La columna de Carla de la Lá

Tres caminos para ser feliz encerrado (o libre)

Las pruebas son de agradecer porque son lo único que nos hace avanzar como individuos y elevarnos sobre nuestras carencias.

Tres caminos para ser feliz
Tres caminos para ser felizCarla de La Lá

Cuando era jovencilla y me frustraba alguna cosa y rompía a llorar, mi padre insistía en que dejara los lamentos: “Carlita, nunca vamos a controlar las circunstancias. Lo que sí podremos controlar es como reaccionamos ante ellas, cómo somos en medio de ellas. Reserva esas lágrimas. Hay que ser más regio”

Con los años he llevado esta consigna, de doble vertiente, moral y estética, al extremo de no sentir temor, no quiero parecerles una fanfarrona, pero así es. Considero que esta vida es una especie de pista americana donde hemos venido a entrenarnos, como un juego en el que atravesar diversos escenarios, cada uno de los cuales alberga un examen, sin dramatismos, como el Un, Dos, Tres… De este modo, el último día de nuestra vida, nos habremos convertido en aquello que vamos a ser por toda la eternidad. Ya ven, las mujeres cristianas nos reímos del porvenir. (Pr. 31,25)

Por eso, considero que es un buen ejercicio espiritual dar las gracias por todo lo bueno que tenemos y hemos vivido pero sobre todo por lo malo que nos pasa. ¿Cómo? Han leído bien: el sufrimiento educa la inteligencia, no hemos venido a estar cómodos y, miren, sea bienvenido todo aquello que reste algo de imbecilidad al mundo.

Las pruebas son de agradecer porque son lo único que nos hace avanzar como individuos y elevarnos sobre nuestras carencias. Los éxitos son falsos amigos y aunque sean lucidos como medallas, no prueban nada. En cambio, una ración equitativa y razonable de dolor sirve para situarnos y continuar avanzando.

Meditar sobre quiénes somos en las diferentes eventualidades y saber que podemos hacer un buen manejo de ellas si lo deseamos es como un baño relajante en leche de burra, amigos, ante la angustia que nos atenaza, el aislamiento, la debacle y la tos.

Por eso, comparto el pragmático consejo de mi padre y, a continuación, tres esplendorosos recursos gratuitos e inagotables que podrán encontrar en sus casas, rodeados (asediados, como yo, con familia numerosa) o en completa soledad:

Leer la Biblia: Los mejores tips para la convivencia y el encierro no están en la revista cosmo, sino en la Biblia. Pero qué poquitos han leído siquiera 5 páginas; desde la Fe, es la carta donde Dios nos revela a los hombres lo que hay y qué hacer con ello. Desde el laicismo, se trata de una joya literaria y filosófica sin precedentes ni parangón en la historia. La obra más inteligente, recomendable, ambiciosa, poética y digna de consideración, sea uno creyente o ateo. Por supuesto, su lectura requiere de una vasta cultura y capacidad de abstracción. No es un libro para niños, ni para perezosos, no (ni para intransigentes, ni para dogmáticos). Comiencen por el Nuevo Testamento que es lo más sencillo.

Escudriñar a Bach: decir que ya conoce uno a Bach es como decir que ya conoce la Biblia, un fallo de cálculo que manifiesta lo contrario. Pongo una lista de reproducción de Bach (en la cocina) que fue compuesta para ser representada en una Iglesia y alabar a Dios; resuena entre las cacerolas, los platos sucios y los azulejos blancos. La angustia, el encierro y el desconcierto desaparecen por completo. Bach es una forma muy recomendable de (escapar) salir de casa. Un pasaje inmediato a un lugar maravilloso, la elevación. Es divertida la sublimidad que puede alcanzar una persona mientras prepara un bacalao escuchando esto y volando sobre los humos de los fogones... Soy absolutamente feliz. Me emociono más que de costumbre ahora privada de libertad y de otras muchas cosas. Doy gracias a Bach por llevarme a Dios. Doy gracias a Dios por Bach aunque ¡nadie se ha merecido nunca su música! Cioran decía que Bach es la única razón para pensar que el universo no es un desastre total. En mi opinión no es la única, pero puede que sí la más evidente. Gyorgy Sebok, judío húngaro y superviviente del holocausto, uno de los más grandes pianistas en el mundo, cuenta (podéis verlo aquí) como perdió la sensibilidad completamente durante la Segunda Guerra Mundial. La apatía y la anestesia moral e intelectual eran consecuencias normales, en esas circunstancias, y terribles en el caso de un artista. No sentía nada, estaba totalmente invalidado, hasta que volvió a tocar a Bach.

Amar: “La vida del hombre es una larga marcha a través de la noche, rodeado de enemigos invisibles, torturado por el cansancio del dolor […] Muy breve es el lapso durante el cual podemos ayudarlos, en que se decide su felicidad o su miseria. ¡Ojala nos corresponda derramar luz solar en su senda, iluminar sus penas con el bálsamo de la simpatía, darles la pura alegría de un afecto que nunca se cansa, fortalecer el ánimo desfalleciente, inspirarles fe en horas de desesperanza! “ (Bertrand Russell, Misticismo y lógica). Ya lo ven, darnos a los demás, a la familia y a aquellos que lo necesiten, en directo o en remoto. Atender, escuchar, confortar y encontrar el placer inmenso que existe en ello. Amar a los demás es la mejor escuela afectiva y emocional, y la única manera de llegar un día a querernos a nosotros mismos.