Historia

La Puerta de Hierro, entrada al coto privado del Real Sitio de El Pardo

La puerta no se encuentra en su emplazamiento original. En 1991 fue desmontada piedra a piedra y trasladada a una isleta cercana a su primitivo enclave, todo para facilitar la ampliación de la A-6

Puerta de Hierro en su antiguo emplazamiento
Puerta de Hierro en su antiguo emplazamientoArchivos de la Comunidad de Madrid

Alejada del casco urbano de Madrid. Mucho. Y cuando se levantó, aún más. A diferencia de las otras tres puertas monumentales de la ciudad (las quizá más conocidas de Alcalá, Toledo y San Vicente), la Puerta de Hierro no se encuentra en lo que era el centro de la capital, sino en las afueras. Entonces, aquello era muy lejos. Cabe puntualizar, para tener perspectiva de la distancia, que la zona de Argüelles y Moncloa vivió su gran crecimiento urbanístico en la segunda mitad del siglo XX. Y es que la ubicación de la Puerta de Hierro responde a su función original. Fue erigida como entrada al Real Sitio de El Pardo, una zona de caza históricamente reservada a la monarquía española y que, en la actualidad, se encuentra protegida a través del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Un lugar que, por compartir protagonismo, lo hace con lo que iba a ser el origen del Real Jardín Botánico de Madrid, el que está en el Paseo del Prado. Lo que había en esta zona de la Ciudad Universitaria era la Huerta de Migas Calientes. Hasta el traslado definitivo al céntrico Paseo del Prado llegaron a atesorarse hasta 1.500 especies de la península ibérica y América.

Aspecto actual de la Puerta de Hierro
Aspecto actual de la Puerta de HierroEfe

A principios del siglo XX, circulaba por los vanos de la puerta el tranvía que comunicaba la zona de La Florida con el pueblo de El Pardo. Un recuerdo lejano de aquellos primeros momentos del ferrocarril en la ciudad que, con el paso de las generaciones, ha quedado olvidado. Al menos para la mayoría.

La puerta, nuestra Puerta de Hierro, no se encuentra en la actualidad en su emplazamiento original. En 1991 fue desmontada piedra a piedra y trasladada a una isleta cercana a su primitivo enclave, para facilitar la ampliación de la carretera A-6.

Esta, para muchos desconocida puerta histórica, se edificó entre 1751 y 1753, durante el reinado de Fernando VI, a cuya iniciativa se debió también la construcción de una valla que rodeaba el perímetro del Monte de El Pardo, así como el cercano puente de San Fernando, cuyas obras se realizaron simultáneamente al convertirse el monte de El Pardo en «coto redondo». La tapia tenía como misión impedir el furtivismo y evitar que los animales salvajes del recinto de caza real se escapasen. Todo lo que había en el interior del reciento, era del rey.

A principios del siglo XX, como apuntábamos, circulaba por los vanos de la puerta el tranvía que comunicaba la zona de La Florida con el pueblo de El Pardo, explotado por la “Sociedad del Tranvía de vapor de Madrid a El Pardo”, fundada en 1903 y clausurada en 1917 por dificultades económicas. Algo, esto de la quiebra muy habitual en aquellas épocas.

La construcción de la puerta se encomendó al arquitecto Francisco Moradillo, quien trabajó, entre otras obras, en las Salesas Reales. Contó con la colaboración del escultor Juan Domingo Olivieri y del rejero Francisco Barranco, este último clave en el aspecto “castizo” que tiene dicha puerta. Sin embargo, en 1752, dimite Olivieri tras haber surgido diversos problemas con Juan González, persona con la que se había subcontratado la cantería, haciéndose cargo entonces de su continuación el propio Moradillo. Celos profesionales o desprecio al trabajo realizado están en el origen del conflicto.

Respecto a su factura, está realizada en piedra blanca de Colmenar de Oreja y granito, consta de un arco de medio punto de esbeltas proporciones, rematado por un frontón y sujetado por dos contrafuertes, y dos pilastras dóricas toscanas, que aparecen a ambos lados, separadas del arco. Una verja de hierro forjado une los diferentes elementos arquitectónicos.

Una puerta además con sabor militar. De hecho, está decorada con ornamentos de guerra y de caza en bajorrelieves localizados en los contrafuertes. Sobre el frontón se alza entre banderas el escudo real, flanqueado por dos esfinges recostadas, obras llevadas a cabo por Juan Domingo Olivieri, como los hermosos jarrones de los que brota un penacho en llamas que coronan las pilastras del monumento. Unas esfinges que fueron también utilizadas por grupos masónicos tanto españoles como extranjeros. Y todo, desde este punto transitado a diario por decenas de miles de madrileños en un nudo de comunicación clave de la ciudad.