Conciertos

Tarde de soul en el Primavera

Miguel, Alexandra Saviour y Solange dominan en el arranque oficial del festival en el Fórum

La segunda jornada del Primavera Sound se caracterizó por la fuerte presencia del jazz. También hubo ocasión de escuchar a Solange, la hermanísima de Beyoncé y el rock crepuscular de Mishima
La segunda jornada del Primavera Sound se caracterizó por la fuerte presencia del jazz. También hubo ocasión de escuchar a Solange, la hermanísima de Beyoncé y el rock crepuscular de Mishimalarazon

Miguel, Alexandra Saviour y Solange dominan en el arranque oficial del festival en el Fórum.

La primera jornada grande cumplió las expectativas, con esa ciudad musical creada para que la gente encuentre su rincón preferido donde perderse y disfrutar de los ritmos que le hagan sentir bien. Tanto da lo que te guste, aquí lo hay, de la samba a la electrónica, del neo soul al avant-garde, pasando por las mil estratificaciones del indie rock. Había casi adolescentes tocando y tipos con más de 70. Aquí nadie te juzga, lo que te gusta, te gusta y nadie hace daño a nadie.

Esto se apreció desde el principio. Annette Peacock hizo un prodigio de simplicidad en el Auditori, sentada al piano, prácticamente a oscuras, mientras recitaba sus versos libérrimos sobre el destino, el amor y el fracaso metafísico del ser humano. Todo muy jazz, muy «free», muy dodecafónico, que no es lo que hacen los delfines cuando defecan, sino el sonido de la sensibilidad cuando se rompe. Precioso e intenso.

Más encendidos, como si la mecha estuviera a punto de hacer explotar la bañera, se mostraron Cymbals Eat Guitars. Su indie rock rabioso con el añadido del falsete acabó con el guitarrista no acertando el pedal y mandando al suelo la guitarra, que pesa, jolines. Más comedidos se mostraron Mishima, la gran apuesta local de la tarde, con su rock crepuscular, tan vivo que hasta hicieron bailar al público, poco, pero entregado.

Paralelamente, porque aquí todo ocurre en paralelo, Kevin Morby, un hombre tan blanco que vestía de blanco y ni siquiera tenía sombra, acabó su set con una revisión del «Rock n’ roll» de la Velvet Underground con el fantasma de Lou Reed rascándose, no sé porqué, el ombligo. Quizá sólo fue una ilusión óptica por el calor, pero alguien se rascaba sin parar el ombligo.

Después llegaron los nacionales Triángulo de Amor Bizarro y la rotundidad de sus baterías rompieron el cielo asustando a todos los pájaros. No hay pájaros en el Primavera, aunque quizá sea por culpa de la incultura, o de Colau, o de lo rico que está el pollo. El caso es que los pájaros se lo perdieron porque el concierto estuvo muy bien. Y aquí apareció el tatuaje del día, un trozo de pizza de peperoni atravesado por un cuchillo. «Esto está petado de guiris», dijo entonces un chavalín de 40 años, que aquí hay muchos, y tenía razón, vete tú a saber como comen la pizza allí.

Cuando el sol comenzó a bajar y el calor a disiparse, le llegó el turno a sonidos más cálidos. Alexandra Savior, una especie de Lana del Rey sin el melodrama, puso la perfecta banda sonora para una película de vampiros demasiado mayores para esto, con un aroma soul posmoderno que conectó a la perfección con el público que abarrotaba el escenario. Allí apareció el momento infantil del día, con una niña de seis años, con las manos cubiertas de papel de cocina, de rodillas haciendo como si limpiase el suelo. Los niños hacen cosas muy raras en el Primavera. Al mismo tiempo, Elza Soares daba una clase magistral de samba y alegria en el Auditori y This is not this heat devolvían al post punk de finales de los 70 toda su vigencia.

El plato fuerte de la tarde llegó con Miguel y su r&b de regusto rock-soul. Su entusiasmo, su conexión con el público y un repertorio rico en matices pusieron el calor que el viento había hecho desaparecer. «Do you like drugs», preguntó al público y éste no se hizo el tonto, «¡sí!», cantó, porque esa pregunta es una de sus mejores canciones. Otro de los platos fuertes fue el regreso de Broken Social Scene. En el año que Arcade Fire es la gran estrella, era de justicia reencontrarse con estos mitos del indie canadiense. Su lección de pop de golpes de efecto entusiasmó al público. Y entonces llegó el momento de llorar. The Zombies celebraron el 50 aniversario del mítico disco «Odessey & Oracle» cantándolo canción a canción. Espectacular. Solange, la hermanísima de Beyoncé, la misma que atizó a Jay-Z en un ascensor, tocaba al mismo tiempo. Otra vez será, la omnipresencia es una basura, lo mejor del mundo es elegir.