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Belleza

Ácido mandélico: todo lo que deberías saber

Procedente de las almendras amargas, un exfoliante químico está ganando terreno por su eficacia y, sobre todo, por su suavidad. El ácido mandélico se perfila como el gran aliado de las pieles más sensibles y reactivas

¿Debemos exfoliarnos la cara si tenemos manchas? Freepik

Conseguir una piel renovada y luminosa sin sufrir la irritación que a menudo provocan los exfoliantes químicos parece una misión imposible para muchos. Sin embargo, en el arsenal de la cosmética moderna existe un compuesto que logra precisamente eso: mejorar la textura, unificar el tono y atenuar las marcas de acné o las líneas de expresión con una suavidad poco habitual en este tipo de tratamientos.

De hecho, el protagonista de esta renovación dérmica es el ácido mandélico, un potente alfa-hidroxiácido (AHA) que se extrae de las almendras amargas. Su particularidad frente a otros ácidos más conocidos, como el glicólico o el láctico, reside en un detalle que marca toda la diferencia en su forma de actuar sobre la piel.

En realidad, el secreto de su delicadeza está en su mayor peso molecular. Esta característica estructural hace que su penetración en la dermis sea más lenta y superficial, lo que se traduce en una exfoliación eficaz pero con un riesgo de enrojecimiento o escozor muy reducido. Se logra así una renovación celular controlada sin agredir la barrera cutánea.

Por este motivo, se ha convertido en un aliado para pieles sensibles, reactivas o incluso para aquellas personas que sufren afecciones como la rosácea o el eccema. Este perfil de alta tolerancia abre la puerta de la exfoliación química a un público que, hasta ahora, la tenía prácticamente vetada, una idea que comparten desde Women's Health.

Manual de uso: cómo incorporarlo a la rutina

Ahora bien, para aprovechar al máximo sus propiedades es fundamental integrarlo en la rutina de noche. Al ser un AHA, aumenta la fotosensibilidad de la piel, por lo que su aplicación debe realizarse cuando ya no vaya a haber exposición solar directa. Este simple gesto es clave para evitar efectos no deseados.

Por ello, el paso más importante y absolutamente innegociable al día siguiente es el uso diario de protector solar. Utilizar un fotoprotector de amplio espectro por la mañana no solo protege la piel recién exfoliada, que es más vulnerable, sino que también previene la aparición de nuevas manchas y el daño solar acumulado.

Asimismo, aunque se considera un activo seguro, la prudencia siempre es la mejor consejera. En casos de embarazo, lactancia o alergias severas a los frutos secos —aunque gran parte del ácido mandélico actual es de origen sintético—, la recomendación es consultar siempre a un especialista antes de introducir cualquier producto nuevo en el cuidado facial.