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Música
Miguel Poveda: «Soy un artista de la tierra»
Se acaba de estrenar la película «13. Miguel Poveda», que repasa sus 25 años de trayectoria profesional y el camino hacia el éxito que hoy disfruta
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Se acaba de estrenar la película «13. Miguel Poveda», que repasa sus 25 años de trayectoria profesional y el camino hacia el éxito que hoy disfruta
Iba a pasarse la vida en un andamio como un hijo más de la clase obrera, pero el destino le tenía reservado el escenario, el público y el aplauso. Miguel Poveda (Badalona, 1973) protagoniza un documental sobre su vida cuando cumple sus bodas de plata en la profesión. La cinta, dirigida por Paco Ortiz, rescata los momentos más íntimos de un niño que un día decidió salir del cuarto en el que se encerraba para llegar hasta el Teatro Real.
–Cuántas cosas bonitas le dicen en la pelí-cula...
–(Risas), la verdad es que me siento muy afortunado y no sabía que la gente pensaba eso de mí.
–Y eso que usted dice que sólo es «un triste cantaor».
–No, eso lo digo en tono de broma porque me gusta mucho el sentido del humor. Decir cantaor para mí es decir algo grande. Tomar la decisión de ser cantaor es algo valiente porque no se trata de una música que tenga mucha salida, pero yo he tenido suerte y he podido desarrollar mi carrera, aunque no es un camino fácil.
–¿Le queda mucho por recorrer de este camino?
–Por supuesto, fíjate que en el mundo del flamenco nunca se termina de aprender. Cuando indagas y buceas te das cuenta de la cantidad de formas y estilos que hay. Creo que tengo mucho que hacer y además no tengo una discografía amplia de discos de flamenco, aunque sí de directos.
–El documental muestra a un Miguel Poveda muy profesional, exigente, atento hasta el último de los detalles, pero también a una persona entrañable y tierna que rompe algunos estereotipos. ¿Conviven bien esas dos caras?
–No sé lo que proyecto a nivel personal, la verdad, pero sí es cierto que el documental muestra cómo soy en realidad. Un artista de la tierra, popular, que canta cosas del pueblo y que tiene que estar en contacto con él. No puedo ir de divo y además eso sería muy cateto (risas).
–Aunque a veces le gusta ser el Miguel Poveda que no está bajo los focos...
–Bueno, es que eso es maravilloso, si no es un agotamiento psíquico y físico brutal, porque creo que lo más bonito del mundo es conservar tu identidad como ser humano.
–... que sabe a dónde quiere ir pero que no rompe con el sitio del que viene.
–Sí claro, porque ésa es la base, ésos son tus cimientos y lo que te permite ser lo que eres ahora. Me siento muy orgulloso de haber pasado por las peñas flamencas y por lo tablaos, que son un aprendizaje y una escuela que luego se ven reflejados en tu aprendizaje y en tu forma de cantar. Hoy la gente da el salto muy rápido, pero, aunque sea duro, es muy gratificante y fructífero para tener peso en tu profesión hacer ese camino.
–¿Qué queda de aquel niño que se encerraba en su habitación a escuchar cintas de flamenco?
–Las ganas por el arte, de lo demás muy poco, desgraciadamente.
–¿Con qué se queda del camino recorrido?
–La verdad es que me quedo con los momentos que viví en la tertulia flamenca de Badalona, cuando yo comienzo a vivir más de cerca el flamenco. Vivir aquellas charlas que se ilustraban con cantes de cantaores antiguos y ese momento en el que ibas descubriendo voces de artistas en las cintas que me prestaban, porque no tenía dinero para comprarme discos. El encuentro con el mundo fascinante del flamenco es uno de los momentos que recuerdo con más cariño.
–La película muestra el éxito que tuvo en el Festival Internacional de las Minas, un premio tras otro esa noche con el público coreando el nombre de un joven desconocido que hacía la mili. ¿Qué ha sentido al volver a ese momento?
–Lo veo con mayor mérito, entonces fue alucinante, una noche mágica que está grabada en mi mente, pero visto ahora recuerdo que en el año 1993 todavía estaban vivas muchas figuras del flamenco. Si pasa ahora lo entiendo mejor, pero entonces estaban La Paquera, Bernarda y Fernanda, Chocolate, Agujetas, Chano Lobato, Valderrama, y era muy difícil sorprender.
–Las palabras de Matilde Coral diciendo que le gustaría ser joven para que sólo ella le bailara a Miguel Poveda son una verdadera declaración de amor.
–Sí, además ella me tiene un cariño especial y cuando llegué a Sevilla me acogió como si fuera mi madre sevillana. Matilde Coral tiene una vocación y una devoción increíbles, es de ese tipo de personas que se vuelcan cuando ven a una persona joven con esa misma pasión. Además, con la dificultad de un chico que llega de Barcelona que se acerca a Triana con ese respeto y ese amor por todo aquello. Tenemos un vínculo muy afectivo, hemos trabajado juntos y luego una vez me hizo un regalo precioso, me dio un pañuelo que era de Antonio Mairena y que ella conservaba. Un tesoro, sé que ella tiene la impotencia de poder bailar y le encantaría hacerlo.
–Su abuela dice que usted «es mejor de corazón que cantaor». ¿Es verdad?
–Por supuesto, me considero un buen ser humano. Tengo muchos defectos, como todo el mundo pero puedo presumir de eso. En los tiempos que corren y en esta profesión, mucho más.
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