Sevilla

La perfecta bisagra

El escenario político, sobre el que ahora reina la confusión, estará del todo aclarado dentro de una semana, cuando se recuenten los votos de las elecciones municipales. En el poder local, en su acumulación o su pérdida, residen la gran mayoría de los puestos de trabajo que reparten las formaciones: 8.000 ayuntamientos y una miríada de entidades adyacentes (diputaciones, mancomunidades, cabildos insulares...) para regar el propio jardín de adeptos y matar de sed a los ajenos. Por eso, los grandes pactos nacionales se posponen hasta la gran batalla del día 26. En las dos principales ciudades andaluzas, Sevilla y Málaga, dos alcaldes de signo político opuesto, pero bien avenidos por su talante amable y pragmático, acarician la reelección. Sueñan el socialista Juan Espadas y el popular Francisco de la Torre con improbables mayorías absolutas, y aunque todas las encuestas pronostican sus holgados triunfos, es muy probable que deban pactar. Justo ahí se yergue la figura de Ciudadanos, un partido que se reduce a una marca y a tres o cuatro líderes, que presenta a candidatos perfectamente ignotos cuyos nombres sólo aparecerían en esta columna si el firmante tuviese el reflejo de consultar google. No merecen el esfuerzo porque su papel dentro de una semana será otorgarle las alcaldías de Málaga y Sevilla a, respectivamente, el PP y el PSOE para así mostrar con hechos que la formación centrista en la perfecta bisagra, la garantía de que, gracias a su capacidad para pactar con los dos grandes partidos dinásticos, el régimen constitucional surgido de la Transición no colapsará ante la presión que ejercen los extremismos disolventes y los separatistas asilvestrados. Y que conceda a Pedro Sánchez en La Moncloa el mismo cuatrienio de estabilidad que le ha dado a Juanma Moreno en San Telmo.