Asamblea de Madrid
Díaz Ayuso, la consagración de una presidenta
En mitad de la confusión y desánimo, miles de personas se han identificado con la capacidad de generar confianza de la presidenta madrileña
El liderazgo siempre tiene algo de imprevisible. Isabel Díaz Ayuso es un buen ejemplo: el más reciente de lo que implica tomar las riendas en primera línea contra una crisis global. En apenas unas semanas, muchos madrileños se han sentido identificados con la personalidad desplegada por la presidenta de la Comunidad de Madrid, con su capacidad para generar confianza y con su claridad en un tiempo donde la confusión y el desánimo son notas características. Se ha convertido en un referente del servicio público.
Mientras en el Palacio de La Moncloa reinaban la imprevisión y la pasividad, cuando no sencillamente la temeridad, Díaz Ayuso tomó antes que nadie medidas para paliar las consecuencias de la pandemia. El discurso oficial, machaconamente transmitido, ha esparcido la idea de que era imposible prever el alcance de lo que se nos venía encima. Pero, el equipo de Pedro Sánchez manejaba toda suerte de datos y aun así alentó las manifestaciones del 8-M y permitió toda suerte de eventos musicales, deportivos y políticos en aquellos días. Todo a mayor gloria de la causa feminista de carné, mientras lo más importante para el Gobierno parecía ser la mesa de negociación con los secesionistas catalanes o las batallitas en el seno de la coalición PSOE-Podemos.
Fue así como el Consejo de Ministros de la nación empezó a ir a rebufo de la Comunidad de Madrid. Díaz Ayuso, harta de advertir a La Moncloa, sin obtener otra respuesta que la de «no tomar medidas que puedan alarmar», dio el cerrojazo, por su cuenta y riesgo, a colegios, institutos y universidades. Ni por esas. Al día siguiente, los ministros presididos por Sánchez apenas decidieron otra cosa que tramitar como incapacidad laboral por accidente de trabajo las bajas de los infectados por coronavirus o de quienes permaneciesen en cuarentena. Hicieron falta cuatro días más para que se decretase el estado de alarma. Si la tarea de cualquier gobernante consiste en proteger y, en la medida que sea posible, mejorar la vida de los ciudadanos, la referencia de lo que puede considerarse Política con mayúscula, en esas horas en las que nos topamos de golpe con el maldito virus, fue la Real Casa de Correos.
Poco después, Ayuso dio positivo por coronavirus y tuvo que aplicarse un severo protocolo de aislamiento que la obligó a abandonar la Puerta del Sol y trasladarse a trabajar en un apartahotel en el centro de la capital. Desde allí, sola, encerrada fuera de su casa en ese improvisado despacho «oficial» del que no ha salido desde el 15 de marzo, la presidenta de Madrid ha continuado combatiendo la crisis pertrechada con dos teléfonos móviles, una tablet y un ordenador.
Sin distracciones, trabaja de lunes a domingo entre quince y dieciocho horas cada día. Y acaba de confirmar que seguirá en aislamiento, aunque ya se encuentra bien de salud, sin hacerse la prueba que podría confirmar el negativo que le permitiría abandonar su retiro, hasta que el test no esté disponible para todo el personal sanitario que lucha contra la pandemia. Un mensaje ejemplarizante que destaca frente a actitudes de otros políticos que han tenido la posibilidad de utilizar los test de manera muy diferente a la de colectivos profesionales más expuestos a la enfermedad.
Las jornadas de trabajo de Ayuso arrancan a las 7:00 de la mañana. A las 9:00, la agenda marca reunión con la Consejería de Sanidad que dirige Enrique Ruiz Escudero. Mantiene contacto continuado con los presidentes autonómicos de todos los colores. Y, vía telefónica, habla con grandes donantes y supervisa el enrevesado mercado internacional para la compra y llegada de material sanitario de calidad para los hospitales, desbordados y siempre necesitados de más recursos. Desde su habitáculo ha presidido el Consejo de Gobierno de la Comunidad y mantiene sus citas con los distintos grupos parlamentarios de la Asamblea de Madrid. Y cuando le queda tiempo, contesta mensajes de asociaciones y colectivos que se dirigen directamente a ella. Igualmente, atiende las múltiples entrevistas de los medios de comunicación. Así pasa las mañanas.
Sus almuerzos diarios son frugales, luego, sigue pegada a la silla hasta cerca de las nueve de la noche, momento en el que dedica hora y media a hacer balance. Hasta pasada la medianoche, al principio de la crisis incluso hasta más tarde, Díaz Ayuso continúa enviando instrucciones a sus colaboradores. Su esfuerzo, entre otras cosas, ha permitido triplicar el número de camas de UCI, la instalación en sólo 18 horas de un enorme hospital para más de 5.000 enfermosen los pabellones de Ifema o la creación de hoteles medicalizados. Lo que ha servido para aliviar la presión sobre el sobrepasado sistema de salud madrileño.
Hay quien, desde el sectarismo, caricaturiza a Isabel Díaz Ayuso por la firme defensa de sus convicciones. Allá quien desee tal simplismo. Lo cierto es que la presidenta de Madrid ha demostrado carácter a raudales, energía y compromiso. Los hechos son su mejor aval. Más todavía en momentos muy complejos en los que a la clase política, en general, le han faltado cuajo y determinación. La percepción de los liderazgos los próximos meses va a mutar a marchas forzadas. Se verá. Qué pena que nunca nos acordemos de Santa Bárbara hasta que tenemos encima el estruendoso trueno de la tormenta.
✕
Accede a tu cuenta para comentar