
Ejército chino
La tecnología no militar de China ayuda a que su ejército sea cada vez más poderoso
Inspirándose en el modelo estadounidense, China fusiona su tejido tecnológico civil con el militar para crear un ejército de vanguardia, una maniobra que pone en serios aprietos la supremacía tecnológica de la Administración Trump

La ventaja tecnológica que durante décadas ha sostenido la hegemonía militar de Estados Unidos está seriamente amenazada. Los esfuerzos del Gobierno del presidente Donald Trump por contener la modernización bélica de Pekín a través de sanciones y controles a la exportación se están topando con un obstáculo inesperado: una creciente y sofisticada base industrial de defensa china que desdibuja por completo las fronteras entre lo civil y lo militar. Este desarrollo industrial no es un fin en sí mismo, sino una pieza clave en la estrategia de un país que, como analizan los expertos, aspira a convertirse en la mayor potencia militar del planeta.
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De hecho, el verdadero rompecabezas para las agencias de inteligencia occidentales reside en la naturaleza de este nuevo entramado. Muchas de las empresas que nutren al ejército chino operan bajo una apariencia puramente comercial, con filiales y proyectos en el extranjero, incluso en países tan cercanos a Washington como Australia o Dinamarca. Esta red globalizada convierte su seguimiento en un desafío de enorme complejidad, dificultando la aplicación efectiva de cualquier tipo de veto.
En realidad, esta estrategia, bautizada por Pekín como «fusión militar-civil», no es otra cosa que una adaptación del modelo estadounidense para disputarle su dominio global. El Ejército Popular de Liberación se apoya de forma masiva en el talento y la innovación que emana de sus empresas privadas y universidades, un cambio de paradigma que, tal y como han publicado en Foreignpolicy, está transformando por completo el ecosistema de defensa del gigante asiático. Esta contienda tecnológica obliga a Washington a reaccionar, y por ello el caza de combate F-22 Raptor recibe importantes actualizaciones con la nueva generación de aviones chinos como principal objetivo.
El motor privado de la maquinaria bélica de Pekín
En este nuevo escenario, los grandes conglomerados estatales han cedido el protagonismo a una nueva hornada de empresas. Un análisis de casi 350 entidades proveedoras del ejército revela que cerca de tres cuartas partes no tenían vínculos de propiedad estatal declarados. De estas, además, dos tercios se fundaron después de 2010, lo que evidencia la velocidad a la que se está produciendo esta transición. Un ejemplo palpable de este salto cualitativo es cómo China ya hace despegar su avión de combate más moderno desde una catapulta, una capacidad que hasta hace poco era casi exclusiva de Estados Unidos.
Asimismo, esta renovación se traduce en capacidades muy concretas sobre el terreno. Compañías como iFlytek Digital, especializada en software de traducción; PIESAT, que desarrolla sistemas de simulación de combate; o Sichuan Tengden, fabricante de drones, ya están suministrando tecnología avanzada al ejército. A ellas se suman también universidades civiles, que se encuentran inmersas en el desarrollo de algoritmos para el control de enjambres de drones, una de las tecnologías más disruptivas del campo de batalla moderno.
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