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El cine reivindica el medioambiente

Los documentales comienzan a acaparar terreno en la gran pantalla provocando cada vez más interés entre el público.

Imagen del documental «Antes de que sea tarde»
Imagen del documental «Antes de que sea tarde»larazon

Los documentales comienzan a acaparar terreno en la gran pantalla provocando cada vez más interés entre el público.

A pocos días del inicio del Festival de Venecia, la Prensa italiana resume lo que público y crítica pueden esperar en esta edición, que bien se podría resumir en «la exposición de un mundo que cambia, con títulos que tratan temas políticos, de inmigración, la condición de la mujer y el medio ambiente». Y es que las películas y documentales son una manera sencilla de dar a conocer lo que sucede en el mundo, de crear conciencia, también sobre el cambio climático, además de ser un reflejo de las preocupaciones de la sociedad. No solo los directores se animan, el empuje de actores como Robert Redford, reconocido activista medioambiental, o Leonardo DiCaprio hacen el resto para que cada haya más guiños al problema del clima o la deforestación en el séptimo arte. Un ejemplo del interés es el Festival de San Sebastián, que desde hace tres ediciones cuenta con un premio especial de Greenpeace para la película que mejor refleje los valores de defensa del medio ambiente y la paz. Sin embargo, la preocupación por la Naturaleza no es nueva si se atiende a títulos como Nanook, el esquimal, considerado el primer documental, grabado en 1922, que muestra una forma de vida en peligro de desaparición.

En España hay varios certámenes dedicados a este tipo de cine «verde», algunos ya veteranos, como el Ficma de Barcelona o el Ecozine de Zaragoza (el primero de todos, el Ficmec de Canarias, se inauguró en 1982 y contaba con el apoyo del conocido arquitecto César Manrique). Uno de los últimos en llegar es el Another Way Film Festival, una iniciativa de la productora Marta García Larriu, quien decidió montar hace cuatro ediciones uno en Madrid, donde aún no había ninguna cita con este tipo de cine: «Cada año se ha duplicado el número de espectadores; en 2017 asistieron 3.000 personas frente a los 900 del primer año». También el número de títulos ha crecido; si empezaron con siete, en 2018 se van a proyectar 18 películas seleccionadas entre más de 200 propuestas llegadas de todo el mundo. «A día de hoy, podemos pasar los 365 días del año viajando por festivales dedicados a este tema. Tenemos que comer y vestirnos cada día, pero es posible hacerlo de otra manera, y la imagen tiene mucho poder para transmitir este mensaje», dice García Larriu.

Aún no se pueden desvelar los secretos de la programación, que se hará pública el próximo 8 de septiembre (la edición de este año, apunten, tendrá lugar del 4 al 7 de octubre en Matadero), aunque la directora adelanta cuáles serán las claves de los títulos que están por venir para el este curso: «Hay una evolución en los discursos. Este año se puede decir que el festival gira en torno a la figura del héroe medioambiental, individuos que por sí solos están consiguiendo cambiar las cosas. Sin embargo, quizá el cambio más evidente se da en la exposición de las soluciones; se plantea de forma cada vez más recurrente el decrecimiento como la única alternativa posible al cambio climático».

Sin duda, el cine sirve para abrir el camino a conceptos más vanguardistas o más atrevidos como este de la desaceleración, un asunto clave que aparece de forma más tímida en los discursos oficiales y en los medios de comunicación: «Hay que enterarse de una vez de que esto no va de poder, sino de superviviencia», afirma García Larriu. Eso sí, a pesar del «boom» del cine verde, la directora recuerda que es muy complicado encontrar financiación y salas para estos documentales.