Autocuidado

En tiempos de productividad sin descanso, cocinar para ti es un acto revolucionario

Frente a la cultura de la eficiencia, el ritual de cocinar platos elaborados para una sola persona se convierte en un acto de atención incondicional y placer sensorial, una forma de rebelión íntima y silenciosa

Tamara Falcó con vestido parisino para cocinar.
Tamara Falcó con vestido parisino para cocinar.@tamara_falco

En un mundo obsesionado con la productividad, donde la tendencia es preparar la comida de toda la semana en una sola tarde, hay quien ha decidido rebelarse. Una mujer ha transformado el acto de cocinar para uno mismo en una declaración de principios, un desafío a la lógica de la rentabilidad. No se trata de optimizar el tiempo ni de ser eficiente, sino de todo lo contrario: dedicar horas a elaborar un plato exquisito para un único comensal, ella misma, en una ceremonia de puro disfrute personal.

De hecho, esta elección deliberada de comer en soledad le ha permitido redescubrir el placer sensorial de la comida. Sin conversaciones que la distraigan, puede sumergirse por completo en la experiencia, prestando una atención minuciosa a cada matiz de sabor, a las texturas y a los aromas. Es una forma de saborear no solo el alimento, sino también el instante presente, convirtiendo una necesidad cotidiana en un ejercicio de plena consciencia que se afianzó durante la rutina de la pandemia.

Sin embargo, abrazar este ritual no fue un camino de rosas. Al principio, la idea de invertir tanto esfuerzo en algo tan íntimo le generaba sentimientos de culpa y vergüenza. La presión social se hizo sentir incluso en el mundo digital, hasta el punto de que dejó de compartir fotos de sus platos para evitar comentarios que restaban valor a su experiencia. Se trata de una práctica que, según informa Harpersbazaar, choca frontalmente con las ideas convencionales sobre el aprovechamiento del tiempo.

La cocina como refugio personal y acto de rebeldía

En este sentido, el verdadero valor de su costumbre reside en lo que ella misma define como un ejercicio de "atención incondicional" hacia sí misma. Lejos de ser un mero trámite, cocinar se convierte en una especie de "re-crianza", un modo de proporcionarse el cuidado y el placer que merecen sus sentidos. Es una ruptura consciente con la idea de que la indulgencia personal debe estar justificada o compartida para ser válida.

Asimismo, esta inmersión en la soledad gastronómica no es, ni mucho menos, una renuncia a sus afectos. La autora subraya que esta práctica no implica un rechazo a la vida en comunidad. Al contrario, mientras cocina y degusta sus creaciones, a menudo piensa en su familia y amigos, conectando con ellos desde el recuerdo y el cariño. El ritual se convierte así en un espacio que demuestra cómo el cuidado de uno mismo puede, paradójicamente, nutrir y fortalecer los lazos con los demás.