Moda

¿Mujer trofeo? La primera dama que quiso ser como Jackie O

Aunque parecía reacia a tomar su lugar en la Casa Blanca, Melania Trump se ha labrado una imagen elegante y estoica que recuerda a la esposa de JFK y contrasta con los continuos desatinos de su esposo

Melania Trump
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Aunque parecía reacia a tomar su lugar en la Casa Blanca, Melania Trump se ha labrado una imagen elegante y estoica que recuerda a la esposa de JFK y contrasta con los continuos desatinos de su esposo.

La mujer más elegante, Melania Trump, es también experta en mantener contento al presidente al tiempo que está días sin verle. Al menos eso cuenta Michael Wolff en su libro sobre el primer año de Donald Trump en la Casa Blanca, donde explica el extraño funcionamiento de un matrimonio que duerme en habitaciones separadas. «Pasan poco tiempo juntos», escribe, «a menudo ella no sabe donde se encuentra, ni le importa». También cuenta que cuando el «New York Post» publicó un posado de ella desnuda, tomado en los inicios de su carrera como modelo, «todo el mundo excepto Melania dio por hecho que el responsable de la filtración fue el propio Trump». Algo que encaja con la imagen de un presidente que «suele referirse a ella con orgullo y sin ironía como “mi mujer trofeo”».

Pero, ¿por qué fascina Melania? A fin de cuentas hablamos de alguien que en el momento más duro del huracán Harvey fue capaz de embarcar en el avión que iba a transportarla hasta el epicentro del rescate con unos tacones de aguja de diez centímetros. También de la guapa y dura que compareció en la gélida toma de posesión de Trump vestida como una improbable Jacqueline Kennedy. ¿Hace falta recordar que durante días se especuló con la posibilidad de que ningún diseñador de postín se prestara a vestirla? No fue así, claro, por cuanto la pasarela de la Casa Blanca resulta irresistible.

De hecho, Melania ha tenido el coraje y la inteligencia de vestir los diseñadores nacionales de los países que visita. Sucedió en Italia, donde optó por Dolce & Gabbana, en Francia, con un Dior, y en Bélgica, con su elección de Maison Ullens. Pero tampoco debiera de sorprender el buen gusto de la eslovena nacionalizada estadounidense: por si fuera poco su bagaje como modelo hay que añadir los consejos de su amiga y asesora Stephanie Winston Wolkoff. Wolfkoff, que recibió el encargo de coordinar las decisiones de imagen de la toma de posesión de Trump, fue la todopoderosa productora de la gala anual de la moda del Metropolitan, así como directora de moda del Lincoln Center.

Pero más allá de su elegancia en el vestir, el libro de Wolff ha reactivado la recopilación de momentos duros. Por ejemplo aquel viaje oficial a Israel, cuando Melania rechazó la mano de su marido nada más descender del avión presidencial y a la vista de todos los fotógrafos. O aquella otra escena, durante la citada toma de posesión, en la que Trump se gira para decirle algo, ella sonríe y, en cuanto él se da la vuelta, troca su sonrisa en una mueca tristísima. Qué decir del asombroso tiempo que tardó en mudarse a Washington. Con la excusa de que no querían cambiar de colegio a su hijo Barron, permaneció en la Torre Trump hasta entrado el verano. Una decisión con un coste asociado: más de un millón de dólares al mes por mantener el carísimo dispositivo de seguridad de la primera dama en la Quinta Avenida.

Hay algo vintage en la imagen de un presidente y su esposa en lechos distintos. Como sacado de un viaje hacia el código Hays de los años cuarenta. Pero eso es lo único que podría evocar el pasado. Nada en la imagen y la proyección de Melania recuerda, por ejemplo, a Eleanor Roosevelt, activista y conferenciante incansable, ni por supuesto a «Lady Bird» Johnson, esposa de Lyndon B. y concienciada defensora de la naturaleza. En realidad, Melania parece tallada como reverse a Hillary Clinton, la brillante y ambiciosa mujer a la que derrotó su marido. Ella aspira, o así parece, a emular a la señora Kennedy, y a tal fin contribuye su espectacular físico. Pero ahí terminan las coincidencias: comparar a Melania con la carismática esposa de JFK por un puñado de hermosos vestidos resulta tan temerario como creer que su marido iguala en atractivo al presidente asesinado en Dallas. Ahora bien, nadie puede negar la resiliencia a una persona capaz de sobrevivir a los exabruptos de un hombre enemistado con el pudor. El mismo que, entrevistado hace años por Howard Stern, declaró graciosísimo que «si Melania tuviera un horrible accidente de tráfico la seguiría amando a condición de que conserve las tetas intactas». Como tantas veces, ella se limitó a sonreír. Si eso no es estoicismo y elegancia que venga Jackie O y lo vea.