Inquietud en Europa
Trump pone a Ucrania a los pies de los caballos de Rusia
El plan inicial presentado por Trump entrega a Rusia humilla a los ucranianos tras 4 años de guerra y cientos de miles de muertos
El polémico borrador de paz elaborado por la administración estadounidense (según republicanos de EEUU en realidad el borrador lo hizo Rusia) para acabar con la guerra en Ucrania ha provocado una oleada de indignación tanto dentro de Estados Unidos como entre los gobiernos de Europa, especialmente los del Este. Lo que en Washington se presentó como un intento de acelerar el fin de la guerra fue interpretado por varios aliados como una concesión peligrosa al Kremlin, capaz de alterar la arquitectura de seguridad europea y debilitar la posición de Ucrania en futuras negociaciones. Aunque ningún político de primer nivel lo ha dicho, varios analistas hablan de traición a Kiev y de rendición ante Moscú.
El borrador propone que Ucrania ceda parte del territorio ocupado por Rusia, reduzcade forma sustancial el tamaño de sus fuerzas armadas, renuncie a ingresar en la OTAN y acepte restricciones permanentes a su soberanía militar y jurídica -incluida la prohibición de perseguir al Kremlin por crímenes de guerra-. Establece además mecanismos de supervisión que dan a Moscú un papel significativo en el control de la seguridad regional y en la presencia militar occidental en Europa del Este. En conjunto, el documento recoge todas las aspiraciones de Moscú y ninguna de los objetivos de Kiev, además de que fue negociado sin Ucrania ni la Unión Europea.
La comunidad de expertos y analistas de seguridad calificaron el plan como "la mayor concesión estratégica a Moscú en una década" y como un documento que "transforma la agresión en recompensa". Un alto diplomático del Este de Europa lo describió como "una capitulación disfrazada de negociación", mientras que un analista de seguridad transatlántica aseguró que el borrador "destruye la credibilidad de Occidente y deja a Ucrania sin defensas ni futuro". Incluso dentro de Estados Unidos, varios especialistas en política exterior denunciaron que la propuesta "resucita la lógica de Múnich" y que convertiría a Europa del Este en "un tablero donde Rusia tendría derecho de veto".
El rechazo mediático más contundente vino del "Wall Street Journal", que calificó el borrador como una maniobra que premiaba la agresión rusa. Su crítica central aludía a la idea de que imponer cesiones territoriales a Kiev equivaldría a legitimar el uso de la fuerza para alterar fronteras, un mensaje que podría inspirar imitaciones en otras regiones en disputa.
El WSJ llevó la crítica un paso más allá al comparar el documento con el acuerdo de 1938 que permitió a la Alemania nazi apropiarse de tierras checoslovacas. Para el diario, la propuesta inicial reproducía el mismo error histórico: intentar frenar a un agresor mediante renuncias estratégicas, una táctica que en su momento terminó estimulando una escalada mayor.
Otros medios influyentes de EEUU se sumaron al rechazo. El "Washington Post" cuestionó la lógica de exigir a Ucrania que redujera su capacidad militar en plena guerra, alertando de que esa medida consolidaría las ventajas de Rusia. "The New York Times", por su parte, destacó que el plan deja a Ucrania atrapada en una situación de dependencia política, sin garantías de seguridad creíbles y con un futuro europeo profundamente condicionado por Moscú. En cadenas como CNN y MSNBC, analistas de seguridad señalaron que el documento “alineaba” varios de sus puntos con las exigencias previas del Kremlin, lo que generó inquietud sobre el origen y propósito del borrador.
Si en Washington el borrador provocó una tormenta política, en Europa del Este el efecto fue aún más inquietante. Polonia y los países bálticos reaccionaron con alarma al ver en el documento un debilitamiento del compromiso occidental con Ucrania. Para Varsovia, Vilna, Riga y Tallin, la mayor señal de alarma es la aparente falta de garantías estadounidenses firmes para la seguridad ucraniana. Si Washington está dispuesto a aceptar concesiones unilaterales ante Rusia -argumentan-, existe el temor de que la credibilidad del Artículo 5 pueda erosionarse. Funcionarios bálticos lo describieron como un escenario que crearía “ambigüedad estratégica” sobre si la OTAN respondería con contundencia ante un ataque.
Los países bálticos también se mostraron extremadamente críticos con la idea, mencionada en el borrador inicial, de otorgar a Moscú algún grado de capacidad para influir en la presencia militar occidental en Europa del Este. Para gobiernos que vivieron bajo dominio soviético, esta posibilidad no es solo inaceptable, sino un regreso simbólico a un pasado que creían superado.
En reuniones internas, representantes de Estonia y Lituania calificaron el borrador como una "corrección geopolítica al gusto del Kremlin". Letonia alertó de que una solución que consolide territorios ocupados por la fuerza enviaría una señal devastadora a países pequeños que dependen del derecho internacional para garantizar su seguridad.
El primer ministro de Singapur, Lawrence Wong, lanzó una advertencia sombría y crítica sobre las implicaciones del borrador de paz, calificándolo como un síntoma alarmante del "orden post-estadounidense". En declaraciones al "Financial Times", Wong criticó la peligrosa tendencia que representa: el retroceso de Estados Unidos como garante global de la estabilidad. Para Singapur, la retirada de Washington y su disposición a ceder influencia en Europa, dando lugar a la creación de "esferas de influencia", anuncia un mundo más inestable y caótico donde el derecho internacional podría ser reemplazado por la fuerza. La iniciativa de paz de Trump, según Wong, es la confirmación de que la transición hacia un mundo multipolar será "turbulenta e impredecible" para las naciones que no tienen el poder de autoprotegerse.