La Razón del Domingo
¿De qué paz hablamos?
Desde que le concedieron el Nobel de la Paz a nuestra Unión Europea llevo planteándome la siguiente exigencia: Definir«paz».
¿Qué entendemos por paz? Si nos ponemos a preguntar o incluso a comparar los hechos observables, veremos que se ofertan y proponen muchos tipos de paz. Existe la conocida paz de los cementerios, un tipo de paz que no sé si es la que quiere una sociedad civil que tenga lo que hay que tener. Esa paz era la que servía para explicar la tranquilidad de la calle en muchas dictaduras, una tranquilidad basada en el miedo, en la amputación.
La paz verdadera es la paz que permite el intercambio de ideas sosegadamente, que permite debatir en paz y libertad, donde nadie es marginado o desheredado por sostener opiniones diferentes a los otros, al poder o a la mayoría de la masa. Ni donde tampoco nadie es considerado traidor por expresar una opinión disidente. Hay paces mediáticas que pueden consistir en no hablar de los crímenes, corruptelas y abusos de los poderosos, como ha sido el caso hasta ahora de mi tierra natal, Cataluña.
Hay paces que nacen de la resignación y de no querer problemas; pero son paces falsas, paces con bicho dentro, por decirlo de alguna manera, paces que generan tensiones muy importantes de fondo y que, a la larga, no duran. Existe una gran simpatía a favor de los proverbios prudentes y pusilánimes, pero yo creo que si queremos crear una verdadera Unión eEuropea, eficiente, rentable y operativa, que nos de una paz de verdad y duradera, debemos ser audaces. Prescindir ya de una vez de esos anticuados conceptos de soberanía, tan odiosos y afeminados cual presentador de «reality».
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