Jardín histórico
Así está ahora la que fue finca de recreo de la reina María Cristina en Carabanchel
Los jardines decimonónicos de los palacios de la finca de Vista Alegre, donde se encuentra el Palacio Nuevo del Marqués de Salamanca, reabiertos al público
«Los árboles del prado, los chopos de los costados y los espesos bosques en los que se pierden las miradas por aquellos ámbitos, llaman la atención por su brillo, por su frescura y por el arte con que hace pompa su exuberante follaje...». Así describía el escritor y militar José Navarrete, en 1879, la Finca de Vista Alegre en su obra teatral «El Drama de Valle-Alegre». Desde este fin de semana, es posible para los madrileños disfrutar de este entorno privilegiado en pleno Carabanchel, con acceso por la llamada «Puerta Grande», a la altura del 179 de la calle General Ricardos, y adentrarse en el lugar de recreo de la reina María Cristina con la reapertura de los jardines de los Palacios de la Finca de Vista Alegre (con cita previa https://www.comunidad.madrid/cultura/patrimonio-cultural/jardines-palacios-finca-vista-alegre), después de que haya finalizado la primera fase de su restauración.
En total, la Comunidad de Madrid ha actuado sobre un tercio de la finca (17 hectáreas), en el cuadrante noroeste, en un complejo que está declarado Bien de Interés Cultural desde 2018, considerado uno de los nueve parques históricos de Madrid, con alto valor medioambiental, histórico y cultural.
En esta primera fase, los trabajos han consistido en la recuperación del jardín histórico, de carácter romántico y trazado sinuoso, que fue diseñado por diferentes jardineros y arquitectos. Las plantas son las de la época: «tapizantes y vivaces, que permiten la floración en varios momentos del año», explica Nuria Ruiz, jefa de división técnica de Patrimonio Inmobiliario de la Consejería de Hacienda.
En el entorno «se ha procedido a la eliminación de impactos negativos, como el tráfico de vehículos, zonas de aparcamiento e instalaciones obsoletas. Además, se han recuperado trazados históricos, como una montaña artificial de la que brota agua que va a parar a una la ría navegable, de un kilómetro de longitud, que ya existía en el siglo XIX y en la que unas mulas tiraban de las barcas. La prensa de la época incluso llegó a hacerse eco del choque de dos barcas en esta ría, lo que provocó la caída al agua de varias damas engalanadas”.
En relación con el arbolado, «se ha intervenido en cada uno de los ejemplares protegidos, examinado uno a uno, todos ellos decimonónicos y de sensibilidad romántica», añade la responsable de la Consejería.
También se han rehabilitado y restaurado edificaciones o elementos singulares, como los bancos de piedra o las farolas que, aunque aparentan ser de fundición, en realidad son de piedra, producidas en su día por la Casa Butsems, especialista en fabricar piedra artificial. Incluso se han encargado unas lámparas para estas farolas que simulen el alumbrado de la época. Las fuentes del jardín constituyen un proyecto de restauración en sí mismo y están en proceso de licitación. Los Carabancheles eran en el siglo XVIII uno de los lugares predilectos de recreo de la alta burguesía y la nobleza. En la Finca de Vista Alegre hubo unos baños hasta que, en el año 1832, María Cristina de Borbón la adquirió y ordenó la tansformación de los edificios existentes. Con el exilio, María Cristina cedió la finca a sus hijas: la reina Isabel II y la infanta Luisa Fernanda. Ésta última se la vendió en 1859 al marqués de Salamanca y, sus herederos al Estado para que fuese dedicada a la beneficencia.
La visita constituye un delicioso paseo para el disfrute no sólo de los jardines, sino de todo el complejo palaciego. El itinerario permite contemplar el jardín romántico, la Ría, el Parterre, los llamados palacios viejo y nuevo, la llamada «estufa grande» (espacio calefactado dedicados al cultivo de especies exóticas), que diseñaron arquitectos ilustres, como Martínez Chumillas o Colomer. Aún es posible visitar «el baño de la reina», una pieza circular y con escalones concéntricos en mármol a la que llegaba el circuito de calor del invernadero de plantas exóticas y hasta lo que se considera el cedro más antiguo de Madrid, que data de 1800.
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