicar en Irlanda del Norte.

El problema que plantean los analistas, sin embargo, es que un eventual Gobierno laborista tendrá difícil encontrar una audiencia receptiva en las capitales europeas para tal renegociación, a menos que esté dispuesto a ofrecer concesiones significativas. Joël Reland, investigador del Think Tank UK in Changing Europe advierte que «la UE sólo está interesada en un ejercicio técnico muy limitado que analice cómo se está implementando el TCA [acuerdo comercial y de cooperación]». «Si el Reino Unido quiere cambiar eso tendrá que ofrecer incentivos bastante fuertes», matiza.

Las prioridades ahora para el club comunitario son otras, sobre todo cuando se enfrenta a uno de sus desafíos más graves de los últimos años con la llegada de más de 11.000 inmigrantes a la isla italiana de Lampedusa la semana pasada, una afluencia sin precedentes que ha expuesto las profundas divisiones dentro de la UE donde los que en su día fueron los grandes protagonistas tienen ahora cada vez menos popularidad, como el propio Macron.

Starmer buscaba en su reunión con el presidente francés un importante impulso de relaciones públicas. Y eso quizá hubiera sido posible hace unos años. En el verano de 2017, Macron apareció en la portada de The Economist caminando sobre el agua cual mesías. Fue uno de los muchos ejemplos de cómo la prensa mundial –particularmente los medios de comunicación anglófonos– adulaba al presidente recién elegido, el más joven en la historia de la Quinta República. Fue presentado como la cara fresca y sofisticada de la civilidad centrista, el antídoto a la abominación populista del Brexit y Trump. Pero el índice de aprobación de Macron se sitúa ahora por debajo del 30% tras las múltiples crisis de su mandato.