
Opinión
Adicciones digitales: tenemos un problema (y vamos a abordarlo)
La Asamblea de Madrid se pone a la vanguardia de uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo, elaborando un diagnóstico preciso y proponiendo un paquete de medidas valientes

Haga el lector el siguiente ejercicio en su teléfono móvil: acuda a Ajustes y después a Tiempo de uso. Comprobará con estupor que el terminal atrae su atención al menos durante tres horas cada día. En los jóvenes es aún peor. Y va en aumento. Todo lo que genera placer tiene potencial adictivo, y la tecnología no es una excepción. La dopamina acaba secuestrada por un sistema de recompensas insaciable. El scroll infinito, la hiperestimulación o algoritmos cada vez más sofisticados están convirtiendo a muchos jóvenes en adictos a las pantallas. Adictos sin sustancia, los llaman. Si las drogas han accedido al organismo tradicionalmente a través de la nariz, las venas o la boca, hoy lo hacen a través de los ojos. Y las consecuencias, en muchas ocasiones, no son menos preocupantes. Con un agravante: la adicción tecnológica es silenciosa.
El abuso de las pantallas está socialmente normalizado y se ha incorporado con naturalidad a nuestra vida cotidiana. Baste un vistazo a los comensales de un restaurante, los espectadores de una sala de cine o los patios de un colegio. La autodisciplina de un adulto no puede vencer al diseño adictivo que propone un algoritmo que conoce los gustos del usuario mejor que el propio usuario. En el caso de los menores, la impotencia frente al desafío es aún mayor. Y los efectos, según advierten psiquiatras, psicólogos y docentes pueden ser devastadores: trastornos de atención, merma cognitiva, desplome de la comprensión lectora, búsqueda ansiosa de estímulos rápidos, cuadros ansioso-depresivos, aislamiento social o fracaso académico. Por fortuna, las autoridades de todo el mundo están reaccionado ante lo que ya se describe como «un problema de salud pública». La Comunidad de Madrid es pionera en el abordaje del problema: ya en 2020 prohibió el uso de móviles durante la jornada escolar, el próximo curso promoverá el uso de libros de papel y limitará las horas de uso de tabletas y ordenadores en los colegios. Además, en febrero de 2024 se puso en marcha una Comisión de estudio para conocer el desafío en toda su integridad. Un año después, la Comisión presenta un dictamen ambicioso. El texto, aprobado gracias al apoyo del Partido Popular y Vox, recomienda restringir la venta de teléfonos «inteligentes» a menores de 16 años, propone el uso de dispositivos alternativos (que permiten hacer llamadas o geolocalizar sin necesidad de exponer a los niños a los riesgos de un smartphone) y reclama colaboración a los fabricantes de dispositivos y aplicaciones, que tendrán que solicitar al comprador información relativa a su edad. De igual modo, la Comisión recomienda una acreditación digital e independiente que permita a los menores navegar protegidos por la red o restringir los teléfonos en todo el recinto escolar, incluido patio y comedor. Hoy sabemos que el veto a los móviles en los colegios de Galicia redujo sensiblemente el acoso escolar y mejoró los resultados PISA. Por último, la Comisión ha propuesto dar a conocer pautas básicas de higiene visual para combatir una de las consecuencias menos conocidas del abuso de las pantallas: el brutal incremento de la miopía. Así, la Asamblea de Madrid se pone a la vanguardia de uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo, elaborando un diagnóstico preciso y proponiendo un paquete de medidas valientes e innovadoras.
✕
Accede a tu cuenta para comentar