San Roque

«No hay que tener miedo a actuar de manera fulgurante si hay peligro»

La Razón
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Las escenas que se vivieron el pasado miércoles tras el cierre urgente de la parroquia de San Roque ya se repitieron hace años en otros templos de la capital hispalense, con un vasto patrimonio arquitectónico de carácter religioso cuya conservación requiere una constante inversión. El arzobispo, Juan José Asenjo, clausuró el templo ante la aparición de unas grietas en la nave central y la cúpula, obligando a las hermandades que radican allí a abandonar de manera apresurada el edificio y a trasladar las misas a la cercana capilla de las Trinitarias. De esta manera, San Roque se suma a la iglesia de Santa Catalina, que también está cerrada al culto, en este caso desde 2006, y cuyo horizonte parece cada vez más despejado al conseguirse financiación para iniciar su restauración integral el próximo año.

Una de las últimas iglesias que sí quedó felizmente restaurada es la del Salvador, un espejo al que miran muchos feligreses de San Roque por la rapidez con la que se realizaron los trabajos y la consecución de fondos públicos y privados que permitieron una actuación modélica. El arquitecto Fernando Mendoza, que pilotó los trabajos durante cinco años, avala la urgencia con la que se ha actuado en el templo de la calle Recaredo y asegura que «no hay que tener miedo a actuar de manera fulgurante si hay peligro».

En el caso del Salvador, una piedra de mortero se desplomó de la cubierta durante la madrugada del 13 al 14 de febrero de 2003, cayendo frente al altar de la Virgen del Rocío. En menos de 24 horas el entonces titular de la Archidiócesis, el cardenal Amigo Vallejo, cerró el templo, con lo que ello suponía clausurar la segunda iglesia de la ciudad, con un incalculable valor patrimonial y tres hermandades muy populares. «La decisión es desagradable, pero ante todo hay que mirar por la seguridad de las personas», subraya Mendoza, quien asegura que «si el Arzobispado ha tomado una decisión idéntica en San Roque, sus razones tendrá». Igualmente, señala que en este tipo de templos históricos «hay imágenes y retablos con mucho valor que hay que proteger», por lo que está de acuerdo con el rápido traslado que realizaron los hermanos de la cofradía de sus imágenes titulares, a pesar de que estuvieran tapados con telas y a la luz de los fotógrafos.

El «susto» inicial que supuso encontrar la piedra desprendida y el cierre del templo propició, posteriomente, que «todos tomáramos conciencia de que el Salvador estaba en mal estado y había que intervenir». Ya no había marcha atrás. El canónigo Juan Garrido Mesa, ya fallecido, puso en marcha la compleja maquinaria y aunó voluntades para conseguir fondos. Ahora, en San Roque muchos esperan que no se dilate mucho una actuación sin demasiada envergadura.